martes, julio 11, 2006

Nadie diga que has muerto de amor, sino de fiebre


El pasado Domingo quedé con Laura. Diana se había ido a Málaga a visitar a su madrastra y, en fin, qué mas dá, eso, que llamé a Laura y quedamos en encontrarnos en una cafetería cercana. Ya antes he hablado de Laura, hablé aquí, aquí, aquí, y también aquí, pero temo que mi proverbial inclinación hacia lo insustancial me haya impedido hacerle justicia. Hay que comenzar por decir que Laura es una mujer excepcionalmente bella. Un cuerpo moldeado con exquisita suavidad a lo largo de una infancia dedicada al baile, el cabello negro y sedoso, y la exquisita harmonía de sus rasgos faciales te hacen llegar una primera impresión de dulzura e inocencia, impresión que salta por los aires en cuanto te cruzas con lo afilado de su mirada negra, claro indicativo de que ahí dentro pasa algo serio. Ya comenté en una anterior ocasión que juntos, lo que se dice juntos, apenas permanecimos un suspiro, lo que no ha impedido que nuestra relación se haya mantenido sujeta a una relativa continuidad a lo largo de ya bastantes años, apoyadas en el mutuo... mira qué tontería, iba a decir en el respeto, algo absolutamente falso ya que Laura y yo no nos respetamos en absoluto. No, más bien diría que nuestra relación se sustenta en un poderoso deseo de que al otro le vaya bien. Cada pequeño triunfo que ella logra yo lo siento como mío, de la misma forma que ella siente como suya cada minúscula felicidad con la que yo tenga la fortuna de tropezarme.

Esa mañana de Domingo nada más verla me pareció que estaba, por decirlo en plan cursi, radiante, tanto que por un momento se me pasó por la cabeza que estuviese embarazada. Nos sentamos en una terraza frente al parque y nos entretuvimos relatando nuestras anécdotas más recientes, hasta que en un momento dado se animó a contarme el motivo de su evidente algarabía. Me dijo que había conocido a un hombre un par de días atrás, que ya no recordaba la última vez que se había reído tanto junto a alguien, que había disfrutado cada instante que había pasado con él. Me dijo también que le había dado su teléfono pero, pasados un par de días, él aún no había llamado. Me dijo, muy tranquila, que no tenía dudas de que llamaría, tan convencida estaba de que el encantamiento había sido mutuo, "pero siempre te queda esa duda, y además ya han pasado dos días", añadió. Dijo que en su opinión el peor momento de una relación amorosa no es aquel en el que se ésta se finiquita, ni aquel en el que uno se come las sábanas preguntándose si le llegará a gustar o no al todavía lejano objeto de su enamoramiento, sino aquel en el que, la chispa ya encendida, uno ha de limitarse a esperar entre mares de nervios que las pequeñas cosas de la vida, y sus pasados y sus rutinas, no le impidan al otro tener la valentía de dar ese pequeño paso decisivo. Obviamente me dispuse a discrepar ya que en mi opinión el peor momento de una relación es, y no tengo dudas al respecto, aquel en el que uno divisa por vez primera en la mirada del otro el primer síntoma del desamor, pero no pude acabar la frase ya que en ese momento sonó su teléfono. Ella lo cogió y enseguida me hizo un gesto, el pulgar hacia arriba, la sonrisa repleta de dientes blancos: era él. Fui espectador privilegiado de un "claro que me acuerdo de tí" y de un "por supuesto que sabía que llamarías", salpicados de un sinfín de sonrisas y amabilidades. Entonces, mientras me levantaba, le hice un gesto señalándome el reloj (se me hace tarde), y al darle un billete al camarero le hice otro llevandome la mano al pecho (ésta la pago yo), para al abandonar la escena hacer el último, de imaginario teléfono acercándose a mi oído (nos llamamos). Ella me dijo adios con su mano, sin soltar el teléfono y pateando el suelo desde su silla con un ilusionadísimo subir y bajar de sus rodillas desnudas.

Y fue unos minutos después, ya en mi casa y tras apenas haber dado un sorbo a una cerveza recién sacada de la nevera, cuando comencé a sentir un intensísimo dolor en la boca del estómago.

Fotografía de Izima Kaoru, del flickr de fashionaddictdiary.
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