martes, diciembre 06, 2005

Qué grande es el cine

Llevaba unos días sintiendo una cierta nostalgia de aquellas tardes de mili gastadas en un cine de pueblo viendo películas pasadas de moda y ordenando pensamientos, así que le dije a mi morena favorita que declinaba su invitación, que ya había quedado con un amigo (mira que puedo llegar a ser gilipollas a veces), y me fuí al cine. Sólo. Cuando llegué, me encaminé hacia el puesto de refrescos y palomitas y una chavala se me acercó y me lanzó una sonrisa. Era rubia, con el pelo lacio, suavemente rolliza, de ojos claros muy pintados y pestañas de un largo artificial. Vestía pantalón vaquero y un jersey blanco de angorina que anunciaba unas tetas descomunales un escote vertiginoso. Me miró fíjamente, sonrió, y me dijo: "pensé que ya no venías". Sorprendido, callé, y ella continuó: "vaya, te esperaba más alto, y menos guapo, qué alegría verte al fin, estoy un poco nerviosa, ¿tú no?, es la primera vez que hago algo así, pero me alegro, oh joder, ¿te parezco una cotorra?, estoy MUY nerviosa, me gustan tus ojos, vaya, eres muy atractivo ¿sabes?, si no es por tus zapatillas jamás hubiese acertado que tú eras tú". Estaba claro, aquello era la mitad de una cita a ciegas, así que me pregunté dónde estaría la otra mitad. Busqué alrededor y ví a un tipo mirando hacía nosotros, y sí, llevaba mis mismas zapatillas. Al fin le dije a la rubia: "tú también eres atractiva, pero creo que te has equivocado, creo que tu cita está allí". A su cara subió un tono rojo tomatero, sonrió avergonzada, y se llevó la mano a la boca. Por mi parte hice un amable gesto de despedida, dí media vuelta, y entré en la sala. Acabada la película ('La Monja', una castaña de proporciones siderales), paré un momento a comprar chicles, y ví a la rubia junto a su cita. Me estaba observando, y cuando nuestras miradas se cruzaron me lanzó de nuevo su sonrisa, esta vez junto a una inconfundible mueca de hastío. Salí del cine y, al rato, cuando llegué a casa, encendí el televisor, me puse una copa de vino, me recosté en el sofá, y pensé que mañana, que no se me olvide, tengo que comprar papel higiénico.
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