martes, diciembre 27, 2005

Encerrado en este hospital tomando pentotal

Crecí en un edificio cuyo piso bajo estaba ocupado por una clínica especializada en la implantación de prótesis, así que me crié acostumbrado a ver cuerpos mutilados y familiarizado con términos como rueda corsé, prótesis modular o correctores estético-funcionales. Gente con el brazo cortado a la altura del codo o de la muñeca, personas que caminaban sobre piernas de madera y otras escenas similares componían el paisaje habitual que yo, siendo un crío, me encontraba cuando bajaba por las tardes a comerme el bocadillo de nocilla o a jugar al fútbol con mis amigos. Y aún así, tan acostumbrado como estaba a contemplar cuerpos incompletos, me resulta difícil de explicar el tremendo impacto que me produjo el encontrarme cara a cara, por vez primera, con alguien que lo que tenía mutilado no era el cuerpo, sino la mente. Y no, no me refiero a ninguna suerte de retraso mental, no, sino a la ausencia de alguno de esos interruptores básicos que todos manejamos en un momento u otro para imponer la lógica sobre el corazón. Me refiero a alguien que resulta perfectamente normal a simple vista o tras una conversación casual, pero que revela todas sus carencias en un momento dado. Y Sara, la envidiada Sara, la popular Sara, tenía totalmente mutilado algo, ya lo creo, y ese algo era la razón.

A Sara la conocí tal día como hoy, 27 de Diciembre, hace 18 años, el día después de...

Fotografía de JS Rossbach, perteneciente a las Anemic Series, vía Erotismo Gráfico.
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