viernes, diciembre 31, 2010

Unos zapatos negros

La voz que sale de los altavoces sentencia: "once more the sound of crying is number one across the earth", y mi vista, dueña de sí misma, se eleva sobre el libro que estoy leyendo y queda fijada en ese pobladísimo espacio que habita entre la lectura y ninguna parte. Entonces, vete a saber por qué, me da por pensar en la colección de oxfords de Marta. Le recuerdo unos bicolor, en crema y marrón, que solía ponerse en días nublados. Estos zapatos se llevan con paraguas, decía. Recuerdo también unos burgundy con doble hebilla y punta cepillada que le gustaba llevar con unos pantalones de espiga grises cogidos justo por encima del tobillo. Y recuerdo sobre todo aquellos Church's en negro pulido, unos zapatos espectaculares, de verdad preciosos. Diana, que estos días se dedica a aprender a hacer punto, repara en mi presencia ensimismada, suelta las agujas y pregunta.
- ¿En qué piensas?
- En zapatos.
- ¿No tienes suficientes?
Pienso en los pies de Marta. Una mujer muy alta, piernas infinitas, pies grandes. Pienso también en los de Diana, siempre descalza en casa, pies finos y suaves pero de tendones poderosos, de nadadora experta. Y luego pienso en los de ella, y recuerdo un día en la playa, ella corriendo delante de mí y salpicandome de arena. Pero en realidad no sabría decir si es un recuerdo o el recuerdo de una fantasía. Cada vez me pasa más a menudo. Miro una fotografía y pienso que fue tomada un día determinado, y recuerdo el día entero, un viaje, unas vacaciones, una boda. Pero al final no estoy seguro de si ese viaje fue así, de si esas vacaciones existieron, de si alguna vez fuimos juntos a una boda. Y así todo. El verdadero dolor llega cuando ya no recuerdas qué era exactamente lo que te dolía. Se llama vacío. Estamos a 31 de Diciembre y aún no he roto nada. Feliz año.