jueves, agosto 13, 2009

Aquí el que no tiene seis tiene media docena

Los que en su momento fuimos el patito feo sabemos valorar la importancia de sentirnos admirados por el otro, dice. No sé de qué narices me habla. Y no sé por qué emplea el plural. Yo nunca he sido un pato feo. Yo siempre que he cambiado ha sido a peor, como todo el mundo, no me jodas. Los que hemos estado al otro lado del espejo sabemos de la enorme importancia que en este mundo tiene la primera impresión, dice. ¿De qué habla? ¿Qué espejo? Me está empezando a tocar los cojones. Aquí la primera imbécil que se compra unas tetas ya se cree que es Sharon Tate. Vaya mierda de fiesta. Tontos para parar un tren. Me refugio en la barra e intento arrancarle una sonrisa a la camarera. Este es sólo un trabajo temporal, yo en realidad quiero ser actriz, dice. Más tópicos no, por favor. A la primera oportunidad que tengo abandono la fiesta. Junto a la guapa del programa de risa y el guionista chistoso. La guapa del programa de risa propone ir a un bar en el que nunca le cobran. Llegamos y está cerrado. Propongo otro bar y el guionista chistoso otro más. Vamos al tuyo. No, mejor al tuyo. Insisto, al tuyo. No, por favor, al tuyo. Vamos al suyo. Allí tampoco cobran a la guapa del programa de risa. Qué suerte la mía, dice, y no sé si es ironía o si de verdad no se entera de lo que pasa. El guionista chistoso me cuenta que en la cara oculta de la luna hay un Ikea y un McDonald's a medio hacer, la mierda la crisis, y que el lugar ideal para establecer otro Las Vegas no está en Los Monegros sino en los Altos del Golán. Bailo un twist con la guapa del programa de risa. Exacto, un twist. Tiro una copa y el camarero dice "¡no pasa nada, todos cometemos errores!", y al principio pienso que es amabilidad, pero no es eso. Cuando la guapa del programa de risa comienza a bailar con los brazos en alto y el guionista chistoso la mira como si se estuviese planteando el sedarla con cloroformo y encadenarla en un sótano sé que ha llegado el momento de irse. Cuando llego a casa intento no hacer ruido, pero lo hago. Le podría echar la culpa al alcohol, pero sería engañarse; lo cierto es que soy un patoso. Entreabre los ojos y hace un mohín de ternura.
- ¿Qué tal la fiesta?
- Mal. Te he echado de menos.
- Sí. Seguro.
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