Si de alguien cabe esperar fortaleza es de los seguidores de un culto. El brío de quien se sabe portador de La Verdad, la firmeza de quien aceptó ser vehículo de las palabras de otro, la seguridad de quien conoce la fecha exacta del apocalipsis. Pero ya ni eso. Junto a un paso de cebra me han asaltado hoy dos tipos que vestían trajes de mercadillo.
- Disculpe, señor, permítame que le deje un folleto, para que lo lea usted cuando tenga un rato.
- Ah, pues gracias.
Craso error. No son pocos los que confunden educación y predisposición.
- ... y permítame que le haga una pregunta: ¿es usted creyente?
- No.
- ¿Cómo? ¿No crée en Dios?
- Pues no.
Y me han arrebatado el folleto de mala manera y se han marchado sin despedirse. No es que confundiesen la educación con ninguna otra cosa, es sólo que desconocían el concepto. Y me ha dado un poco de rabia. Porque me hubiera gustado decirles que no creo en Dios pero sí en el demonio. O que, como le sucede a los seguidores de cualquier culto, yo también creo más en el pecado y el castigo que en su reverso, el mérito y la recompensa. O que hay días que se me pasan volando, pero en general todo esto se me está haciendo bastante largo. Y, ya puestos, también me gustaría haberles dicho que me joden los que entran en un bar y pretenden pagarse cada uno lo suyo, aunque eso no estoy seguro de que caiga en los márgenes de una religión. En definitiva, me gustaría haberles dicho que no se rindiesen tan pronto, que no soy tan mal candidato para abrazar una religion, que me vale cualquiera, pues nada tengo en contra de las organizaciones con principios fundamentales absurdos, y en el fondo hay pocas cosas que me apetezcan tanto como poder echar de vez en cuando una cabezadita y que conduzca otro un rato.
martes, abril 07, 2009
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