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Más tarde vamos a un bar muy pequeño en el que suena muy buena música. Allí decimos paridas y reímos e interactuamos con otros seres humanos. A eso de las dos una borracha se me abalanza y Diana la espanta y luego me echa a mí la culpa y yo le digo que no he hecho nada, pero aún así acabo disculpándome. A eso de las tres un borracho se abalanza sobre Diana, y le miro y veo que es más fuerte que yo y seguro que me puede, así que hago como que no me entero, y es Diana la que tiene que espantarlo, y luego se me acerca y me dice "eres de lo que no hay", y me retuerce un brazo y se ríe. Después seguimos diciendo paridas y riendo e interactuando con otros seres humanos.
A eso de las cinco Diana sale del bar y vomita entre dos coches, así que paro un taxi y la llevo a casa. Le ayudo a desvertirse y se tumba en la cama y se queda frita. Hace poco me preguntó que era lo que más había echado de menos durante el tiempo en que estuvimos separados, y yo le hablé de su sonrisa y de su mirada, pero sólo lo hice porque a una mujer como ella no le puedes decir que lo que más te gusta es lo profundo que tiene el sueño. Pero así es. Me encanta que caiga redonda y no la despierte ni un terremoto. Porque entonces yo apago la luz y me siento a su lado y tomo su mano inerte. Y le cuento mis preocupaciones y mis dudas. Y le hablo de mis errores y de mis fantasmas. Y le hablo de ella. Y le digo que aunque esto parezca una cicatriz en realidad es una herida abierta, y que ya no sé qué más hacer para cerrarla. Que haga lo que haga no se cierra. Y que a mí todo esto me está matando.