Atendiendo al comportamiento que exhiben después de, cabe catalogar a las mujeres en tres grandes grupos. Supongo que lo mismo podría hacerse con los hombres, pero carezco de suficientes datos objetivos, así que optaré por no generalizar. En un primer grupo podríamos situar a aquellas mujeres que permanecen en absoluto silencio, la vista perdida en el infinito, a veces encienden un cigarro. Esas son mis favoritas. En un segundo grupo encontraríamos a aquellas a las que se les desborda la simpatía, las que cuentan anécdotas jocosas y se ríen todo el rato y de cuando en cuando te hacen cosquillas. Y en el tercer grupo quedarían aquellas que buscan desesperadamente el profundizar en la intimidad, aquellas que en voz baja te cuentan sus secretos más profundos y esperan que tú hagas lo mismo. A esas no las soporto.
Ésta, por supuesto, pertenece al tercer grupo. Se acerca y me agarra con fuerza el brazo, hasta el punto de que comienzo a sentir un cosquilleo, como no afloje se me va a dormir. Emite un suave ronroneo y con sus dedos dibuja figuras sobre mi pecho. Sé exactamente lo que va a hacer a continuación, pero no me da tiempo a reaccionar. El tejido cicatrizado ofrece una mayor sensibilidad, para que nunca olvidemos que debajo está la herida y que éstas nunca llegan a cerrarse del todo. Ella hace preguntas directas y yo respondo con metáforas. No reacciona con disgusto y preocupación, tampoco con ternura y comprensión, sino más bien con admiración. No se entera ni del nodo. Buscando cambiar de tema le digo que he tenido un mal día, que siento haber sido tan brusco y que me disculpe si le he causado alguna incomodidad, pero se ríe y dice que en absoluto. ¿Bromeas? Era justo lo que necesitaba. Sí, en otro tiempo habríamos hecho buena pareja. En otro tiempo le habría contado historias que no caben ni en la imaginación de los poetas y le habría dado dos meses de velocidad y pesadilla a los que podría agarrarse dentro de diez años, cuando el mayor vuelva del judo y las pequeñas vuelvan a pegarse por la nintendo y se pregunte si esto era todo. En otro tiempo, pero ahora no. Ahora cuando me siento a ver una película y pongo los pies encima de la mesa me quedo frito. No, ahora ya no.
Entiendo que la mejor forma de huir del interrogatorio es no parando de hablar, y es con esa intención con la que empiezo a explicarle que tengo una teoría sobre las mujeres y su comportamiento después de. Le digo que según mi experiencia cabe catalogarlas en tres grandes grupos. Se ríe. Le digo que en un primer grupo podríamos situar a aquellas mujeres que permanecen en absoluto silencio, la vista perdida en el infinito, a veces encienden un cigarro. En un segundo grupo encontraríamos a aquellas a las que se les desborda la simpatía, las que cuentan anécdotas jocosas y se ríen todo el rato y de cuando en cuando te hacen cosquillas. Y en el tercer grupo quedarían aquellas que buscan desesperadamente el profundizar en la intimidad, aquellas que en voz baja te cuentan sus secretos más profundos y esperan que tú hagas lo mismo. Esas, le digo, son mis favoritas.
Luego ya sólo hablamos de ella.
jueves, septiembre 03, 2009
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