Yo no sé cómo estará su barrio, pero sepan que el mío está plagado de jovencitas fabulosas. Hay de todo, un festín. Magníficos organismos acuáticos de piel transparente, seres de lava y fuego de exoesqueleto multicolor, entes mitológicos casi incomprensibles en los márgenes de lo bueno por conocer... Todas estupendas. Todas venenosas. Las chicas de mi barrio besan a sus novios en los umbrales de los Starbucks, se peinan como diosas, y llevan las sandalias impolutas pues apenas rozan el suelo al caminar. Cuando se cruzan contigo hacen primero como que no te ven, y luego te sonríen, y en el mismo gesto concitan lo dulce y lo diabólico, lo infantil y lo ancestral, lo amable y lo hostil, perversas alquimistas del deseo y la promesa. Me encantan. Menudas brujas. Y de cerca son aún más inverosímiles. Ayer en la madrugada tuve el privilegio de interactuar con una de ellas, una muchacha de aspecto limpísimo, una criatura del siglo XXI que mientras mordisqueaba el limón de su bebida, y tras un preámbulo de apenas un par de frases, me propuso sexo literal y descuidado. Una cosa de veras preciosa, pues al abandonar sus labios la palabra follar no sonaba a "follar" sino a follar. Así que acto seguido la tomé de la mano, la saqué del bar, detuve un taxi, la metí dentro, le di diez pavos al taxista, le dije que la llevase a su casa, y volví dentro. Porque todo el mundo sabe que la regla de oro de los viajes en el tiempo consiste en no tocar nunca nada, so pena de causar un agujero negro que se nos coma a todos por los pies. De nada.
Al hilo de esto, leo ahora las declaraciones de una jamona muy popular estos días, la cual se adscribe a esa linea de pensamiento tan presente entre las jovenzuelas del mundo entero que les hace exclamar que prefieren salir con hombres más mayores, pues los de su edad "no son lo suficientemente maduros". Y acto seguido veo la fotografía de quien es su actual pareja, y resulta que es alguien, efectivamente, años mayor que ella, pero que al mismo tiempo viste como un adolescente, habla como un adolescente y se comporta como un adolescente. Y yo me pregunto: ¿pero de qué estamos hablando? ¿De qué cojones estamos hablando?
Yo es que de verdad que no lo sé.
lunes, mayo 25, 2009
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