jueves, marzo 10, 2011

Lovesong

Me despierta el sonido de la alarma del teléfono. Sin embargo, según voy recuperando la consciencia me doy cuenta de que lo que suena no es la alarma sino una llamada. Cojo el teléfono, para ver quién llama, y el telefono me dice que quien llama es ella. Suelto el teléfono, aterrado. Los ojos como platos, el corazón a doscientos. ¿Qué demonios pasa aquí? Respiro profundamente, vuelvo a mirar el teléfono, y no, lo que suena no es una llamada, sino la alarma. La apago. Poco a poco me voy calmando y me convenzo de que el paso del sueño a la vigilia me ha jugado una mala pasada, nada más. Miro alrededor y no reconozco nada. Es lo que siempre me pasa, a pesar de que llevo casi diez años despertando regularmente en el mismo sitio. Más tranquilo, voy reestableciendo mis coordenadas espaciales. Ahí la puerta, a la derecha el baño, a la izquierda un pasillo, luego el salón. Me incorporo y miro el reloj. Las diez. Voy hasta el salón, luego hasta el equipo, pongo un disco, me dirijo al baño, me lavo la cara y vuelvo a la habitación. Miro el reloj. Las once. No puede ser. Eran las diez no hace ni cinco minutos. Pero no oigo música, y el disco que acabo de poner debería seguir sonando. A no ser que haya pasado una hora. Algo no va bien. Algo no va nada bien. Vuelvo corriendo al baño y me examino antebrazos y muslos. Nada. Apoyo la cabeza contra la pared más cercana y doy varios golpes. Piensa, piensa, piensa. La angustia me cierra la garganta. Piensa, piensa. Vuelvo al salón, pongo otro disco, extiendo la alfombra y me dispongo a hacer mi tabla de ejercicios matinal. Esto debería ayudar. La tabla se fundamenta en ejercicios de pocas repeticiones y gran intensidad, con especial atención al apartado postural, organizados a partir de varios módulos. El primero trabaja el tercio medio, los siguientes el tren superior e inferior, vuelta al tercio medio, y un último módulo dedicado a estiramientos. Total, alrededor de media hora. La inquietud me impide respirar con facilidad, lo cual dificulta determinadas maniobras, pero acabo completando el programa sin mayor problema. Recojo la alfombra y voy al baño a darme una ducha. Estoy mucho más calmado, pero aún así evito mirarme al espejo, evito mirar hacia la ventana y cuando entro en la ducha evito mirar el sumidero. Dejo que el agua caiga directamente sobre mi cara, mientras lentamente recupero el aliento. Luego abandono el baño y vuelvo a la habitación. Miro el reloj. Las doce. No puede ser. Eran las diez no hace ni cinco minutos. Pero no oigo música, y el disco que he puesto debería seguir sonando. A no ser que hayan pasado dos horas. Algo no va bien. Algo no va nada bien. Vuelvo corriendo al baño.