miércoles, noviembre 30, 2005
Allá, allá lejos, donde habite el olvido
Durante mucho, muchísimo tiempo, entrar en casa le producía cada día un oscurísimo e incontrolable terror. Sabía que disponía de quince minutos, no mucho más, hasta que se desatase la tormenta, y esos quince minutos le resultaban una cima infranqueable. Sudaba, se agarraba el estómago, lloraba, se golpeaba con el dorso de la mano, se tiraba del pelo, se sentía enloquecer. Luego llegó un día en el que aprendió a vivir aquellos momentos de desdicha y desesperación, llegó un día en el que aceptó que lo que había de suceder era inevitable, que se sabía lo suficientemente cobarde como para no afrontarlo, como para dejarlo pasar, como para ser capaz de cada mañana recomponerse desde la nada más abisal y fingir que todo iba bien. Y se creía. Desde entonces, al llegar a casa se descalzaba, encendía un cigarro y se recostaba en el sofá. Inspiraba el humo con parsimonia, miraba hacia el techo con una sonrisa, y saboreaba con delicadeza cada uno de los segundos que le restaban, esos segundos que conducían al infierno.
lunes, noviembre 28, 2005
Cerveza, mentiras y cintas de video
Esas que se ven en la fotografía deben de ser las únicas cervezas que no me he bebido en estos tres días. Whiskeys creo no he dejado ni uno, ni escocés ni irlandés. Y no, no es que pretendiese castigarme la envidiada figura (yo para buscarme la ruina opino como Roberto Heras: química, química), no, es que hay veces que las cosas salen como salen, y para qué darle más vueltas, es el precio que hemos de pagar aquellos que no sabemos decir no. Ahora estoy en casa con una resaca de las que te dejan el flequillo chupao tratando de establecer si en realidad la morenaza burgalesa del viernes se parecía a Desiree Cousteau, que fue el punto que me dió en el fragor de la batalla, o si aquella mezcolanza descomunal de lúpulos y maltas me acabaron jugando una mala pasada, que verás como sí. Mientras divago, escucho en un loop interminable el 'Double Figure' de Plaid, y no porque me encante, que también, sino porque se le acaban de pirar las pilas al mando del CD y por mis cojones que yo de este sofá no me muevo en dos días. El mando del video sí funciona, y en el reproductor tengo un viejo VHS con la gloriosa 'Sensations' de Lasse Braun, así que procedo a entregarme a la lujuria más primitiva y al asombro casi religioso que me produce contemplar a la espléndida hembra que en aquellos momentos era Brigitte Maier, poseedora del más hechizante huequito entre los dientes que haya parido madre. Ah, y el móvil lo tengo en otra habitación, así que tampoco me llameis.
sábado, noviembre 26, 2005
No hay un color, sino el recuerdo de un color
Llevaba una pulsera en el tobillo, el pelo rubio suelto y una camiseta naranja como un bote de delial. Sujetaba su copa sin usar los pulgares y el pelo le olía a insomnio y tostadas. Me acerqué e insulté: "es tan impostada tu sonrisa como diagonal tu mirada". Ella me respondió: "me gustas".
A partir de ese día caminamos cogidos de la mano por los bulevares, transformamos en sabores las recetas de un libro de cocina japonesa y nos susurramos al oído versos de Paul Claudel. Y la follé como si la amase. Luego vendría aquel viaje, y aquel tedio, y aquel odio. Pero esa es otra historia, ahora sólo quería recordarte que hubo unos días en los que fuiste feliz, y que si hacemos ruido quizás el tiempo vuelva a empezar.
Fotografía de Fredrik Ödman, vía derLangwailer.
A partir de ese día caminamos cogidos de la mano por los bulevares, transformamos en sabores las recetas de un libro de cocina japonesa y nos susurramos al oído versos de Paul Claudel. Y la follé como si la amase. Luego vendría aquel viaje, y aquel tedio, y aquel odio. Pero esa es otra historia, ahora sólo quería recordarte que hubo unos días en los que fuiste feliz, y que si hacemos ruido quizás el tiempo vuelva a empezar.
Fotografía de Fredrik Ödman, vía derLangwailer.
viernes, noviembre 25, 2005
Pero no me pidas que baile
You know I've felt like this before, I know you have felt it too,
but maybe I don't want to dance 'cause I've not had as much as you.
Our lives did not begin the very moment that we met.
I don't want to hold your hand, there is so much that I'll forget.
but maybe I don't want to dance 'cause I've not had as much as you.
Our lives did not begin the very moment that we met.
I don't want to hold your hand, there is so much that I'll forget.
You're no angel from above, you're the last girl I will love.
And maybe I'm not very vocal 'cause I've used the words before,
And the more they were repeated, the more they were ignored.
But the ears my whispers fell on, they weren't deaf,
they were bang on,
'cause they knew I didn't mean it, I just wanted to hang on.
But the world has changed, and how! And I know I mean it now.
So let's toast the last romance, but just don't ask me to dance.
lunes, noviembre 21, 2005
La muerte os sienta tan bien...
No lo dudo: pertenezco a la generación del culto a la imagen, de una griega sublimación de lo externo, de lo inmediato, de la supremacía del aspecto sobre el intelecto. Al contrario de lo que es opinión general, ni me parece mal ni me resulta un atraso. Ya Oscar Wilde consideraba que la belleza era una cualidad muy superior a la inteligencia ya que aquella, a diferencia de esta, decía, no necesita explicación. Y, y es a lo que voy, uno de los aspectos que nos hacen comprender que no es este culto algo tan reciente está en el embalsamamiento, una práctica común allá por los tiempos de los egipcios, y que ha llegado hasta nuestros días de una forma muy natural, y a veces con resultados tan sorprendentes como el embalsamamiento de Lenin, quien fue sometido a tal práctica tras su fallecimiento, en 1924, y que aún hoy permanece con un aspecto envidiable, si se me permite expresión tan inadecuada.
Pero no quisiera en esta ocasión centrarme en el fascinante universo del embalsamamiento científico, con sus alcóholes isopropílicos, sus líquidos antisépticos o el revolucionario complucad. No, ocupémosnos del no menos interesante embalsamamiento funerario, ese que consiste en el proceso de tratar de forma química el cuerpo del fallecido con el objeto de reducir temporalmente la reproducción de los microorganismos que provocan la descomposición orgánica, consiguiendo la conservación del finado desde el momento de la muerte hasta el del enterramiento o incineración, y a través del decisivo trance del velatorio. Los agentes químicos que participan en el proceso son variados. El medio químico básico utilizado hoy en día es el formaldehido (formol), al que se añaden en distintas proporciones otros como glicerina, alcohol, fenol, timol, arsénico, cloruro de sodio, cloruro de zinc, sulfato de potasio, hidrato de cloral, ácido acético o bicarbonato de sodio, por nombrar tan sólo unos pocos. Gracias a la acción de tales agentes y a la pericia del embalsamador (en ocasiones obligado a enfrentarse a una tarea titánica, especialmente cuando el óbito se ha producido en traumáticas circunstancias (accidentes de tráfico, asesinatos, suicidios)) los familiares y amigos del finado tienen durante unos instantes, unas horas, unos días, la sensación de que su ser querido descansa en paz, o en ocasiones incluso la sensación de que aún está ahí, la sensación de que aún es posible hacer cosas juntos. Y la posibilidad de hablar de él en presente, de volverle a hacer, quizás por última vez, protagonista de sus charlas. De pensar que nada ha sucedido.
Y os preguntareis: ¿a cuento de qué viene todo esto? Pues viene a cuento de que ya era hora de que se hablase de fútbol en este puto blog, vamos digo yo...
Pero no quisiera en esta ocasión centrarme en el fascinante universo del embalsamamiento científico, con sus alcóholes isopropílicos, sus líquidos antisépticos o el revolucionario complucad. No, ocupémosnos del no menos interesante embalsamamiento funerario, ese que consiste en el proceso de tratar de forma química el cuerpo del fallecido con el objeto de reducir temporalmente la reproducción de los microorganismos que provocan la descomposición orgánica, consiguiendo la conservación del finado desde el momento de la muerte hasta el del enterramiento o incineración, y a través del decisivo trance del velatorio. Los agentes químicos que participan en el proceso son variados. El medio químico básico utilizado hoy en día es el formaldehido (formol), al que se añaden en distintas proporciones otros como glicerina, alcohol, fenol, timol, arsénico, cloruro de sodio, cloruro de zinc, sulfato de potasio, hidrato de cloral, ácido acético o bicarbonato de sodio, por nombrar tan sólo unos pocos. Gracias a la acción de tales agentes y a la pericia del embalsamador (en ocasiones obligado a enfrentarse a una tarea titánica, especialmente cuando el óbito se ha producido en traumáticas circunstancias (accidentes de tráfico, asesinatos, suicidios)) los familiares y amigos del finado tienen durante unos instantes, unas horas, unos días, la sensación de que su ser querido descansa en paz, o en ocasiones incluso la sensación de que aún está ahí, la sensación de que aún es posible hacer cosas juntos. Y la posibilidad de hablar de él en presente, de volverle a hacer, quizás por última vez, protagonista de sus charlas. De pensar que nada ha sucedido.
Y os preguntareis: ¿a cuento de qué viene todo esto? Pues viene a cuento de que ya era hora de que se hablase de fútbol en este puto blog, vamos digo yo...
viernes, noviembre 18, 2005
Catedrales
Tuve una vez una novia que soñaba con catedrales. Se despertaba, me cogía del brazo, me movía, y cuando notaba que abría los ojos me decía: 'hoy he soñado con una catedral'. Cada sueño era diferente. A veces soñaba con una boda, otras con una visita turística a una ciudad europea (y me decía entre risas 'iba con alguien cogida de la mano, pero no eras tú!'), otras incluso eran pesadillas, y había alguien que la perseguía o que la amenazaba o que la atacaba. Pero incluso en esos casos no me decía 'he tenido una pesadilla', sino 'he soñado con una catedral'. La catedral nunca era importante en la temática del sueño, pero siempre estaba ahí. Y tampoco era siempre la misma ('esta creo que era gótica'), pero eso sí: siempre había una.
A veces, tras contarme su sueño, sacaba un pequeño cuaderno, muy pequeño, casi como esos que llevan las niñas en la comunión, y apuntaba cosas. Era algo brevísimo, una frase corta, porque apenas era abrir, escribir un poco y cerrar. Cuando acababa, lo metía en una pequeña cajita que cerraba con llave, una llave que dejaba puesta. Nunca escribia si no había soñado con catedrales. Nunca hablamos de su cuaderno, ni la menor mención, ni siquiera en esas tardes de aburrimiento en las que se acaba hablando de aquello de lo que no se quiere hablar.
Trabajaba en una perfumería, mi novia, la que soñaba con catedrales. Una tarde me llamó y me dijo que se quedaba con unas amigas a tomar algo después del trabajo, que llegaría un poco más tarde, que me calentase algo para cenar, que viese yo sólo la película. 'No me eches mucho de menos', me dijo. Digo de veras que no soy curioso, no más que cualquiera, y trato de respetar la intimidad de las personas con las que vivo. Pero aquella tarde no pude evitarlo y abrí su cajón. Abrí la pequeña cajita con esa llave, tan mínima, y eché una ojeada a su cuaderno. Cuando acabé me levanté, metí mis cosas en una maleta y me fuí. No volví nunca a ver a aquella novia mía, la que soñaba con catedrales, pero en días como hoy la echo de menos.
Fotografía de Eve Arnold, vía Photo-Eye.
A veces, tras contarme su sueño, sacaba un pequeño cuaderno, muy pequeño, casi como esos que llevan las niñas en la comunión, y apuntaba cosas. Era algo brevísimo, una frase corta, porque apenas era abrir, escribir un poco y cerrar. Cuando acababa, lo metía en una pequeña cajita que cerraba con llave, una llave que dejaba puesta. Nunca escribia si no había soñado con catedrales. Nunca hablamos de su cuaderno, ni la menor mención, ni siquiera en esas tardes de aburrimiento en las que se acaba hablando de aquello de lo que no se quiere hablar.
Trabajaba en una perfumería, mi novia, la que soñaba con catedrales. Una tarde me llamó y me dijo que se quedaba con unas amigas a tomar algo después del trabajo, que llegaría un poco más tarde, que me calentase algo para cenar, que viese yo sólo la película. 'No me eches mucho de menos', me dijo. Digo de veras que no soy curioso, no más que cualquiera, y trato de respetar la intimidad de las personas con las que vivo. Pero aquella tarde no pude evitarlo y abrí su cajón. Abrí la pequeña cajita con esa llave, tan mínima, y eché una ojeada a su cuaderno. Cuando acabé me levanté, metí mis cosas en una maleta y me fuí. No volví nunca a ver a aquella novia mía, la que soñaba con catedrales, pero en días como hoy la echo de menos.
Fotografía de Eve Arnold, vía Photo-Eye.
domingo, noviembre 13, 2005
miércoles, noviembre 09, 2005
lunes, noviembre 07, 2005
sábado, noviembre 05, 2005
Life On Mars
Verónica Mars. Rubita de 1,55 que asiste a un colegio dominado por una multitud de niños pijos (uno hijo de un cantante famoso, otro del dueño de una empresa de software, otro un rico heredero). Ella formaba parte del juego, hasta que su mejor amiga es asesinada y el padre de Verónica, sheriff del pueblo, implica al poderoso padre de la víctima, sí, y tambien de su novio. El sheriff Jack Mars es entonces despedido, su madre les abandona, y pasa en ese momento a ser una apestada que va al colegio por las mañanas, donde su reputación se ve salpicada de mentiras y odios, y ayuda a su padre, ahora investigador privado, por las tardes. La serie transcurre entre nuevos casos, los amigos que va haciendo Verónica, y su deseo de resolver el caso que su padre dejó a medias y, claro, de encontrar a su madre. Suena mal, ¿verdad? Ya lo creo, fatal, horrible.
Pues me tiene enganchado. Porque mira que es dificil abstraerse al tremendo encanto de esa diecisieteañera canija (24 tiene en realidad Kristen Bell, la actriz), con sus pucheritos, su vocecilla malvada, sus modelitos, o sus ojillos revoltosos y semi-estrábicos. Pero aún hay más: la serie tiene un ritmo indudable, con capítulos tan antológicos como ese en el que sale nada menos que Paris Hilton haciendo de, claro, mega-pija con padres forrados (lo borda, no hay nada como imitarse a uno mismo cuando uno sabe bien quién es), y que vienen enmarcados en una banda sonora tremendamente efectiva, de la sintonía obra de Dandy Warhols, a las ocasionales aportaciones de bandas como French Kicks, Spoon, Radio 4, Postal Service, Ivy, Interpol...
Un mundillo la mar de interesante, con sus admiradores y sus detractores, y con un ingente número de páginas a la entera disposición del Mars-adicto: la de Rob Thomas, el creador (donde incluso se puede consultar la banda sonora capítulo a capítulo), Mars Investigations, Neptune High, Neptunesite...
Pues me tiene enganchado. Porque mira que es dificil abstraerse al tremendo encanto de esa diecisieteañera canija (24 tiene en realidad Kristen Bell, la actriz), con sus pucheritos, su vocecilla malvada, sus modelitos, o sus ojillos revoltosos y semi-estrábicos. Pero aún hay más: la serie tiene un ritmo indudable, con capítulos tan antológicos como ese en el que sale nada menos que Paris Hilton haciendo de, claro, mega-pija con padres forrados (lo borda, no hay nada como imitarse a uno mismo cuando uno sabe bien quién es), y que vienen enmarcados en una banda sonora tremendamente efectiva, de la sintonía obra de Dandy Warhols, a las ocasionales aportaciones de bandas como French Kicks, Spoon, Radio 4, Postal Service, Ivy, Interpol...
Un mundillo la mar de interesante, con sus admiradores y sus detractores, y con un ingente número de páginas a la entera disposición del Mars-adicto: la de Rob Thomas, el creador (donde incluso se puede consultar la banda sonora capítulo a capítulo), Mars Investigations, Neptune High, Neptunesite...
miércoles, noviembre 02, 2005
Es el que escribe las canciones de la radio
Vamos a dejarnos de hostias, y practiquemos de una vez un poco de musical blogging. Vistamos nuestros zapatos de colores chillones, enseñemos orgullosos nuestros peinados retro y bebamos mucha fanta, de naranja. Una deliciosa experiencia que recomiendo encarecidamente (salvo la fanta, que ahí lo mismo me he pasado), y que esta semana nos da la posibilidad de deleitarnos con Lesley It's My Party Gore en Paradise Garden, con la hippy-girl-band de los 60 Feminine Complex en Blow Up Doll, con un precioso instrumental muy kitsch en Retro-Babe, con un clip del Man From Reno del gran Scott Walker en Bedazzled, con una bonita versión del The Way I Feel About You a cargo de los Bristols en The New Thematic, con el Kojak de Willie Bobo en Soul Shower, con la seminal Nina Simone en Breath Of Life, con la soulera Nancy Holloway marcándose un francés en mod-ified music, otro francés de Blondie levantándonos el ánimo con un Sunday Girl muy cochino en Spiked Candy, y otro más con Les Sultans haciendo el You Make Me Feel Good de los Zombies en Drugburn. Y con Howlin Wolf going rock en BubbleGum Machine, y con Marlena Shaw, toda una tigresa del ghetto más funky, en Funky16corners...
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