lunes, diciembre 26, 2011

El nudo mágico

Se enfada porque me pide que la agarre del pelo y la llame puta y le digo que no. Se enfada, se tumba dándome la espalda, y cuando le pongo la mano en el hombro se levanta y entra en el baño dando un portazo. No es que yo tenga nada en contra de tales prácticas, todo lo contrario, aquí se han llegado a utilizar materiales que requerían de una concienzuda esterilización previa, y alguna mañana, al volver la vista atrás, hubiera podido afirmar que esto se asemejaba más al escenario de un crimen que a un lugar de descanso. Pero en esta ocasión no me ha parecido que estuviese ante un jugar o un experimentar, sino ante un darse una bofetada con la mano de otro, y al imaginar el final de la escena no he visto una sonrisa cómplice sino una lágrima, una mujer desnuda llorando, el infierno.
Me levanto y voy hasta la puerta del baño.
- ¿Estás bien?
- Déjame en paz.
Si estuviésemos inmersos en una larga relación se le podría encontrar a todo esto alguna explicación, cuando un silencio significa un reproche, cuando un gesto torcido adelanta un vaticinio. Pero apenas nos conocemos desde hace cuatro horas, aún no es tiempo de conjeturas. No entiendo nada, y lo que de verdad me apetecería ahora es vestirme y largarme, pero no parece lo más inteligente dado que estamos en mi casa.
- Venga, sal y te doy una patada en la rodilla si quieres.
Pego el oído a la puerta. Nada.
- O asoma los dedos y te los pillo con la puerta, va.
Nada. También se me ocurre que quizás haya malinterpretado las señales, claro. Que tal vez me encuentre ante una persona que ha necesitado reunir todo su valor para pedir lo que quería, ante lo cual yo, siendo como no soy, la he tratado como la habría tratado cualquiera. Y de repente me pica la espalda y no me apetece otra cosa que hundir la cabeza en la pared, y no sé si es porque estamos en Diciembre o porque me siento la mar de decepcionante. Ella ha puesto todo lo que tenía y yo no he puesto nada. Y me siento en deuda, una deuda que no se paga con dinero de otro. Así que me siento y apoyo la cabeza contra la puerta. Y luego le cuento lo del accidente.