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En ese momento me ha llamado Eva y me ha dicho que mi sobrina de seis años cogió ayer por la tarde del revistero una recopilación de sudokus y resolvió la mitad. Mi hermana me ha comunicado entonces que si tiene la desgracia de encontrar otro par de características en su hija que le recuerden a cómo era yo cuando tenía esa misma edad promete asesinarla, cosa con la que, por supuesto, me he mostrado en total acuerdo, e incluso he sugerido un par de métodos que me han resultado adecuados para llevar a cabo el filicidio. Después me ha invitado a comer el fin de semana en su casa y también me ha contado no se qué de una tubería rota y un techo con goteras.
Mientras, en la calle, la agresora beligerante ha vuelto, sóla, con un ánimo que he intuído diferente, y ha comenzado a hablar con la agredida, aún sentada en su escalón. Esta al principio no ha hecho caso alguno a lo que por los gestos he tomado como alguna suerte de disculpa, pero al rato ha levantado su mirada empapada y es entonces cuando la agresora ha extendido una mano que la agredida ha cogido hasta incorporarse, para a continuación enfrascarse ambas en un beso de tornillo humedísimo que ha dejado alucinados a numerosos viandantes y al que esto escribe. Instantes después se han ido caminando cogidas de la mano hasta desaparecer de mi campo de visión, y es en ese momento cuando me ha llegado, no sabría aclarar su procedencia, un intenso y reconfortante olor a Mayo.
La fotografía es de Voyages Interieures, vía ToucheSexy.