sábado, diciembre 31, 2005

viernes, diciembre 30, 2005

Música de baile

Corre el año 1971, y Dee Dee Warwick (nacida Delia Warwick, hermana de Dionne "I'll never fall in love again" Warwick y prima de Whitney "sí, esa Whitney" Houston), es enviada por el que entonces era su sello, Atlantic, a Alabama para grabar unas canciones. Allí, junto a un puñado de los más extraordinarios músicos de soul de todos los tiempos, los que habitaban los legendarios estudios Muscle Shoals (que ese mismo año grabarían el "Sticky Fingers" de los Stones), daría una nueva vuelta de tuerca al ya enorme "Suspicious Minds", ese himno a la desconfianza y los celos escrito por Mark James que en 1969 proporcionase a Elvis Presley uno de los más grandes éxitos de su carrera.

Una voz extraordinaria, una base rítmica que se mueve a medio camino entre el soul sureño y el funk, las cuerdas de Wade Marcus y unos vientos marca de la casa conforman una grabación extraordinaria. Y cuando Dee Dee afirma dolorida "¿por qué no puedes ver, lo que me estás haciendo, cuando no crees ni una palabra de lo que te digo?" ganas dan de coger de la pechera a su amante, el celoso, el de la mente que sospecha, y soltarle un "que la creas, coño, que te dice la verdad, ¿es que no lo ves?".


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jueves, diciembre 29, 2005

Cuarenta mil watios

Me limitaré a exponer fríamente los hechos, a pesar de que el hecho de ser el narrador podría permitirme darle al protagonista, yo mismo, un perfil más amable. Y no quiero entrar en la génesis del asunto, pero sí diré que fue un asunto que finalizó con ella diciéndome (más o menos) eres insoportable, no sé cómo pude confiar en tí, eres un impresentable, mira que me lo dijeron y no me lo creí, de dónde coño saliste, lo tuyo es grave, no sé cómo puedo ser tan idiota, y además (y esto, textualmente) preferiría que me descargasen cuarenta mil watios en el higo antes que pasar un sólo minuto más contigo. Sí, como suena, no dijo voltios, dijo watios.

Aquella tarde, presa de un agudo sentimiento de culpa, y con lo de los cuarenta mil watios retumbándome en los oídos, procedí a vender en acto de penitencia mi copia original del 'Kinda Kinks' de los, eso, Kinks, por ocho mil pesetas, para, a los tres meses, comprar de nuevo la misma copia por doce mil. Lo que me lleva a preguntar: ¿alguna vez le habeis puesto precio a vuestra catadura moral?, ¿alguna vez habeis medido cuánto vale vuestro arrepentimiento? Yo sí, ya veis, y el mío vale cuatro mil pesetas. Veinticuatro euros de nada.

La ilustración, de Thorsten Hasenkamm.

martes, diciembre 27, 2005

Encerrado en este hospital tomando pentotal

Crecí en un edificio cuyo piso bajo estaba ocupado por una clínica especializada en la implantación de prótesis, así que me crié acostumbrado a ver cuerpos mutilados y familiarizado con términos como rueda corsé, prótesis modular o correctores estético-funcionales. Gente con el brazo cortado a la altura del codo o de la muñeca, personas que caminaban sobre piernas de madera y otras escenas similares componían el paisaje habitual que yo, siendo un crío, me encontraba cuando bajaba por las tardes a comerme el bocadillo de nocilla o a jugar al fútbol con mis amigos. Y aún así, tan acostumbrado como estaba a contemplar cuerpos incompletos, me resulta difícil de explicar el tremendo impacto que me produjo el encontrarme cara a cara, por vez primera, con alguien que lo que tenía mutilado no era el cuerpo, sino la mente. Y no, no me refiero a ninguna suerte de retraso mental, no, sino a la ausencia de alguno de esos interruptores básicos que todos manejamos en un momento u otro para imponer la lógica sobre el corazón. Me refiero a alguien que resulta perfectamente normal a simple vista o tras una conversación casual, pero que revela todas sus carencias en un momento dado. Y Sara, la envidiada Sara, la popular Sara, tenía totalmente mutilado algo, ya lo creo, y ese algo era la razón.

A Sara la conocí tal día como hoy, 27 de Diciembre, hace 18 años, el día después de...

Fotografía de JS Rossbach, perteneciente a las Anemic Series, vía Erotismo Gráfico.

sábado, diciembre 24, 2005

La barba blanca, el traje rojo y un reno

... y me repetía "castígame, castígame, castígame", una vez tras otra, hasta que el agotamiento nos empujaba, a mí hacia el sueño, y a ella hacia la melancolía.

Su pasatiempo favorito consistía en dibujar, y, de veras, aquello era algo que se le daba insultantemente bien. A veces, aburrida, pintaba animales imposibles de rostros fantásticos, con tres ojos y dos pares de orejas, o con labios en el ombligo y la cara pintada de espirales, o con un pico de pájaro y trenzas holandesas. Cuando terminaba su dibujo me lo ponía delante de los ojos y exclamaba divertida "¡se parece a tí!", y no paraba de reír hasta que nos enzarzábamos en una guerra de cosquillas, una guerra que sabía bien que acabaría por perder, y que finalizaba con ella, siempre ella, el rostro sofocado por el esfuerzo y la voz jadeante, suplicando "azótame los recuerdos, núblame los sentimientos, desgarra esta pena, hazme sufrir, castígame".

Fotografía de Saryn Angel.

viernes, diciembre 23, 2005

Castígame

Era diminuta, muy bajita, muy delgada, y guapa como nadie que hubiese visto nunca. Su gusto en el vestir era envidiado y sus gestos, imitados. Llevaba unas gafas de pasta, de un color tan negro como su pelo, en cuya montura éste, tan revoltoso, se enredaba. Sus ojos eran de un verde injusto y sus labios precisos y emocionantes. Sus piernas gozaban de la musculatura perfecta, sus hombros se alineaban con la perfección de la sencillez y sus caderas eran un sueño. Y cuando nos metíamos en la cama me susurraba cada noche, siempre en voz muy baja, siempre muy cerca, entornando la mirada, esbozando una media sonrisa: "apaga la luz y castígame". Castígame...

Fotografía de Nelly Recchia, vía ToucheSexy.

jueves, diciembre 22, 2005

Going through my helpless fingers

'The taste still lingers, going through my helpless fingers, you slipped away, sweet bitter love'. Si todas las canciones fuesen como las de Van McCoy, si todas las voces fuesen como la de Aretha...


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martes, diciembre 20, 2005

De eso no quiero hablar...


"La conversación se compone en su mayor parte de cosas que no se dicen". Cees Nooteboom.

Fotografía de Larry Fink, de su serie "The Forbidden Pictures".

lunes, diciembre 19, 2005

Oda a Rory Gilmore

Lo reconozco, yo fuí uno de esos afortunados que celebraron el paso de la adolescencia a la edad adulta con un bello y luminoso hostión. Sí, con una galleta, un sopapo. Y me gustó tanto, lo redondo del movimiento, lo sincronizado del juego de manos, que, presa de un caracter ingobernable, me acerqué y me llevé otro par. Para que no se me alarmen los sensibilizados con el caso-Jokin, diré que aquellos eran otros tiempos, los 80, una década en la que crecer no era sencillo, con los más variados peligros acechando tras cada esquina: la heroína, las peleas entre barrios, las enfermedades venereas, los pantalones de pinzas... No era inusual entrar en un bar y ver a gente entonando el Y.M.C.A de Village People al ritmo de "chope!, yo no quiero jamón, yo quiero chope!". Sí, así de peligroso. Así que era fácil cometer errores, y no era aún políticamente incorrecto el solucionarlos a las bravas. Y punto, que ya no voy a entrar en más detalles sobre aquello porque, tan merecido como me lo tenía, no me dejaría en buen lugar.

El caso es que últimamente, e hipnotizado por uno de los dos componentes básicos de la nostalgia, la impredictibilidad (el otro es la inoportunidad), de vez en cuando, ante la contemplación de ciertos adolescentes, y no necesariamente los más díscolos, recuerdo mis años mozos y pienso para mis adentros: "hay que ver qué bien le venía a éste un buen soplamocos". Yo no soy así, de natural, así que tal apología de la violencia tiene un por qué, como todas las apologías, y es este: he visto un capítulo de la, al parecer, longeva y exitosa serie americana "Gilmore Girls", y me he topado con Rory Gilmore, papel interpretado por la melosa Alexis Bledel (que hay que ver qué rica estaba en "Sin City"). Por ponernos en antecedentes, la serie trata de una mujer, Lorelei, madre-amiga soltera desde los dieciseis de la tal Rory, una chavala adolescente, y de los problemas de ambas con los hombres, la familia, la amistad, la vida, ya saben, lo de siempre. Decir que el argumento queda invalidado desde el primer momento por la elegante presencia de Lauren Graham (Lorelei), que hace absolutamente increíble creer que semejante bellezón haya tenido que criar ella sóla a una hija. Yo la hubiera ayudado gustoso a cuidar no ya de una hija, sino de siete hijos y cuatro gatos si hubiese hecho falta, y seguro que no soy el único. Bueno, el caso es que la tal Rory es de un repipi, de un redicho, de un cándido, de un sabelotodo, de un divino, de un PERFECTO, que le hacen exclamar a uno "que su madre espabile ya y le suelte a esta niña un buen bofetón, ¡por Dios!". En el capítulo que he visto hoy, Rory llevaba a su novio, un jovencito guapetón (obviamente), ocurrente (claro) y multimillonario (por supuesto) a casa de sus abuelos, y su catálogo de miraditas y frases ocurrentes han hecho a Rory, la odiosa Rory, acreedora de mi desprecio más visceral. Lo malo es que creo que van ya por la sexta temporada y aún no le han dado su merecido, como sigan así se les va a hacer tarde y eso luego ya no hay quien lo arregle, aviso. Esto en 'Matrimonio con hijos' no pasaba.

sábado, diciembre 17, 2005

No se puede vivir con tanto veneno

Ella me dijo que vivía en una canción, una canción de Cocteau Twins, una canción que se llamaba Three-Swept. Yo me comporté como un cretino y le dije que eso no era posible, que no se podía vivir en una canción, que ya era hora de que madurase y se enfrentase al mundo real, que dejase de pensar en tonterías.

Ahora ha pasado el tiempo y soy yo el que vive en una canción, y la canción es de Cocteau Twins, y se llama Three-Swept. Pero de ella aquí ya no queda rastro, y quisiera creer que no me hizo caso, que todavía sigue pensando en tonterías, y que aún vive en canciones.

Y no sé si será porque los días de resaca me empujan a la melancolía, pero me gustaría saber en qué canción vive ahora. Para entrar a buscarla. Y pellizcarle la barbilla. Y arrancarle una sonrisa.

jueves, diciembre 15, 2005

A oscuras

Por las noches se acostaba con un cuaderno y un bolígrafo, apagaba la luz, y así, a oscuras, se lanzaba a escribir. Al despertar, a la mañana siguiente, cogía el cuaderno y disfrutaba contemplando no ya lo que hubiese escrito, a lo que de hecho no prestaba la menor atención, sino el cómo las lineas se torcían y se cruzaban, cómo las palabras tan pronto resultaban ridículamente alargadas como alborotadas sobre sí mismas, y, y esto era lo que más le gustaba, cómo las palabras acababan precipitándose, sorprendidas, por los bordes de las hojas.

Cuando caminaba por las calles, andaba ensimismado buscando trozos de ladrillo, los cuales guardaba en una bolsa y una vez en casa limaba y pintaba de los más variados colores. Su colección abarcaba ya toda una estantería, dispuestos sin orden aparente, y por las tardes le gustaba ir cogiéndolos uno a uno tratando de recordar dónde los había encontrado. Cuando no podía dedicarse a ello lo echaba de menos, y esto ocurría muy a menudo, ya que era viajante, un viajante que vendía maquinaria agrícola, y que con una maleta repleta de folletos arrugados y catálogos obsoletos recorría las ciudades más recónditas del mapa. En los hoteles, al caer la tarde, él se quedaba sentado, lo más cerca posible del teléfono y la puerta, la televisión siempre apagada, la chaqueta puesta, y esperaba una llamada, una llamada que sabía imposible, pero que no obstante seguía esperando porque ya no se le ocurría qué otra cosa podía hacer.

miércoles, diciembre 14, 2005

Saltadora

Corría el año 1997, la ciudad, Paris. Me encontraba en la cafetería de un céntrico-centro comercial tomando un noisette y lamiéndome las heridas causadas por el irresoluble huracán desatado la noche anterior, cuando reparé en la presencia a mi lado de una muchacha que parecía estar muy nerviosa. Las sillas eran como de peluquería, enrraizadas en el piso y con apoyapiés a media altura, y la muchacha era rubia y de ojos de un azul escandaloso. Golpeaba con saña el sobrecito de azucar de su zumo de naranja cuando pregunté, en perfecto castellano y a pesar de que ni el entorno ni sus rasgos invitaban a pensar que me pudiese entender, "¿nerviosa?". Ella respondió en inglés "¿nerviosa? ¿que si estoy nerviosa? Hay días en los que todo empieza a ir mal, y esos días me dan miedo". Le comenté que tenía muy buen inglés pero no parecía inglesa, y me respondió que era sueca pero estudiaba en Dallas. Me dijo también que acababa de llamar a su hotel, que su entrenador le había dicho que había unos problemas con las acreditaciones, que llegaría en media hora, que si no llegaba en ese tiempo ella debía coger un taxi hacia el estadio. ¿Entrenador?, ¿estadio?, pregunté. Soy saltadora, de altura, y compito esta tarde, respondió. Cabe decir en este punto que era de esas personas que cuando te hablan hacen desaparecer el entorno, que te fijan los ojos y ni apartan su mirada ni te permiten apartar la tuya, que gesticulan sin parar y te agarran cuando notan que pierdes atención, de esas personas para las que las únicas barreras son aquellas que aún no han descubierto. Le pregunté si era buena, me pareces buena, le dije. Soy buenísima, y pronto seré la mejor, sólo me queda demostrarlo, dijo, con gesto orgulloso. Quizá para el salto de altura te falten unos centímetros, qué mides, ¿1,75?, pregunté. Sí, 1.75, pero me sobra técnica, respondió, esta vez con una sonrisa que resultaba toda una apoteosis de confianza y sinceridad. Después hablaríamos de mil cosas, de la personalidad inalcanzable de Henkel y de la técnica impecable de Kostadinova, de lo dificil que es vivir lejos de la ciudad en la que uno se crió, de la displicencia de los camareros parisinos, y cuando al fin apareció su entrenador (quien me miró por cierto de forma extremadamente hostil, no se lo reprocho), ella me puso en la mano un ticket, me dió un beso en la mejilla y me dijo: "ven a verme, verás como no mentía".

Esa tarde, mientras en un restaurante a los pies del Montmartre la dulce Ana se convertía en la segunda mujer, que no la última, que me gritaba "no aguanto más, estar contigo es una odisea", Kajsa, Kajsa Bergqvist, a quien no fui a ver, de quien aún guardo aquel ticket, escalaba un nuevo peldaño en su imparable ascenso hacia un sueño. Ese mismo año se proclamaría campeona de europa sub-23. Después sería una vez campeona del mundo y una vez campeona de europa al aire libre, dos veces campeona del mundo y una vez campeona de europa indoor, medalla de bronce en las olimpiadas de Sydney, y dos veces nombrada "mejor saltadora de altura del mundo" por la revista Track & Field. Este mismo año, 2005, ha participado en catorce eventos ganando trece. Hoy me enteré de que ayer cumplía 29 años, dos meses y un día, y recordé todo aquello, y me ha dado por escribirlo. Felicidades Kajsa, buena suerte.

martes, diciembre 13, 2005

Un jardín encarado al norte

"Un día vino a visitarme un desconocido. Eso es lo que recuerdo del año 1978. Las visitas no abundaban, sólo venía mi hija y una señora y otra muchacha que decía ser mi hija también y que era bonita como pocas. El desconocido nunca había venido antes. Lo recibí en el jardín, mirando hacia el norte, aunque todos los locos miran hacia el sur o hacia el oeste, yo miraba hacia el norte, y así lo recibí. El desconocido dijo buenos días Quim, cómo estás hoy. Y yo contesté que igual que ayer e igual que anteayer y después le pregunté si lo enviaba mi antiguo bufete de arquitectura, pues su cara o sus modales me sonaban de algo. Entonces el desconocido se rió y dijo cómo es posible, hombre, que no te acuerdes de mí, ¿no estarás exagerando? Y yo también me reí, para que entrara en confianza, y le dije que en modo alguno, que mi pregunta era tan sincera como podía ser cualquier pregunta. Y entonces el desconocido dijo soy Damián, Álvaro Damián, tu amigo. Y luego dijo: nos conocemos desde hace muchos años, hombre, cómo es posible. Y yo para calmarlo o para que no se entristeciera dije sí, ahora me acuerdo. Y él sonrió (aunque no percibí que sus ojos se alegraran) y dijo eso está mejor, Quim, como si mis médicos y enfermeros le hubieran prestado sus voces y sus preocupaciones. Y cuando se marchó supongo que lo olvidé, pues al cabo de un mes volvió y me dijo yo ya he estado aquí, este manicomio me suena, los mingitorios están allí, este jardín está encarado al norte. Y al mes siguiente me dijo: llevo visitándote más de dos años, hombre, a ver si haces un poquito de memoria. Así que hice un esfuerzo y la próxima vez que volvió le dije cómo está usted, señor Álvaro Damián, y él sonrió pero sus ojos continuaban tristes, como si mirara todo desde una pena muy grande".

Extraído de 'Los Detectives Salvajes', de Roberto Bolaño, 1998.

(La foto, uno de los maravillosos retratos que se pueden encontrar en Mute)

domingo, diciembre 11, 2005

Encadenados a sus cicatrices

Recordaba perfectamente el día en que se animó a decirle "átame". No tuvo miedo entonces a lo que pudiese depararle el futuro, porque sabía que merecía la pena arriesgar. Tuvo miedo tan sólo de no saber elegir correctamente las palabras, de acabar diciendo, por pudor o por torpeza, algo distinto a lo que quería decir. Al principio él reaccionó un tanto sorprendido, pero acto seguido, sin mediar palabra, agarró la cuerda que ella le ofrecía y le amarró las muñecas al cabecero de la cama. Después, agarrando con firmeza el pañuelo de seda que había enredado en su cuello, la llevaría donde hacía tiempo, mucho tiempo, que no estaba. Y fue feliz.

Sin embargo, ahora todo había comenzado a cambiar. Ahora, una vez atada, los antebrazos fuertemente amarrados a los tobillos, la cintura compartiendo tramo de cuerda con muslos y antebrazos, su pelo, tan rojo y tan largo, anudado al cabecero, él se levantaba, salía, traía objetos, y se los insertaba. Le gustaba, sí, pero no era lo que ella quería, no con él. Y así hasta que por fín, una noche, él la dañó. Le gustaba, también, pero no era lo que ella quería, no con él. El le hizo daño y luego, cuando el deseo se desbordaba, le dió media vuelta y se deshizo sobre su pelo, notó el líquido caliente impregnando su melena, los genitales rozando su nuca. Por vez primera, llegó ese momento y sus ojos no se miraron. Y ella conocía muy bien aquel comportamiento: aquello había dejado de ser un juego a dos, había dejado de ser amor, y ahora él jugaba sólo. Ella le había abierto la puerta de su mundo y ahora él ya pensaba que era suyo. Y no, no era suyo, de hecho no tenía ni idea de dónde estaba. Ni idea.

No obstante, esta vez decidió actuar de forma diferente a como lo había hecho antes, con los otros. Decidió no salir corriendo, decidió no hacérselo pagar. Decidió no hacer nada, tan sólo por una vez siquiera ser normal, y hacer lo que hace todo el mundo, vivir encadenada a sus cicatrices, enganchada a remedios caseros para el dolor, respirando a través de las heridas. Así que aquella noche se pintó a conciencia, dispuso sobre la cama su mejor conjunto de latex, y se entregó con un esmero que bien podría confundirse con deleite a la tarea de rasurar el vello carmesí de su pubis.

sábado, diciembre 10, 2005

Change your heart, look around you

Suelo llegar tarde. Desde siempre. No demasiado tarde, no. Lo suficiente.

viernes, diciembre 09, 2005

Pero... ¿5, sólo 5?

¿Renovarse o morir? Morir, sin duda, pero mejor otro día. Por ahora prefiero renovarme, aunque sólo sea en la lateralidad. Ahí, en la barra lateral, como podreis observar, he añadido links a un buen puñado de magníficos photoblogs, los incluídos en el mensaje 'mis ojos, sin tus ojos, no son ojos', y además una nueva sección llamada 'Pero... ¿5, sólo 5?', donde pretendo incluir un Top 5 musical del momento. Ya sabeis, un top, una lista, una de esas cosas que en cuanto uno acaba de hacer ya está deseando cambiar.

Para empezar, he comenzado incluyendo una canción de Envelopes, los autores del disco pop del año, 'Demon', algo así como una fusión del lado más naive de Papas Fritas y el más malvado de Moldy Peaches. He incluído 'Glue' porque la guitarra que lo adorna me trae martir, así que dejo para otra ocasión esa monada en la que Audrey canta "I was in the country with Clint Eastwood and Steve McQueen". Para continuar, he metido el "For Real" de Okkervil River, la canción bandera de los autores del disco neo-country-rock del año; el "Pillowtalk" de Isolée, que son los más emocionantes diez minutos que haya dado la electrónica en este 2005; el "Dangerous Heady Love Scheme" del resucitado Merz, una melodía de gran belleza que sabrán apreciar especialmente los que disfrutaban de cosas como las que hacía el añorado Babybird; y, para acabar, uno de los "Neighborhood" incluídos en el estupendo "Funeral" de los canadienses Arcade Fire. Y, ya lo decía antes, acabo de terminar y ya me estoy preguntando cómo he podido dejar fuera el "A Nervous Tic Motion Of The Head To The Left" de Andrew Bird... En fín, creo que voy a acabar odiando esta sección, así que si desaparece ya sabeis por qué fue: porque me volví a replantear lo de renovarme o morir.

Sobre la foto, ya, ya se que no viene a cuento con este mensaje. Es sólo que pienso que un blog sin una foto de Reon Kadena ni es un blog ni es ná.

jueves, diciembre 08, 2005

He estado hablando con un ángel

Sebastián era un ángel de la guarda. Sí, como suena, un ángel de la guarda, alguien que se dedica a proteger a aquellos a los que se le encomienda proteger, y por los cuales también vela. En contra de lo que es creencia popular, y también de lo que creía el propio Sebastián cuando en vez de ángel era mortal, ni todas las personas van siempre acompañadas de un ángel ni, por supuesto, este es siempre el mismo a lo largo de toda su existencia. Cada ángel de la guarda se ocupa de una persona determinada durante un periodo establecido, por lo que se puede dar el caso de que haya gente que nunca en su vida llegue a ir acompañada de ningún ángel y otra que llegue a tener hasta diez diferentes. El azar en esto, como en todo, también influye. Sebastián, el ángel de la guarda Sebastián, nunca se había planteado hasta ahora el quién ni el por qué le ocupaba con tales misiones, ni tampoco se había planteado nunca la conveniencia de las mismas. Ahora que lo pensaba, ni siquiera se había llegado nunca a plantear que pudiese planteárselo, y es más, no recordaba plantearse ni eso ni nada. Pero esta vez todo era diferente, esta vez no soportaba a aquel a quien se supone debía proteger, lo destestaba profundamente, y odiaba cada décima de segundo que pasaba a su lado. Y recordó entonces que una vez, hace mucho tiempo, fue pecador, y que además le encantaba serlo.

Foto de Erwin Olaf, de su serie 'Royal Blood'. Vía Neatorama.

martes, diciembre 06, 2005

Qué grande es el cine

Llevaba unos días sintiendo una cierta nostalgia de aquellas tardes de mili gastadas en un cine de pueblo viendo películas pasadas de moda y ordenando pensamientos, así que le dije a mi morena favorita que declinaba su invitación, que ya había quedado con un amigo (mira que puedo llegar a ser gilipollas a veces), y me fuí al cine. Sólo. Cuando llegué, me encaminé hacia el puesto de refrescos y palomitas y una chavala se me acercó y me lanzó una sonrisa. Era rubia, con el pelo lacio, suavemente rolliza, de ojos claros muy pintados y pestañas de un largo artificial. Vestía pantalón vaquero y un jersey blanco de angorina que anunciaba unas tetas descomunales un escote vertiginoso. Me miró fíjamente, sonrió, y me dijo: "pensé que ya no venías". Sorprendido, callé, y ella continuó: "vaya, te esperaba más alto, y menos guapo, qué alegría verte al fin, estoy un poco nerviosa, ¿tú no?, es la primera vez que hago algo así, pero me alegro, oh joder, ¿te parezco una cotorra?, estoy MUY nerviosa, me gustan tus ojos, vaya, eres muy atractivo ¿sabes?, si no es por tus zapatillas jamás hubiese acertado que tú eras tú". Estaba claro, aquello era la mitad de una cita a ciegas, así que me pregunté dónde estaría la otra mitad. Busqué alrededor y ví a un tipo mirando hacía nosotros, y sí, llevaba mis mismas zapatillas. Al fin le dije a la rubia: "tú también eres atractiva, pero creo que te has equivocado, creo que tu cita está allí". A su cara subió un tono rojo tomatero, sonrió avergonzada, y se llevó la mano a la boca. Por mi parte hice un amable gesto de despedida, dí media vuelta, y entré en la sala. Acabada la película ('La Monja', una castaña de proporciones siderales), paré un momento a comprar chicles, y ví a la rubia junto a su cita. Me estaba observando, y cuando nuestras miradas se cruzaron me lanzó de nuevo su sonrisa, esta vez junto a una inconfundible mueca de hastío. Salí del cine y, al rato, cuando llegué a casa, encendí el televisor, me puse una copa de vino, me recosté en el sofá, y pensé que mañana, que no se me olvide, tengo que comprar papel higiénico.

lunes, diciembre 05, 2005

I just want you to always stay the same

Si quisiera actualidad, hablaría de la hoy fallecida Gloria 'Luna de Miel' Lasso, pero no me apetece. Así que en su lugar voy a recordar una canción de Bent (chula su página, por cierto), un dúo de Nottingham que con 'Programmed To Love' (2000) y 'Everlasting Blink' (2003) se colaron en ese selecto grupo que forman Air, Zero 7 o Lemon Jelly, el de los que gustan de sampleados imaginativos, texturas chill-out y voces evocadoras. Luego, sí, editarían 'Ariels' (2004), pero este ya, sin ser mal disco, carecía de ese 'algo' que, a pesar de una un tanto cutre tendencia al ibicenquismo más moña, hacía irresistibles sus dos anteriores largos.

Canciones para guardar dieron unas cuantas: ese himno del chill-out que es 'Swollen', la muy Air 'Private Road', las melancoliurbanas 'Butterfingers' y 'I Love My Man', la casi acid 'Always', la juguetona 'Exercise 2', la vocoderizada 'Cylons In Love' (todas estas en 'Programmed To Love'), ese 'King Wisp' que samplea a... Mozart!, esos dos singles intachables que fueron 'An Ordinary Day' y 'Magic Love', la haitiana 'Moonbeams', 'So Long Without You' con sus dos melodías country cruzadas (todas estas, en 'Everlasting Blink')... Pero si ahora mismo me tuviese que decantar por tan sólo una, esa habría de ser 'Stay the Same' (de 'Everlasting Blink'), el título bajo el que se esconden esos cinco minutos y medio que últimamente no abandonan la lista de reproducción de mi winamp (y estar en esa lista anda caro, aviso). Construida a partir de la emocionante melodía del 'There's something about you' de David Essex (sí, aquel icono adolescente de los 70 de pelo cardado y mirada tocina), la voz retocada vía sampler, y fundida después con una linea de bajo y batería entre funky y ochentera, y un buen puñado de sonidos electro entrecruzados con cánticos africanos. Y, para acabar el collage, se despide el tema con un último medio minuto de cuerdas que apenas aparecen ya se han ido, y que logran sin despeinarse su propósito de moverte el dedo desde donde lo tengas (oops) hasta el botón del rewind. Y vuelta a empezar. Oh, there's something about you, baby, something that's hard to explain. Don't you want to change it, rearrange it, I just want you to always stay the same...

sábado, diciembre 03, 2005

Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos

Hace tiempo me disparé en un brazo, y subió entonces hasta mi boca un regusto a plomo, carne quemada y humo. El sabor de la decepción.

Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos:

viernes, diciembre 02, 2005

A desire for flesh and real blood

A hand in my mouth
A life spills into the flowers
We all look so perfect
As we all fall down
In an electric glare
The old man cracks with age
She found his last picture
In the ashes of the fire

An image of the queen
Echoes round the sweating bed
Sour yellow sounds inside my head
In books and films and in life and in heaven
The sound of slaughter
As your body turns

But it's too late, but it's too late

One more day like today and I'll kill you
A desire for flesh and real blood
I'll watch you drown in the shower
Pushing my life through your open eyes

I must fight this sickness, find a cure
I must fight this sickness