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Me voy unos días a Barcelona a bailar, a ver si se me pasa. No me beban demasiado, y lean todo lo que puedan del enorme nuevo Premio Cervantes. Ah, y no me esperen despiertos.
Que cómo habrás llegado a esa silla, que quién diablos soy, que por qué tú, todo eso te estarás preguntando. Te digo de veras que no lo sé. Cuando descubrí de lo que era capaz - y a estas alturas ya debes imaginar que soy capaz de TODO - pensé que alguien me habría otorgado este don, un don que fuese parte de un gran fin. Y quise comprender, y subí, y llegué hasta arriba del todo, pero allí no había nadie. Estar arriba del todo no es fácil.
No me duele. Mira, no me duele. Y puedo seguir abrasando y rasgando, que seguirá sin dolerme. Mira.
Que por qué te elegí a tí, que por qué estás atado, que si te haré daño, todo eso te estarás preguntando. Has de saber que cuando descubrí de lo que era capaz decidí salir volando a una velocidad supersónica, pero no fui hacia el norte ni hacia el sur, eso hubiera sido demasiado sencillo. No, me dirigí hacia dentro. Y una vez dentro fui hacia atrás, donde comienza todo, y después adelante, donde hay más comienzos. Pero no ví nada, no ví a nadie. Ya he buscado en todas partes. He escrutado cada milímetro de mi piel, de mi alma, y aunque sé que soy capaz de todo, lo cierto es que aún no he encontrado nada. Y ahora voy a comenzar a buscar dentro de tí. Y si no encuentro lo que busco seguiré con otros. Lo siento de veras, pero no tengo alternativa. No es algo personal, de verdad que no.
Cierra los ojos, a tí igual sí te duele.
- Y tú de qué te ríes, ¿no ves que te estoy invadiendo?
Y yo he respondido:
- Bueno, verás, que sí, que se ve que la invasión está muy bien preparada, y que va fenomenal en cuanto a lo del elemento sorpresa y todo eso, yo en serio que no me lo esperaba, para nada, pero es que...
Y me he tenido que detener, porque al oir mi voz los ojos del marciano se movían de lado a lado y, eso, que me resultaba absolutamente imposible contener las caracajadas.
- Pues a mí no me hace gracia - ha dicho entonces el marciano, con una cierta melancolía.
Yo lo último que quería era que el marciano se sintiese mal, que de verdad que a mí si hay algo que no me gusta en absoluto es reírme del aspecto de nadie. Pero es que aquello era como cuando entras en un restaurante chino y te preguntan ¿mesa pala cuatlo?, y sabes que está fatal reirte pero tienes el día tonto y no lo puedes evitar, y cuanto más intentas contenerte más risa te da.
En ese momento ha entrado mi chica en casa, y por el pasillo venía gritando: "¡No te vas a creer lo que acabo de ver!", y ha entrado en el salón, y ha visto al marciano y me ha visto a mí enfrente riéndome, y se le ha contagiado la risa como nos pasa siempre, y ha comenzado a señalar al marciano con una mano y con la otra a sujetarse el estómago, y hasta ha tenido que apoyarse en una pared para no caerse. En ese momento el marciano se ha agarrado el cuello de la camisa como hacen los policías de las series de televisión cuando quieren hablar con la central, y ha dicho:
- Soy yo... refuerzos... necesito refuerzos...
Fotografía de Aurelien Police.