jueves, noviembre 30, 2006

Congratulations, you are one step closer to hitting bottom


Me voy unos días a Barcelona a bailar, a ver si se me pasa. No me beban demasiado, y lean todo lo que puedan del enorme nuevo Premio Cervantes. Ah, y no me esperen despiertos.

I still dream of Orgonon

Peeps salía por las tardes a jugar al jardín. Allí, desenterraba su yoyó y contemplaba extasiado las luces fluorescentes que éste desprendía al subir y bajar. Al cabo de un rato, enterraba de nuevo su yoyó y volvía a entrar en casa. Todo este ritual se desarrollaba a escondidas, ya que su padre le había dicho que su adorado juguete era en realidad un poderoso emisor de energías negativas, que aquello que lo hacía especial era a su vez lo que lo hacía peligroso, y que debía deshacerse de él.

Desde que habían emigrado de Alemania, tras el ascenso del nazismo, su padre, un reputado científico y psicoanalista, y uno de los principales teoristas post-freudianos, había devenido en alguien cada vez más uraño y excéntrico. Se encerraba horas y horas en su laboratorio hasta que lo abandonaba con la mirada encendida, clamando que había descubierto nada menos que la energía de la vida, y que era capaz de construir máquinas que curasen toda enfermedad con tan sólo penetrar en su interior. Su madre, cansada, les había abandonado hace unos años, y la comunidad científica ridiculizaba cada vez con mayor saña los descubrimientos de su padre. Pero Peeps no pensaba igual que ella, que ellos. No, Peeps, a sus trece años, profesaba por su padre una admiración infinita, su padre lo era todo para él. Y sabía que si los demás no opinaban igual era tan sólo porque no habían visto lo que él había visto, aquel día en el que trasladaron al desierto una gran máquina repleta de enormes tubos metálicos - "rompenubes", la llamaba su padre - y una vez allí, tras unos instantes de intensa actividad, lograron crear la más increíble magia que jamás hubiese imaginado: lograron crear lluvia.

Ahora Peeps se ha transformado en Peter, y su padre Wilhelm hace ya muchos años que falleció, en prisión, apenas un año después de ser encarcelado por fuerzas gubernamentales, todos sus inventos destruídos y su uso prohibido. Pero aún hoy, siempre que llueve, cuando el sol desaparece y la luz del cielo se difumina, Peter recuerda a su padre y se dice a sí mismo que algo bueno está a punto de suceder. Y le imagina otra vez a su lado, diciéndole de nuevo "y con sólo imaginarlo, Peeps, con sólo imaginarlo nosotros podemos conseguir que suceda".

Más información: Wilhelm Reich, Dreaming KB Message Board, Peter Reich's A Book Of Dreams, Kate Bush's Cloudbusting.

martes, noviembre 28, 2006

Trabajabas de camarera en un cocktail bar...

En este blog queremos dejar claro, aquí y ahora, que somos gente moderna, muy de nuestro tiempo. De éste, o del que haga falta, claro. Somos gente que cuando habla lo hace teniendo en cuenta siempre con quién lo hace, gente a la que cuando se pregunta si es feliz, miente, y que hace las cosas no sólo por el placer de hacerlas sino también por el placer que supone el que otros nos vean capaces de hacerlas. Sí, somos superficiales, mentirosos y deshonestos, pero aún así nos quieren. Bueno, a veces.

¿Qué vemos hoy? ¡Billy Liar!

Para esta noche tenemos preparada una botella de Grego con la que regaremos las peripecias, en riguroso blanco y negro inglés, de Billy (Tom Courtenay), un joven de monótona existencia que vive con sus padres y es atormentado por dos insufribles mujeres mientras idolatra a una tercera. Su vía de escape es su imaginación, en la que edifica un universo de fantasía en el que él es el gran heroe. Cuando la vida le da la oportunidad de dejar de refugiarse en sus mentiras, cada vez mayores y más evidentes, y de dar un salto hacia la conquista de su propia vida, descubrirá si dispone o no del coraje necesario para triunfar en tan titánica tarea. Julie Christie está, para variar, elegantísima.

Ya vienen los Reyes.


Somos gente previsora a la que no le gusta dejar al alcance del azar las cosas realmente importantes. Somos habituales consumidores del portal retrotogo, y allí hemos descubierto lo que le regalaremos a nuestra chica estas navidades. Un vestido de Jaeger y unos zapatos Belle Vivier rojos a juego. Se nos van a comer a besos.

We'll only hurt ourselves if we build dreams that don't come true.


Si de alguien somos fans, ese alguien es Claudine Longet. No aceptamos el menor comentario en contra. Este video lo vemos muy a menudo. Es un extracto de "The Party", la fabulosa película dirigida por Blake Edwards que protagonizase junto al gran Peter Sellers, y en la que dejó para la posteridad la sobredosis de clase y dulzura que es esta interpretación de "Nothing To Lose".

Señores, si se imaginasen durante un sólo instante lo CANSADO que estoy, no me mirarían con esa cara.

lunes, noviembre 27, 2006

Tampoco ha sido para tanto

Esta mañana he salido y junto a un cajero automático una señora gris me ha parado y me ha preguntado por una calle. Le he dicho que su nombre no me sonaba de nada. Me ha dado más datos, un concesionario, unos multicines. Le he dicho que no, que seguía sin sonarme. Entonces me ha dedicado un gesto de fastidio, ha musitado unas palabras entre las que me ha parecido distinguir un reproche, y se ha ido. No he estado a la altura de las expectativas despertadas, y me he sentido como un mal lateral izquierdo en una final de Copa. Otra vez.

Llegué a España a los dieciocho años. Hasta entonces residí en una gran ciudad de la Suiza alemana. Con mi madre hablé siempre en español, desde niño, por lo que al llegar aquí se daba la paradoja de que mi acento era perfecto pero mi vocabulario escaso y obsoleto. Comencé a trabajar en un restaurante fino, donde la gente dejaba caer en mi presencia formas coloquiales para mí aún desconocidas, por lo que me veía obligado a empeñar unos instantes en la decodificación de aquellas expresiones, unos instantes que son exactamente esos que consiguen que los demás se cuestionen si no se hallarán en presencia de un oligofrénico. Si mi entonación hubiese resultado más deficiente y mi tara más evidente nadie me habría exigido tanto, así que pensé seriamente en fingir el acento, algo que, supuse, no me debía resultar difícil. Llegué a ensayarlo frente al espejo. Pero nunca llevé a cabo esa estrategia. En cambio, me hice mod.

Eso, lo de encontrarme en la linea de fuego de una perspectiva agotadora me ha sucedido después en otras ocasiones, en otros ámbitos. Hay un algo que supongo estructurado a partir de bagaje y desenvoltura que conduce a engaño, y que provoca el que el otro tienda a situar sus expectativas sobre mi persona en un punto más elevado que el que elige para consigo mismo, creyendo ver algo que quizás no sea, o que en todo caso mi natural perezoso de ninguna manera me permitirá ser. Terreno abonado para el desengaño, una máquina de provocar decepciones, un generador de desilusiones de variadas formas y colores. Un fiasco del que en todo caso no tengo culpa, que yo sólo vine aquí a presentar mi libro.

Decía Alain Robbe-Grillet que siempre tenía la impresión de vivir en un mundo socavado, amenazado por un cataclismo, al borde de la explosión. Algo que, como pueden comprobar, no viene a cuento ni aquí ni ahora, pero que me gusta y hago constar por si más tarde hace falta. Que pasen buen día, y que se entreguen sin reparo a su canción favorita.

Fotografía de Joanna Gorlach.

viernes, noviembre 24, 2006

Heroes (aka Kiki and Herb will die for you)


No me duele. Mira, no me duele. Y puedo seguir retorciendo y quebrando, que seguirá sin dolerme. Mira.

Que cómo habrás llegado a esa silla, que quién diablos soy, que por qué tú, todo eso te estarás preguntando. Te digo de veras que no lo sé. Cuando descubrí de lo que era capaz - y a estas alturas ya debes imaginar que soy capaz de TODO - pensé que alguien me habría otorgado este don, un don que fuese parte de un gran fin. Y quise comprender, y subí, y llegué hasta arriba del todo, pero allí no había nadie. Estar arriba del todo no es fácil.

No me duele. Mira, no me duele. Y puedo seguir abrasando y rasgando, que seguirá sin dolerme. Mira.

Que por qué te elegí a tí, que por qué estás atado, que si te haré daño, todo eso te estarás preguntando. Has de saber que cuando descubrí de lo que era capaz decidí salir volando a una velocidad supersónica, pero no fui hacia el norte ni hacia el sur, eso hubiera sido demasiado sencillo. No, me dirigí hacia dentro. Y una vez dentro fui hacia atrás, donde comienza todo, y después adelante, donde hay más comienzos. Pero no ví nada, no ví a nadie. Ya he buscado en todas partes. He escrutado cada milímetro de mi piel, de mi alma, y aunque sé que soy capaz de todo, lo cierto es que aún no he encontrado nada. Y ahora voy a comenzar a buscar dentro de tí. Y si no encuentro lo que busco seguiré con otros. Lo siento de veras, pero no tengo alternativa. No es algo personal, de verdad que no.

Cierra los ojos, a tí igual sí te duele.

jueves, noviembre 23, 2006

La balada de Julie Christmas

Un par de horas después de acostarme, así como a las cinco, he oído algo que me ha sobresaltado. He encendido la luz y al fondo de la habitación, más allá de los pies de la cama, he visto pintura en el suelo. Se había desprendido del techo. Me he levantado, me he situado debajo de un roto de un tamaño considerable, y he mirado hacia su interior. Lo que allí he contemplado ha sido no la pared desnuda, como cabría esperar, sino una amalgama brillante compuesta por aquellas cosas que debo hacer y no me apetece, y esas otras que nunca debí haber hecho.

Vaya por delante que ni estaba inmerso en un sueño ni pretendo metaforizar nada. No, aquello era exactamente lo que parecía. Un agujero de profundidad cosmogónica repleto de circunstancias desconcertantes. Un agujero en un techo blanco. Me he parado un instante a pensar si la pintura habría caído por algún tipo de humedad que hubiese inutilizado su adherencia, o si en cambio se habría debido al exceso de material íntimo recogido en su interior. Demasiado contenido para tan excaso continente, quizás. He meditado disponer de otro no-espacio de mayor tamaño en el que seguir depositando mi bagaje. El fondo del cajón inferior de la mesilla, o la parte de atrás del frigorífico. He vuelto a mirar hacia el interior del agujero. He visto mujeres, frases incorrectas, gestos inapropiados, actos soslayados y más mujeres. Me ha empezado a doler la cabeza. Ultimamente tengo unas resacas espantosas. Me duelen los oídos. Tengo que pintar.

martes, noviembre 21, 2006

Boceto

Quisiera dedicar este libro a mis padres, por estar siempre a mi lado, apoyándome, incluso en mis errores. A mi editor, por obligarme a siempre buscar mis límites y por su inquebrantable confianza en mis posibilidades. A mis compañeros en el periódico, Javi y Laura y Hector, por su apoyo y su admiración y sus consejos. A mis hijas, Ingrid y Roberta, la alegría de mis días. A mi mujer, Eloisa, por aguantar con una sonrisa mis noches en vela y mis cambios de humor. Y, claro, a Rafaela, la inspiración, la pasión, el amor, la musa. Sin tí, sin tus noches, sin las yemas de tus dedos, sin tu infinita energía, nada sería posible, ni este libro, ni yo mismo.

domingo, noviembre 19, 2006

Canciones de amor

"Tan sólo tienes que estar seguro de hacer lo correcto. Lo que quiero decir es que eso es algo muy fácil de olvidar - ella está allí sentada en el pub con sus nuevos amigos y su nueva vida y su nuevo pelo, y a pesar de que han pasado cinco años lo sabes, con tan sólo mirarla.

Al principio ni siquiera estaba seguro de que fuese ella, estaba a punto de marcharme pero ella sonrió y me llamó y nos saludamos durante un rato. Cuando volvimos a nuestras mesas intentamos no mirarnos, y le dijimos a nuestros amigos que dejasen de curiosear. No la volví a ver durante el resto de la noche, pero cuando estaban a punto de cerrar la cerveza me animó, así que me levanté y le dije algo, y acabamos hablando de nuestras nuevas casas, nuestros nuevos trabajos y nuestras nuevas parejas.

Ella dice que lleva saliendo con él unos dos años y medio, pero no viven juntos así que el nunca se enterará. Y piensas en cuando la perseguías por el colegio cuando eras un crío y te echabas en la cama y escuchabas canciones de amor y fingías que hablaban de tí. Y en la primera vez que le pediste salir y ella dijo no, pero otra noche fuiste a una boda y cuando volviste al pub ella había cambiado de idea y comenzasteis a salir. Recuerdas la forma en la que balanceaba sus brazos cuando te cogía la mano pero no puedes recordar cómo besaba y ahora tienes la oportunidad de descubrirlo.

Pero debes recordar que existe este otro beso. Ella está en casa, preguntándose dónde estarás y qué estarás haciendo. Y tú trabajas duro en este beso y lo sabes, y es tan tuyo como suyo. Y te llevó mucho tiempo hacerlo bien, tomó meses de práctica y meses de verguenza, pero ahora lo haces a la perfección, y has estado esperando ese beso toda la semana.

Puedes ver su respiración en el aire, entre vuestras caras, mientras estás de pié entre las hojas, y entonces ella te pregunta de repente si quieres ir y quedarte en su piso. Pero te aseguras de que tomeis taxis separados, y vas a casa y puede que haya un ligero arrepentimiento y puede que te preguntes qué te habrás perdido, pero debes recordar ese beso en el que tanto trabajaste - y sabrás que has hecho lo correcto".

New Birds (Arab Strap, Philophobia, 1998)



Fotografía de Streetzen.

viernes, noviembre 17, 2006

¡Y hemos decidido ponerle tu nombre!

Me ha llamado Eva para decirme que me vaya comprando algo elegante, que en diez días se bautiza mi sobrino. Lo ha dicho así, se bautiza, como si se fuese a bautizar él sólo, el canijo. Aquello parecía un sketch de Gila: "oye, marquitos, dile a mi madre que he ido a bautizarme, que no hace falta que baje a por pan, que ya lo traigo yo cuando vuelva". Luego se lo he dicho a Diana, lo del bautizo no lo de Gila, y ha puesto morritos la muy puñetera, y me suplica como un perrillo que la lleve, y añade que de ninguna manera la puedo dejar en tierra porque tiene los zapatos ideales para el evento. Pero es que resulta que me da palo llevarla, no sea que mi madre haga con ella lo que hizo con la última que le presenté, a la que miraba como si tuviese un cáncer la pobre y le salpicaba las conversaciones de adjetivos como pobrecita e inocente. Mamá, que tienes que ir conmigo, que soy tu hijo, le dije después. Y ella me contestó que sí, que ya, pero que si no había visto la cara de buena persona que tenía la muchacha, que si no me daba pena. Te cagas. Y ojo, que no digo yo que no tenga, en el fondo, muy pero que muy en el fondo, algo de razón, pero, a ver, que es mi madre, que uno ve a esos que salen en la tele confesando que pegaban a su madre para quitarle el monedero e irse a pillar jaco, y allí ves a sus progenitoras, con la cara de paciencia que corresponde al cargo, apoyando a su hijo en el magazín matinal y defendiéndole de los ataques de contertulios deshubicados, proxenetas trendies y ex concursantes de Gran Hermano.

En fin, que eso, que dice Diana que se viene, y para más inri (N de la R: disculpen la expresión, llevaba todo el día queriendo utilizarla) acabo de recordar que la noche anterior al bautizo tengo programado un evento al que no puedo faltar y que fácilmente se alargará y ensanchará de manera nada saludable, por lo que es muy posible que al día siguiente no me encuentre en la forma más idonea para lidiar con neurosis ajenas, indiscretas revelaciones de errores pretéritos y/o previsibles ataques de pánico estilo runaway bride. Así que creo que no me quedará más remedio que encomendarme a las enseñanzas de Sun Tzu y, claro, calzarme mi corbata de piqué color hueso. Si hay que morir, que sea con elegancia.

Fotografía de Thomas Van de Scheck.

jueves, noviembre 16, 2006

Y fueron dos verdes luceros de Mayo tus ojos pa mí

Hoy he quedado a desayunar con Martina, a pesar de que hace poco constatamos que últimamente nos estábamos viendo demasiado y que deberíamos hacerlo menos, para luego cogerlo con más ganas. Pero resulta que le tenía que devolver su ampli, así que nos hemos citado en una taberna muy vieja que nos encanta porque está repletita de zumbaos. Allí al que no le falta un tornillo le falta la caja de herramientas al completo, un escándalo. Aunque también nos gusta por su tortilla de patata, que es como para darles una estrella michelín, o casi mejor un abrazo. Mientras esperaba he estado leyendo un relato breve de Slawomir Mrozek, un autor especialista en lo minimal que recomendaban en uno de esos blogs que tienen ahí a la derecha. El relato en cuestión va de dos exploradores que, tras quince años de búsqueda, encuentran al fin en una isla el tesoro del capitán Morgan. Al desenterrarlo comprueban que allí dentro no hay riqueza alguna, tan sólo una nota escrita por el tal Morgan que dice "besadme el culo". Al verlo uno de los buscadores, muy digno, hace un discurso sobre la prevalencia de la búsqueda sobre el hallazgo, y dice que lo que de verdad cuenta es el esfuerzo de perseguir y no el hecho de alcanzar. Entonces el otro se lo carga allí mismo mientras dice "me gustan las moralejas, pero sin pasarse". Me ha hecho gracia, y al llegar Martina ha preguntado "¿y tú de qué te ríes?". Venía hecha una fiera, diciendo que si a los músicos cabe catalogarlos en cuanto a grado de idiocia, de menor a mayor, en americanos - españoles - ingleses - franceses, en el mundo del cine allí ya sí que no se salva ni uno, todos franceses, del mismísimo centro de París. A continuación ha seguido echando espumarajos por la boca, y al final se ha cagado, entre otras muchas cosas, en los hermanos Lumiere, en las clases medias y en las tiendas de moderneces sport del centro. No he tenido más remedio que apuntar que la iconoclastia le sienta de miedo.

Cuando se ha dado por finalizada la catarsis me ha comentado, así como de pasada, que vaya cómo tengo el blog esta semana, que parece la parada de los pirados, con tanto agora y tanto neurótico. Dice que a ella le gusta, pero que como siga así voy a espantar a las visitas. Luego me ha preguntado si me sucede algo. Yo le he dicho que no, que me veo bien, un poco acatarrado en lo tangible pero muy entero en lo espiritual, y que si quiere tengo más historias de esas. Después ha preguntado, textual: oye, ¿no será verdad que te guardaste un pelo en el bolsillo?. Le he tenido que repetir que no se crea nada, que lo que sucede aquí es todo ficción cuando no leyenda, y que si pudiese tomar unos metros de altura sobre su propio ser se daría cuenta de que ella también lo es, simple ficción, puro invento, una quimera. Ha asentido, le ha dado un trago a su café, y luego me ha dicho que no tengo idea de lo bobo que me pongo en ocasiones. Después hemos vuelto a hacer el propósito de tratar de vernos un poco menos, ya saben, para luego cogerlo con más ganas. Y al final hemos quedado en ir juntos a un concierto, el martes que viene.

Fotografia de Christoph Gilbert.

martes, noviembre 14, 2006

El agujero

Esta mañana he salido de casa bajando las escaleras de dos en dos. Al llegar abajo he bromeado con el portero sobre las lluvias de la pasada semana y luego la chica de la tienda de ropa de la esquina me ha preguntado con una sonrisa cuándo me iba a decidir a invitarle a cenar. Después he tenido la sensación de que incluso el mobiliario urbano me sonreía. Las papeleras, las farolas, los bancos, las marquesinas. Hacía un sol radiante que caía como un manto de optimismo sobre los viandantes y un aire fresco que sentía penetrar con exquisita suavidad en mis pulmones. Me ha parecido que mi cabeza iba más alta de lo habitual y que mis pasos eran más ligeros, más largos. He pensado que hacía un día perfecto para ser feliz. Perfecto. Un día perfecto. Entonces he sabido sin el menor atisbo de duda que debía volver a casa. He vacilado entre si hacerlo corriendo o, mejor aún, despacio, simulando tranquilidad. Al pasar junto a la chica de la tienda y el portero les he dicho "vaya cabeza la mía, ¡siempre me olvido el móvil!" y he intentado que no adivinasen el pánico en mi rostro. Cuando al fin he llegado arriba he cerrado la puerta tras de mí y he comprobado que todas las ventanas estuviesen cerradas. Me he sentado en el suelo, junto a la cama. En silencio. A salvo. A mí en otra igual no me pillan.

La imagen, y mucho más, aquí.

domingo, noviembre 12, 2006

Sansón. Tu pelo. Está en. Mis manos.

Una de las muchas personas que soy sufre en ocasiones desórdenes de índole compulsiva. Así, este yo conflictuado enferma ante cotidianidades en las que el común apenas repararía. Los auriculares de color blanco, los nombres que empiezan por "r", las camisas de un sólo bolsillo. Infiernos hay mil.

Ayer, mientras ascendía subido en una eterna escalera mecánica de un centro comercial de extraradio, contemplé en la espalda de la joven que iba delante un cabello desprendido de su cuero, adherido a un jersey color crema. Un cabello perdido atrapado en una prenda, otra de las infinitas nimiedades que ese yo tarado no soporta. Durante unos metros traté de contenerme, de convencerme de no prestar atención, de no actuar. Pero ya se sabe que si al diablo es difícil ignorarle, más difícil es aún que él lo haga contigo, por lo que pronto me vi extendiendo la mano y cogiendo ese cabello, muy largo, de un caoba artificial. Su dueña sintió mi roce y se giró, ligeramente sobresaltada. Pensé en decirle que me disculpase, que no había pretendido importunarle, que no había podido evitarlo. Pero la estampa, con mi cara gritando culpable, el brazo en ángulo recto, índice y pulgar sosteniendo un cabello ajeno, me pareció de por sí lo suficientemente lamentable como para engordar su ridiculez con palabras. Ella se fijó en mi mano, comprendió, y levantó las cejas en gesto de "vaya", un gesto que devolví con una mueca que quiso significar "ya ves". Después sonrió, y se volvió.

Allí me quedé, en aquella escalera que no terminaba nunca, con aquel pelo entre mis dedos, sin saber muy bien qué hacer con él. Devolverlo al sitio del que lo había sacado quedaba fuera de la cuestión, a la vez que dejarlo caer, una vez delatado, me resultaba un detalle de mala educación. Así que finalmente decidí no hacer nada. Unos segundos después la joven se volvió de nuevo hacia mí y me vió inmóvil, en la misma posición en la que me había dejado, y entonces para mi sorpresa alargó su mano, llegó hasta mi frente, y con un movimiento certero arrancó un cabello de mi flequillo. Sonrió maquiavélica y mientras yo fruncía el ceño y dejaba escapar un "ay" ella dijo: "estamos en paz", para a continuación girarse de nuevo y con un ademán delicado dejar caer mi pelo recién hurtado. Lo cual, pensé, me liberaba de la obligación de seguir sujetando el suyo. Ya podía deshacerme de él. Ya podía tirarlo. Pero no lo hice. Lo llevo en un bolsillo.

Fotografía de Phyllis Cristopher.

viernes, noviembre 10, 2006

Sea prudente, sólo le queda un deseo

Me ha llamado Sebas, que saliésemos a tomar algo, que el sábado cumple treinta y siete años y está nervioso. En el bar me cuenta que la crisis esa de los cuarenta a él se le ha adelantado tres años. Balbucea cosas acerca de la casa que se ha comprado este año, de su inaudita monogamia, y de nosequé de ir los todos Domingos a comer a casa de la suegra. Dice que se le ha movido todo de sitio, que no se parece en nada al sí mismo de hace un año y que ya no sabe dónde se encuentran sus rutinas de siempre. De un día para otro me he hecho viejo, añade. Yo miro a la camarera y haciendo un gesto sincronizado entre dedo índice y cejas pido otras dos de lo mismo.

Doy un trago a mi copa y le digo a Sebas que he leído en algún sitio un estudio sociológico muy curioso. Va de que si se le pregunta a una persona que ronde los treinta años qué es lo que le gustaría hacer el día que se jubile es muy posible que responda algo como "irme a recorrer mundo". Pero que si en cambio la pregunta se le hace a otra de unos sesenta años, ésta responderá cosas mucho más sencillas: "pasear por el parque disfrutando del sol", "tomar un café en martes en mi cafetería de los domingos", cosas discretas muy al alcance de la mano. Le digo que eso demuestra que la diferencia no la marcan tanto los años como el número de proyectos que se tengan aún abiertos en algún lugar de la mente, y que cuanto más irrealizables sean estos, tanto mejor. Luego pongo voz muy seria, le agarro del hombro, y sentencio con una frase prestada: "las personas viejas tienen recuerdos, las jóvenes proyectos". Subo la voz, le zarandeo un poco, y le pregunto si es eso lo que le pasa, que se conforma con que le dé el sol, y que por lo tanto en absoluto le apetece tirarle un trasto a la chavala del pelo corto que nos mira desde el fondo de la barra. Sebas echa un vistazo, calla unos segundos, y finalmente dice: "está buena". Yo sonrío, le doy una palmada en el pecho y celebro: "¡ese es mi Sebas!".

Después pienso en que es posible que ese estudio sociológico que me acabo de inventar sí que exista, y también en que no sé lo que me apetecerá a mí hacer el día que me jubile, pero que lo que es mañana, pues no, desde luego que mañana mismo no desearía ponerme a recorrer mundo. Qué pereza. Eso ahora mismo me apetece tan poco como acercarme a hablar con la chavala del pelo corto.

La muñeca, de Paranoia Dolls.

miércoles, noviembre 08, 2006

Del revés

Si me notan últimamente un tanto callado sepan que se debe a que estos días me encuentro compartiendo ciudad con Kim Clijsters, y eso me tiene tenso. Cómo le puede gustar esa, se preguntarán. Es lo que hay. Como decía aquel: el corazón tiene razones que la razón no entiende.

Poca cosa más les puedo contar. Que hace dos días me calcé un moco de esos que le hacen a uno desear estar muerto, de esos que de tan gordos parecen un 1 de Enero, por lo llenos que se encuentran de propósitos de enmienda de los del tipo "nunca más". Y sepan que yo para eso de hacer propósitos de enmienda soy bueno, bueno de verdad. Soy capaz de hacer hasta veinte veces el mismo.

La repetición como síntoma de una personalidad compulsiva. Ayer me habló Diana de un amigo que tenía cuando vivía en Granada, un tal Ernesto, quien tenía la manía de jugar cada semana a la primitiva tres columnas exactamente iguales. Si se le decía que eso era una tontería, que si había 600 millones de premio gordo en vez de caerle uno de 600 le caerían tres de 200, él replicaba que sí, pero que si acertaban él y otra persona más, de la otra forma a él le caerían 300, mientras que de esta serían 450. Añadía que si se llevaba el asunto a premios menores la diferencia era brutal. Todo un personaje el Ernesto.

Diana me grita ahora desde el salón "mira, ven, que llora, que llora". Está tirada en el sofá ya que hace un par de días sufrió un percance muy femenino. Siendo tan pequeñita y delgada, resulta la víctima ideal para ese invento diabólico que son los zapatos de tacón, que ella gasta en ocasiones de alturas imposibles, y estos como se pueden imaginar no se llevan muy bien con la lluvia, por lo que sucedió que al ir a abrir un paraguas perdió pié y se escoñó el tobillo. Ahora está tumbada en el sofá con un pie vendado tragándose de una sentada todos los capítulos habidos de "Anatomía de Grey". Al ver que se lanza hacia su decimoquinto capítulo consecutivo le he preguntado si se ha hecho fan de la serie y me dice que "bah, no está mal" pero que lo que de verdad espera con ansia es el momento en el que McDreamy sonríe con los ojos llenos de lágrimas. Dice que ese gesto le ha hecho caer perdidamente enamorada de él. En fin, peor sería que estuviese enamorada de mí.

lunes, noviembre 06, 2006

Francotirador

Sentados en un banco de la plaza mi padre me contaba un chiste de jirafas. Entonces hizo una mueca grotesca y dejó caer su cabeza hacia adelante. Acompañé la ocurrencia de risas, a pesar de no acabar de ver su relación con lo de las jirafas. Luego sentí una quemadura en un brazo.

La fotografía, extraída de este sitio dedicado a Todd Solonz.

viernes, noviembre 03, 2006

La fantástica historia de John Cazale


Patti Smith - Gloria
No soy en absoluto iconoclasta, y de hecho tengo por máxima vital lo de "cuando desees meterte en la piel de alguien, antes imagínatelo aburrido". Muy pocas veces he querido ser alguien diferente de quien soy, quizás alguna vez reproduciendo ante un tablero una partida antigua he deseado por un instante ser Vyacheslav Ragozin, y recuerdo que en una ocasión deseé ser aquel tipo extraño que se paseaba por mi barrio con bastón y bombín. También una vez, una tan sólo, he deseado ser una mujer. Eso sucedió el día que, entre mis manos un vinilo cuya portada era una fotografía en blanco y negro de Robert Mapplethorpe, escuché por vez primera aquello de: "Jesus died for somebody's sins, but not mine".


The B-52's - Rock Lobster
Cuando me preguntan mis discos favoritos, dependiendo del día que tenga menciono unos discos u otros. Hace poco caí en la cuenta de que nunca menciono el primero de The B-52's. Pero tengo una cosa clara: si un día entra alguien en mi casa y a punta de pistola me quiere robar el ordenador y la televisión y el frigorífico, yo trataría de comportarme con mucha calma. Pero si lo que pretende llevarse es ese vinilo amarillísimo de B-52's, señores, si eso sucede yo ese día me juego la vida.


Wire - Another the letter + The 15th
¿Por qué ya no surgen bandas como ésta? ¿Tiene que ver con la educación, con las evidentes sobredosis de estímulos inmediatos o con algún tipo de evolución a peor de la raza humana? Como en casi todo, supongo que el problema no estará fuera sino dentro. No sé. Wire tienen tres discos maravillosos entre el 77 y el 79, "Pink Flag", "Chairs Missing" y "154", al que pertenece este "The 15th" y también una de mis canciones favoritas, "Map Ref. 41°N 93°W".


XTC - Making Plans For Nigel
Aquí seré breve. A XTC los ví en directo en Francia un día que fue de principio a fin tan raro que a veces incluso dudo que en realidad sucediese. Un día en el que mientras Moulding y Partridge atacaban este "Making Plans For Nigel" llegué a pensar que bien pudiera ser en aquel preciso instante la persona más feliz del mundo.

(El título del post no viene a cuento, ya lo sé, pero es que llevo todo el día con él en la cabeza...)

jueves, noviembre 02, 2006

Te destruiré con mi theremin

Bueno, bueno, esta sí que no se la van a creer. ¿Pues no resulta que llego a casa y me encuentro un marciano?

Así como lo oyen. He llegado a casa, he puesto la televisión para que se fuese calentando mientras me hacía la cena, porque hace un pitidito muy molesto que tarda un par de minutos en irse, he puesto el agua a calentar para cocer los macarrones, y al rato he escuchado una voz extraña que provenía del salón. He vuelto y en la pantalla de la tele se podía ver, pues eso, lo que viene a ser un marciano, uno que anunciaba que habían invadido la tierra y que teníamos, supongo que se refería al género humano en su conjunto, cinco minutos para despedirnos de nuestros seres queridos. A mí eso de que me invadan comunidades alienígenas me da un poco igual, cuestión de acostumbrarse, pero es que el bicho tenía la cabeza tan verde y tan apepinada y los ojos tan saltones que me ha dado un ataque de risa. Era como un cruce entre Jeff Goldbum y Blas, el de Epi. Yo entiendo que reirse no era para nada lo adecuado en esa situación, claro que lo entiendo, pero es que de verdad que no he podido evitarlo.

He cambiado de canal y ha resultado que en todos estaba el mismo marciano, una invasión en toda regla, aunque en cada uno sujetaba bajo su mano derecha algo diferente: la cabeza degollada del presentador del telediario, un espejo retrovisor en llamas o un balón desinflado, dependiendo del canal en cuestión. Total, un verdadero espanto, un cataclismo, y yo mientras ahí, venga a reírme, retorcido en el sofá. No podía evitarlo. En un momento determinado y haciendo gala de un don de la ubicuidad ciertamente admirable el marciano se ha materializado en mi salón y apuntándome con lo que imagino era un arma muy sofisticada me ha dicho:

- Y tú de qué te ríes, ¿no ves que te estoy invadiendo?

Y yo he respondido:

- Bueno, verás, que sí, que se ve que la invasión está muy bien preparada, y que va fenomenal en cuanto a lo del elemento sorpresa y todo eso, yo en serio que no me lo esperaba, para nada, pero es que...

Y me he tenido que detener, porque al oir mi voz los ojos del marciano se movían de lado a lado y, eso, que me resultaba absolutamente imposible contener las caracajadas.

- Pues a mí no me hace gracia - ha dicho entonces el marciano, con una cierta melancolía.

Yo lo último que quería era que el marciano se sintiese mal, que de verdad que a mí si hay algo que no me gusta en absoluto es reírme del aspecto de nadie. Pero es que aquello era como cuando entras en un restaurante chino y te preguntan ¿mesa pala cuatlo?, y sabes que está fatal reirte pero tienes el día tonto y no lo puedes evitar, y cuanto más intentas contenerte más risa te da.

En ese momento ha entrado mi chica en casa, y por el pasillo venía gritando: "¡No te vas a creer lo que acabo de ver!", y ha entrado en el salón, y ha visto al marciano y me ha visto a mí enfrente riéndome, y se le ha contagiado la risa como nos pasa siempre, y ha comenzado a señalar al marciano con una mano y con la otra a sujetarse el estómago, y hasta ha tenido que apoyarse en una pared para no caerse. En ese momento el marciano se ha agarrado el cuello de la camisa como hacen los policías de las series de televisión cuando quieren hablar con la central, y ha dicho:

- Soy yo... refuerzos... necesito refuerzos...

Fotografía de Aurelien Police.