jueves, julio 12, 2007

Where the boys aren't

He pasado la mañana en un tanatorio. Exacto, en mi casa un montón de gente follando y yo en un tanatorio. No me digan que este serial no tiene sus buenos momentos de comedia. Y eso porque no les cuento lo que he tardado en encontrar el tanatorio de los cojones, que eso ya sería una escena digna de cualquier Farrelly. Mejor otro día.
Al volver he evitado, obviamente, el ir directamente a casa ya que se hacía emocionalmente imprescindible trazar una linea que dividiese trascendencia y frivolidad. Así que he llamado a mi hermana y hemos quedado a comer cerca de su consulta, situada en la zona más, digamos, conservadora de la ciudad. Mientras la esperaba me he concentrado en desacelerar el ánimo a través de la contemplación de la fauna habitual del lugar: mujeres que portan en sus muslos el sello de Corporación Dermoestética y en sus párpados la huella de mil Prozacs, jovencitas con acentos imposibles y jeans de Bimba & Lula, y tipos con camisa a rayas, zapato con borla y coches del tamaño de mi rabo. Y perdonen mi francés. Hoy ando escaso de metáforas.
Pronto ha llegado Eva y tras los besos y las familiaridades habituales me ha propuesto pasarnos más tarde por mi casa:
- Así me enseñas el baúl ese nuevo del que tanto me hablas...
Me he enfrentado entonces a un doble problema: por un lado, que en modo alguno podía hoy meter a mi hermana en mi casa. Huelgan explicaciones. Y por otro lado, que siendo como es una "Bacharach" un no tan sólo actuaría en ella como anzuelo. Así que le he dicho que vale, que podíamos ir después de comer. Ya se me ocurriría algo. Durante la comida hemos hablado de rechazar jugosas ofertas laborales, de la conveniencia de asegurar escapatorias sentimentales, de periodos vacacionales desestructurados, y de mi sobrina pequeña, que está con la varicela. Y mientras lo hacíamos he pensado en mil excusas para evitar el plan propuesto, pero todas me han parecido lamentables. Se mascaba la tragedia. Tras pagar nos hemos levantado y ya en la calle me ha dicho:
- Oye, ¿y qué te parece si dejamos lo del baúl para otro día?
Yo le he dicho que me parecía perfecto. Y a continuación ella me ha dedicado la más diabólica de sus sonrisas. La muy cabrona.
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