Mientras doy cuenta de unos linguine con mejillones y pecorino le digo a Diana que desde que hemos retomado nuestra relación todos los de mi entorno me tratan mucho mejor. Mis padres han dejado de mirarme como si les hubiese salido torero. Mi hermana dosifica sus sarcasmos. Mis amigos me invitan a compartir actividades las mañanas de Domingo. Diana dice que a ella le sucede exactamente lo contrario. Su madre le llama tres veces diarias. Sus amigas le dicen que tenga mucho cuidado. Señalo lo curioso que resulta el que los suyos me responsabilicen a mí de nuestra ruptura, y los míos también. Y ella dice que de curioso no tiene nada. Y lo hace sin levantar la vista de la bresaola con rúcola y queso grana. Con un no-gesto aterrador. Aguas procelosas. Mejor huír. Cuando llegamos al postre ya hablamos de otra cosa. Mis conversaciones son siempre muy desestructuradas. Hay a quien eso le resulta simpático. Esta vez le cuento que cada vez que paso junto a un kiosko de prensa me recuerdo de niño comprando el USA Today. Dedicando días y días a estudiar cuidadosamente sus kilométricas páginas de estadísticas deportivas en letra minúscula. Yardas de carrera, puntos ganados sobre el primer servicio, greens en regulación, porcentajes de bateo, clasificación de metas volantes, ratio de asistencias por balón perdido. Qué feliz era entonces. O no, qué cojones, feliz no era, pero sí que todo parecía más sencillo. La vida aún no se había cruzado en mi camino.
Acompaño a Diana hasta su curro y nos besamos en la puerta. Me temo un beso melodramático, con abrazo y media lágrima. Así que bajo las manos y le toco el culo. Se zafa un poco y me llama cerdo y se ríe. Ha funcionado. Luego me pregunta qué planes tengo para la tarde. Le digo que no tengo ninguno. Ver la tele, tocar un poco la guitarra, limpiar algunas fotografías. Cuando desaparece en el enorme portal busco un taxi y le digo que me lleve al aeropuerto. Tengo que ir a recoger a Zoe. Mientras voy en el taxi trato de explicarme por qué le he mentido. Una mentira absurda, con la que nadie gana, se va a dar cuenta cuando vuelva, no tiene ningún sentido, no hay nada que esconder, es mentir por mentir. Le doy vueltas y no encuentro explicación alguna, pero sí tengo claro a quién se lo dedico. A sus familiares y los míos. A sus amistades y las mías. Con cariño, siempre vuestro.
En el taxi de vuelta Zoe me dice que Croacia no es para tanto pero que los croatas están buenísimos.
miércoles, agosto 05, 2009
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