Fue cuando al otro lado escuché la primera palabra cuando comprendí que ese hola había sido, sí, eso, familiar, pero no certero, y entonces fui consciente del error, del ridículo. Porque no era Laura quien había descolgado, sino su hermana Lidia. Hola, B, querrás hablar con Laura, supongo, dijo, alargando hasta el infinito ese "supongo", acompañándolo de una sonrisa, y encerrando así en su significado toda una historia.
Porque en la ese rotunda del comienzo deslizó un reproche a mi relación con su hermana, una relación que perdura de una forma u otra tan sólo porque se sabe efímera, y que funciona no como suma de entregas sino de egoismos. En la forma de alargar hasta el infinito cada vocal dejó caer por otra parte el recuerdo de aquella noche oscurísima que pasamos juntos, de aquel fogonazo furtivo, de aquel error tan descomunal, constatando toda la intimidad que provoca la inconfesabilidad de aquel secreto. Y, por último, la casi dolorosa forma de suspirar el final de la palabra quiso significar un guiño ya conocido, el mismo que me hizo en aquella fiesta en la que celebraba su primer papel protagonista en una serie televisiva, cuando ligeramente borracha, agarrándome del brazo, apartándome del resto, de su hermana, de su novio, de todos, me dijo: "yo no te olvido, recuerda por favor que yo no te olvido".