lunes, enero 29, 2007

¿Te acuerdas de esa casita? Pues ahora han construído un hotel

El sábado voy a cenar a casa de mi hermana. Héctor acuesta a los niños y después prepara unas copas. Pienso en hablarles de un anuncio que he visto en una valla publicitaria y que me hace mucha gracia, pero al final no encuentro la ocasión. La conversación versa sobre los recuerdos. Eva se dedica a recitar una sucesión de anécdotas de mi adolescencia de las que no me siento especialmente orgulloso. Habla como si yo no estuviera delante o como si narrara detalles de la vida de un tercero, y Héctor entretanto me mira de reojo. Con su mirada parece decirme "a hostias te había enderezado yo". Eva me ofrece otra copa, pero le digo que estoy cansado y que me voy a casa.

Mientras voy en el metro me lo pienso mejor y me acerco al bar donde están estos. "¿No ibas a cenar con tu hermana?", preguntan, y me hacen un hueco en su mesa. Pienso en hablarles de un anuncio que he visto en una valla publicitaria y que me hace mucha gracia, pero al final no encuentro la ocasión. La conversación versa sobre los recuerdos. Antiguas parejas. JM habla de una novia que tuvo y que años después, tras hacerse muy famosa, le llamó para ofrecerle dinero por olvidar determinado detalle escabroso. Reímos. Yo hablo de una novia a la que mientras dormíamos le gustaba cogerme la mano y ponérsela bajo la cara, y de cómo me la llenaba de babas. Alguien dice "qué lindo", pero a mí el recordarlo me ha puesto mal cuerpo así que les digo que estoy cansado y que me voy a casa. Susana me dice "que duermas bien". Nerea me dice "a ver si te dejas ver más a menudo". JM me dice "eres un maricón".

Llego a casa pero ya no tengo sueño. Abro el "Revelación de un mundo" de Clarice Lispector. Apenas leo un par de páginas y lo dejo. Enciendo la televisión. Voy de canal en canal, pero no encuentro nada y la apago. Tampoco me apetece escuchar música. Me tumbo en el sofá y en silencio escruto las imperfecciones del techo. Pienso en el anuncio de la valla publicitaria. "Los hombres sólo piensan en una cosa. Y si es con asientos de cuero, mejor". Ya no me hace tanta gracia.

viernes, enero 26, 2007

Idioterne


Me gusta el techno.
Adoro las discotecas.
Mientras camino voy fijándome en las matriculas de los coches con los que me cruzo. Sumo las cifras pares y las impares, extraigo los números primos, multiplico los extremos y me peleo con cada cero. Y cuando llego a mi destino siempre llevo en la mente miles de números.
Ya, ya sé que no parece muy sano, pero peor sería ponerse una gabardina e irse a la puerta de un colegio.
Cuando estoy sentado en un bar con un grupo de amigos ordeno los objetos que aparecen sobre la mesa hasta crear la forma geométrica más cercana. El cenicero, los botellines, los platos vacíos, los vasos, los mecheros. Lo hago sin que nadie se dé cuenta, con movimientos casi inconscientes y sin perder nunca el hilo de la conversación. Y cuando alguien descoloca uno de los elementos o incorpora otro nuevo provoca en mi interior una tragedia de dimensiones cósmicas que me veo obligado a resolver de inmediato.
Ya, ya sé que no parece muy sano, pero peor sería subirse a un campanario con un rifle de mira telescópica.
Adoro las discotecas. Cuando me sitúo en la pista trato de agrupar a los allí presentes. Cincuenta y dos chicas morenas, doce tipos rubios, cuarenta chavalas con minifalda, setenta chicos con pantalones de color negro. Después todos se mueven. Levantan los brazos, y los focos me deslumbran, y cuando vuelvo a fijar la vista todo se ha convertido en un nuevo caos. Y sudo y me mareo y mi garganta se cierra y las piernas me tiemblan. Entonces comienzo al fin a oir la música. Comprendo que jamás aliviaré el desorden, me calmo y me entrego al ritmo. Cierro los ojos y comienzo a bailar. Y sonrío. Disfruto. Al fin encuentro descanso.
Me gusta el techno.

viernes, enero 19, 2007

Dentaduras postizas

- ¿Cómo te llamas?
- Judith.
- Venga ya.
- ¿Qué pasa?
- Es la clase de nombre que te dan ciertas mujeres cuando no quieren darte el verdadero.
- ¿Me estás llamando puta?
- ¿No?
- ¡Me estás llamando puta!
La has cagado. Has insultado gravemente a una dama. Deberías irte a casa. Las cosas tan sólo pueden ir a peor. Si te quedas en el bar acabarás vomitando sobre tu americana favorita. El portero centroeuropeo te hará rodar por el callejón. Acabarás participando en una conga a ritmo de merengue.
- ¿Cómo te llamas?
- Edith.
- Vaya día. Acabo de conocer a una que se llama Judith.
- ¿Me estás llamando puta?
Deberías irte a casa. No pidas otra copa y vete a casa. Es tu deber. Aunque también es posible que estés dispuesto a enmendar tu error. Que sientas deseos de presentarle a Judith tus más humildes disculpas. Que te dediques a lanzarle miradas de súplica. Que te esfuerces en mostrarte arrepentido. En fin, es posible que ella acabe respondiendo con simpatía a tus ruegos.
- Judith, quizás te apetezca que vayamos algún día a los coches de choque.
Es posible que ese primer paso en falso no haya logrado abatir un amor predestinado. Que esteis hechos el uno para el otro. Que disfruteis de un noviazgo pleno de batidos de fresa y visitas al videoclub. Que vuestras amistades os bañen de arroz en una boda blanquísima. Que tengais un niño muy sano que acabe estudiando Económicas. Que aguardeis la vejez caminando de la mano por el parque y compartiendo el líquido en el que bañais vuestras dentaduras postizas. Que un Domingo por la mañana te visiten tu hijo y su esposa.
- Papá, vamos a tener un niño.
- Qué alegría, hijo mío.
- Y le vamos a poner tu nombre, papá.
- Qué gran alegría hijo mío.
Y es posible que un par de años después tu hijo vuelva a visitarte.
- Papá, vamos a tener una niña.
- Qué alegría, hijo mío. ¿Y le pondreis el nombre de tu madre?
- ¿Judith? No jodas, papá.

jueves, enero 18, 2007

Sunny Road



Emiliana Torrini.

(+) Dominofestival, Ab Brussels 2006.

Today Has Been Okay.


To Be Free.

martes, enero 16, 2007

Entrega de premios

Llego tarde a la fiesta. Veo a Sebas, le doy un abrazo y le digo "enhorabuena, cabrón, te lo mereces". Está con su chica y con la hermana de su chica y con el novio de la hermana de su chica. Hablan del sexo al margen del amor. Demasiado trivial, así que les digo que me disculpen y me acerco a la barra a pedir una copa. Mientras me la ponen pienso en el sexo al margen del deseo y en el sexo al margen de la salud. Me encuentro con JM, que está con dos borrachas. Una de ellas se empeña en enseñarme las tetas. Dice que son nuevas. Finjo que voy a saludar a un conocido y me libro de ella. Luego un tipo muy alto me saluda de forma efusiva y exclama "¡qué tiempos aquellos!". No sé quién es, ni sé a qué tiempos se refiere. Le sigo el juego, pero supongo que al final se da cuenta de que no le reconozco y se va. Más tarde veo a Diana, con una amiga. Está preciosa. Me dice "qué alegría por Sebas", le digo . Me pregunta "qué tal estás", le digo bien. Me dice "te queda bien el nuevo corte de pelo", le digo no sé. Tras despedirnos entro en el baño y vomito. Salgo y busco a la borracha, por si sigue interesada en enseñarme las tetas. No la encuentro. Me pongo la americana y me voy a casa.

lunes, enero 15, 2007

Frivolité

La mujer de tu hermano te bombardea con emails en los que aparecen palabras como húmeda. Llegas pronto a casa y encuentras a tu novia entregada a prácticas sexuales inauditas con dos operarios de Gas Natural. Tu gran amigo de la infancia te conduce a un aparte en el bar, desliza su mano por tu cintura y a continuación intenta besarte mientras susurra cariño mío...
Todo ello intrascendente arenilla en comparación con el descomunal pedrusco de tragedia que supone mi nuevo corte de pelo.
Pensé que bastaría con modificar algo insustancial, aunque en el fondo sabía que a nadie se le desalborota la vida porque pinte de verde las paredes del cuarto de baño o mueva los enchufes del salón. Pensé en cambiar de sofá, pero le estoy empezando a coger cariño. Pensé en apuntarme a una autoescuela, pero apenas pude contener la risa. Así que al final he decidido visitar al peluquero, y le he dicho corta. Y adios al flequillo que juguetón se enredaba en mis pestañas, adios al mechón que abrigaba mis oídos. Adios.
He quedado a desayunar con Eva:
- Así de corto te queda muy bien.
Luego me he cruzado con mi simpática panadera pelirroja:
- Así estás muy guapo.
Después he visto a la chavala de mi cafetería favorita:
- Así, que se te vean los ojos, que los tienes muy bonitos.
Yo cada vez que me miro en un espejo me quiero morir.

jueves, enero 11, 2007

El tercer hombre

Hace casi un mes que no paso una noche en casa sólo y sobrio. Pero al fin me apresto a hacerlo. No hay nada que me apetezca más. Abro una botella de buen vino que tenía guardada para una ocasión especial, saco una bolsa de patatas Lays serie grandes sabores ibéricos, variedad jamón, introduzco en el reproductor el DVD de 'El Tercer Hombre', y me siento en el sofá, dispuesto a dejar pasar el tiempo de forma, al fin, inofensiva.

Suena la puerta. Joder. ¿Abro o no abro? A la mierda, abro. Es Martina. Esbozo una sonrisa y digo "qué tal, feliz..." y sin dejarme acabar la frase da dos pasos hacia mí, levanta su mano derecha y con un gesto que de tan fugaz es casi invisible me mete un guantazo de proporciones siderales. Después dice "tú eres idiota o qué" y dice "por qué no me devuelves las llamadas" y dice "estaba muy preocupada". Y yo digo "qué llamadas" y digo "niña, vaya derechazo". Ella dice "ni siquiera me has llamado para felicitarme el año nuevo" y dice "me contaron lo de Diana" y dice "igual te he dado demasiado fuerte". Y yo digo "es que hace días que no paso por casa" y digo "no tenías de qué preocuparte" y digo "hostia, qué daño".

Luego me pide disculpas y pone cara de pena. Yo hago lo mismo, pero a mí me sale mejor porque lo de tener media jeta colorada ayuda. Le digo que me disponía a ver 'El Tercer Hombre', que tengo buen vino y tengo patatas, que si se apunta. Ella dice que vale. Y nos sentamos, pero apenas atendemos a la película porque nos dedicamos a hablar de cosas que no vienen ahora al caso. Al principio hablamos los dos, pero luego habla ella sóla porque a mí me encanta oirla hablar. Tiene un tono de voz suave, bien modulado y un tanto grave, casi neutro. Y así seguimos un buen rato, ella enlazando frases sin el menor esfuerzo, y yo escuchando embelesado. Una delicia.

Más tarde abro los ojos. Me duele el cuello. Estoy sentado y tengo una manta sobre las piernas. En la televisión ya no está Joseph Cotten, sino Pau Gasol. Estoy sólo. Al principio pienso que estoy soñando. Luego pienso que no, que acabo de despertar y que el sueño ha sido lo de Martina y su guantazo. Pero después me noto algo en la frente, y me la toco, y resulta que tengo un post-it pegado, y lo leo y pone:

Ya te vale, quedarte dormido.
Tú no tienes una hostia, tienes DOS.
Que descanses. Un beso.

O sea, que me he quedado dormido. Martina me estaba hablando y me he sobado. Soy lo peor de lo peor. En este sofá últimamente me pasan unas cosas rarísimas. Será eso, el sofá.

lunes, enero 08, 2007

En los huesos

Es la noche de Reyes pero acabamos en el mismo bar de siempre. Cuando entra un grupo de gente entre los que se encuentra una enana me giro de inmediato hacia Sebas, quien ya está diciendo "por encima de la barra, la tiro por encima de la barra". Le digo que lo deje, que no me hacen gracia esas bromas. Se lo digo muy serio, para que me haga caso, pero en realidad me importa poco ya que estoy más pendiente de una morena que me mira desde la barra. Media melena, pelo negro, ojos negros, botas negras, minifalda negra. Un esqueleto espléndido. La miro. Me mira. Me acerco, sin quitarle ojo. Mientras lo hago pienso "se parece a una de esas figuritas de Swarovski", y cuando llego a su altura se lo digo: "pareces una figurita de Swarovski". Sonríe. Le gusto. Vale. Luego hablamos de las ventajas de la cocina a vapor y del ocaso de los videoclubs, de las frases hechas y de la Wii. Y para todo encuentra una respuesta ingeniosa o un comentario simpático. Emite unas vibraciones tan positivas que me siento hipnotizado, a punto de perder pie, al borde del balbuceo. En el bar suena una canción de Madonna.
This is who I am, you can like it or not,
you can love me or leave me 'cause I'm never gonna stop.
No mucho después recorremos el trayecto que separa el bar y mi casa enfrascados en un vals de besos y risas. Nos besamos junto al cajero, nos besamos en el portal, nos besamos subidos en el ascensor. Tardo una eternidad en conseguir abrir la puerta porque no encuentro las llaves. Juega conmigo. Me impide buscarlas. Cuando al fin llegamos al salón repara en los discos que tengo tirados por el suelo, en las paredes, sobre la mesa. "Joder, cuántos discos", dice. Les echa un vistazo, elige uno de Sam Cooke y cuando comienza a sonar "I'll come running back to you" me propina un empujón que me lanza sobre el sofá. Comienza a bailar. Y a quitarse la ropa. Su forma de moverse es embriagadora y tiene una sonrisa que vale un universo. Cuando termina de desvestirse sigue bailando, desnuda. Me fijo en sus caderas, en sus hombros, en sus rodillas. Su esqueleto es aún más sublime de lo que antes me había parecido, ya que a la armonía de sus proporciones une unos músculos longilineos y tonificados, indicativos de un presente esforzado. Me fijo en sus muslos, en su vientre, tensos. En las aureolas de sus pezones, grandes y de un tono muy oscuro. Y en sus manos, que balancea en el aire al ritmo de la música. Arriba, girando, dibujando figuras en el aire.
Es entonces cuando comienzo a llorar.
No es una lágrima furtiva ni un leve sollozo. Es un llanto torrencial, es un manantial de pena, es un tsunami de amargura. Dios, es la premiere de "Lo que el viento se llevó". Durante unos instantes se desata la tormenta, pero ella no se da cuenta y desperdicia una danza sin público. Al fin me ve y apaga la música. Pregunta "qué te pasa". "No lo sé", respondo. No lo sé, no tengo ni idea. Pienso que se va a vestir y se va a ir. Pienso que me va a insultar. No es para menos. Pero no hace nada de eso, sino que se sienta a mi lado, coge mi cabeza y la coloca sobre su pecho. Después comienza a moverse, a mecerme. Y tararea una canción de cuna.
Tú eres un niño que está triste, eres un niño que no sueña,
y la gaviota está esperando para venir cuando te duermas.

Su pecho huele a perfume caro. A jazmín, vainilla y lavanda. Es el mismo perfume. El mismo. Ya es casualidad.