viernes, abril 28, 2006

El festival de los complementos

Disculpen que no les escribiese ayer, pero es que tuve un día la mar de ajetreado. Verán, resulta que iba caminando y al pasar junto a un banco me dije "voy a renegociarme la hipoteca", así que entré. Allí me recibió una señorita a la que comuniqué mi deseo de hablar con el director de la sucursal. Ella le llamó a su teléfono y se lo dijo, y el director respondió "no me jodas Manoli, díle que he salido, que no estoy". Para su bochorno, la secretaria había dejado puesto el manos libres, el típico error de novata, pobrecilla, qué nerviosa estaba, por lo que escuché todo y él, por el ridículo más que nada, se vio obligado a recibirme. Una vez me hizo pasar a su despacho le dije que quería renegociar mi hipoteca, y le hice un boceto de mi situación financiera. No le puedo renegociar nada, pero si domicilia usted aquí su nómina tenemos unas cuberterías preciosas, me dijo. No quiero una cubertería, dije yo. También tenemos decantadores en cristal muy resistente, insistió. Que no quiero cuberterías, coño, ni quiero decantadores, ni quiero nada, respondí, y ya definitivamente cabreado (no sabeis lo que me jode lo de los regalitos de los bancos), saqué una media que llevo siempre en el bolsillo, por si se me ocurre atracar un banco, una media divina en color crema, 50% algodón y 50% lycra, y le dije: y además ya me has cabreado, me cago en tu padre, manos arriba, esto es un atraco, y ni se te ocurra pisar la alarma. El contestó: pues vaya, ya la he pisado, perdona, es que tardaste tantó en ponerte la media...

Así que me limité a esperar a que llamase la policia. No llevaba ningún arma, pero lo de la media parecía bastar para mantener a raya al director de la sucursal. Sonó al fin el teléfono y lo cogí dispuesto a plantear de forma contundente mis condiciones, pero resultó que el que llamaba era un señor mayor que quería información sobre unos fondos de inversión mixtos, 25% en variable y 75% en fija. Le expliqué así por encima la rentabilidad del producto, y le hablé también de la cubertería y del decantador, y al final le dije que se lo pensase y llamase más tarde, que estaba esperando una llamada importante. Colgué, y al minuto volvió a sonar el teléfono, lo cogí, esta vez si era la policía: le tenemos rodeado, lo mejor es que se entregue, cuales son sus reivindicaciones, dijeron. Yo respondí que quería, no se me ocurrió otra cosa, una micra de heroína, un helicóptero y una pizza de esas nuevas que funden la cremosidad de la carbonara y el sabor de la barbacoa de siempre. Iba a decirles también que a cada media hora mataría a un rehén, pero ya me pareció llevar aquello al terreno de lo personal, y no era plan.

Ante mis exigencias, decidieron enviarme un negociador, un tío majísimo que empezó a emplear métodos muy efectivos, de veras, de los de esfuerzo-recompensa y todo eso. Tras una charla muy distendida y agradable él me convenció a mí de que no me llevase el helicóptero y yo le convencí a él de que me dejase irme sin más, que tampoco había sido para tanto. Ante nuestro acuerdo, el director de la sucursal protestó: "si las autoridades no nos defienden, los ciudadanos no tendremos más remedio que tomarnos la justicia por nuestra mano". Yo le miré de soslayo y le dije "tú qué te vas a tomar, pringao", y el negociador, muy enfadado, le dijo a su vez: "ya estamos como siempre, otro listo. Venga, si sabes hacerlo mejor, hazlo tú. Total, tienes la preparación adecuada, listillo, ¿no has estudiado psicología y sociología? Ah, no, quita, que tú has hecho económicas y un cursillo CEAC de impuesto de sociedades...". Vaya chine tenía el tío, y según iba hablando se iba cabreando más y más, hasta que al final en un arrebato agarró una grapadora y se la tiró a la cabeza al director de la sucursal. Este se levantó entonces con una ceja abierta y en apenas unos segundos ya estaban los dos rodando por el suelo, dándose puñetazos y tirándose de los pelos. Así que me quité la media, salí del despacho, y abandoné la sucursal bancaria.

Una vez fuera me dirigí a un policía que llevaba un megáfono, por lo que deduje que era el que organizaba aquello. Le dije que el director de la sucursal y el negociador se estaban pegando, que al final se iban a hacer daño. El me preguntó por el atracador y yo le respondí: "nunca se sabe, podría ser cualquiera". Entonces comenzó a dar diferentes ordenes y consejos a sus muchachos "vosotros dos, por la escalera de incendios", "vosotros tres, coged los botes de humo y las mascarillas, y entrad por la puerta principal", "que nadie dispare, repito, que nadie dispare hasta oír mi señal", "no sabemos lo que vamos a encontrar ahí dentro, podría ser un escenario dantesco, tened mucho cuidado, hijos, en casa nos esperan nuestras mujeres", y cosas así. Yo le pregunté si me podía ir ya, y el me dijo que no, que primero me pasase por aquel coche, para que me tomasen declaración, pura rutina. Y esa sí que fue buena, la declaración en aquel coche, madre mía, la bomba. Ya os lo cuento otro día.

La de la foto es Brandi Phillips, creo.
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