viernes, marzo 24, 2006

Un despiste, las tetas de silicona y la doctora Cuddy

Tras el exorcismo de mierda de ayer, puro descalabro yoista, es obvio que no me quedó otra que abalanzarme sobre la noche dispuesto a beberme hasta el agua de los floreros. Y en esas andaba cuando me encontré a Eva (no esa Eva, sino otra), una vieja amiga a quien conocí, supongo, en algún sarao. Y digo supongo porque alguna vez hemos tratado de recordar la primera vez que nuestros caminos se cruzaron y ni una ni otro somos capaces de dar con la fecha ni el entorno. Quién sabe, alguna vez incluso hemos contemplado la posibilidad de que ambos nos confundiésemos en su día con algún otro, y que hayamos labrado una amistad a partir de un equívoco despistado.

Pues eso, que estuvimos charlando, libando y demás golfadas, y al final de la noche sale del baño descalza, vistiendo una de mis camisas, y compungida me suelta un "creo que me voy a poner tetas". En mi rostro se dibuja la sorpresa, porque yo la sorpresa en mi rostro soy capaz de dibujarla como si de verdad la sintiese, y ella remata: "no le gusto a nadie". Hay que decir, para situar el asunto en su adecuado contexto y analizar así lo incomprensible de su comentario, que Eva es un bombón de mujer, con un metro setenta del cual las dos terceras partes pertenecen a unas piernas fibrosas, magníficas, y unos ojazos negros que harían falta tres pares de caras para que dejasen de parecer enormes. Yo debería haber respondido entonces que no es que no le guste a la gente sino que tiene un porte tan distinguido y un gesto tan altivo que en las mujeres provoca una envidia y en los hombres una distancia, esa que media entre la posibilidad del éxito y un fracaso que al verla frente a tí das por descontado. Nada que se arregle con un par de tetas, desde luego. Eso debería haberle respondido, sí, pero no lo hice. Primero porque soy un poco cabrón, lo suficiente como para considerar justicia poética el que a una guapa le nazca un trauma de esa tipología, y segundo porque, coño, aquella fiesta era mía, y era yo el de la despedida, el del miedo, el que al detenerse la música se había quedado sin silla...

Y nada, veo que este post ya se me ha ido de viernes definitivamente, así que lo doy por irrecuperable, y aprovechó para dejar en el aire un par de cuestiones que no vienen muy a cuento pero que me apetecía formular: ¿soy acaso el único de la sala al que le pone más palote el encanto milf de la doctora Cuddy que el tíabuenismo indolente de la doctora Cameron?, ¿soy acaso el único que se come del televisor hasta la antena de cuernos cuando sale entrevistante en pantalla Pepa Bueno, esa genuina girl-next-door, y el único incapaz de olvidar aquellos gloriosos tiempos en los que, ojerosa y asustada, nos anunciaba a sus fervientes seguidores todo tipo de catástrofes, asesinatos pasionales y violentos crímenes comarcales? En fin, pasen ustedes un buen fin de semana, disfruten todo lo que puedan, que ya vendrán más años malos, y, dándole una vueltecilla a la del anuncio: si beben no escriban, que ya ven lo que pasa, que las puntuaciones se amontonan en diagonal, a los párrafos se les adivina la jaqueca, y a las palabras les huele el pozo a vinagre. Ya me callo, ya me callo...

Los fans de Lisa Cuddy, diríjanse aquí.

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