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Así que me limité a esperar a que llamase la policia. No llevaba ningún arma, pero lo de la media parecía bastar para mantener a raya al director de la sucursal. Sonó al fin el teléfono y lo cogí dispuesto a plantear de forma contundente mis condiciones, pero resultó que el que llamaba era un señor mayor que quería información sobre unos fondos de inversión mixtos, 25% en variable y 75% en fija. Le expliqué así por encima la rentabilidad del producto, y le hablé también de la cubertería y del decantador, y al final le dije que se lo pensase y llamase más tarde, que estaba esperando una llamada importante. Colgué, y al minuto volvió a sonar el teléfono, lo cogí, esta vez si era la policía: le tenemos rodeado, lo mejor es que se entregue, cuales son sus reivindicaciones, dijeron. Yo respondí que quería, no se me ocurrió otra cosa, una micra de heroína, un helicóptero y una pizza de esas nuevas que funden la cremosidad de la carbonara y el sabor de la barbacoa de siempre. Iba a decirles también que a cada media hora mataría a un rehén, pero ya me pareció llevar aquello al terreno de lo personal, y no era plan.
Ante mis exigencias, decidieron enviarme un negociador, un tío majísimo que empezó a emplear métodos muy efectivos, de veras, de los de esfuerzo-recompensa y todo eso. Tras una charla muy distendida y agradable él me convenció a mí de que no me llevase el helicóptero y yo le convencí a él de que me dejase irme sin más, que tampoco había sido para tanto. Ante nuestro acuerdo, el director de la sucursal protestó: "si las autoridades no nos defienden, los ciudadanos no tendremos más remedio que tomarnos la justicia por nuestra mano". Yo le miré de soslayo y le dije "tú qué te vas a tomar, pringao", y el negociador, muy enfadado, le dijo a su vez: "ya estamos como siempre, otro listo. Venga, si sabes hacerlo mejor, hazlo tú. Total, tienes la preparación adecuada, listillo, ¿no has estudiado psicología y sociología? Ah, no, quita, que tú has hecho económicas y un cursillo CEAC de impuesto de sociedades...". Vaya chine tenía el tío, y según iba hablando se iba cabreando más y más, hasta que al final en un arrebato agarró una grapadora y se la tiró a la cabeza al director de la sucursal. Este se levantó entonces con una ceja abierta y en apenas unos segundos ya estaban los dos rodando por el suelo, dándose puñetazos y tirándose de los pelos. Así que me quité la media, salí del despacho, y abandoné la sucursal bancaria.
Una vez fuera me dirigí a un policía que llevaba un megáfono, por lo que deduje que era el que organizaba aquello. Le dije que el director de la sucursal y el negociador se estaban pegando, que al final se iban a hacer daño. El me preguntó por el atracador y yo le respondí: "nunca se sabe, podría ser cualquiera". Entonces comenzó a dar diferentes ordenes y consejos a sus muchachos "vosotros dos, por la escalera de incendios", "vosotros tres, coged los botes de humo y las mascarillas, y entrad por la puerta principal", "que nadie dispare, repito, que nadie dispare hasta oír mi señal", "no sabemos lo que vamos a encontrar ahí dentro, podría ser un escenario dantesco, tened mucho cuidado, hijos, en casa nos esperan nuestras mujeres", y cosas así. Yo le pregunté si me podía ir ya, y el me dijo que no, que primero me pasase por aquel coche, para que me tomasen declaración, pura rutina. Y esa sí que fue buena, la declaración en aquel coche, madre mía, la bomba. Ya os lo cuento otro día.
La de la foto es Brandi Phillips, creo.