martes, diciembre 30, 2008

Demonios los tuyos

Que no, que no hay ningún misterio. Yo soy ese que queda con un amigo para al día siguiente ir a montar en bici (¡no te preocupes, yo te dejo una!), y excitado por la perspectiva de ocio diurno y vida sana se acerca al Corte Inglés y se compra unas nike con tecnología de ajuste perfecto, y unos pantalones de costuras ergonómicas y un porciento de elastán, y un chubasquero fino y elegante, y ya de paso una camiseta a juego, porque uno es como es, y luego sale a tomarse una copa y se lía y al día siguiente despierta a cuarenta kilómetros, y tiene que cancelar el paseo. Ese. Ese soy yo. Y no hay más. De ahí que no entienda esa obsesión de algunos por adjudicarme una suerte de emocionalidad opaca y retorcida. No conciben el que la gran mayoría de cosas de esta vida me importen una mierda, no, lo que sucede es que no exteriorizo mis sentimientos. Por eso cuando cometo el error de, confundido por una resaca peculiar, enseñar a quien no debo la pena que no debo, estoy perdido. "¡Eh, qué os dije, ahí lo teneis!", dicen. Y ya no me dejan en paz. Yo escabulléndome soy realmente bueno, pero mi hermana juega sucio. Me dice "tu sobrina está triste porque no le enseñas a tocar villancicos", y allá que voy. Y me llama por teléfono y me pregunta dónde estoy y me pilla desprevenido y le digo que estoy en casa y dice "¡a-há!, pues yo estoy en la cafetería de enfrente, subo". Juega muy sucio. Y yo sé que en lo que hace hay un genuino cariño, cosa que me enternece, pero también sé que está esa manía de los casados de al mismo tiempo exagerar su calma y tu zozobra, de respirar por tus heridas, de convencerse de la conveniencia de su estabilidad a partir de tus vaivenes.
En fin. Qué se le va a hacer. Se acaba el año, a la mierda Diciembre ya. ¿Son ustedes de los que hacen propósitos de año nuevo? Yo creo que este año haré dos. En primer lugar, el de pasar más tiempo despierto, y no en el sentido de dormir menos sino en el de pasar menos tiempo dormido. Y en segundo lugar, el de quedarme calvo. Y no por herencia genética sino por justicia poética. Y porque querer es poder.
blog comments powered by Disqus