
miércoles, septiembre 24, 2008
Los tiburones

lunes, septiembre 15, 2008
Perdidos

- Pues sí que debo ir borracha para que no te quieras liar conmigo ni tú, que eras capaz de follarte una puerta.
- Pero antes has dicho que piensas a menudo que...
- No te lo tengas tan subido, majo, que no eres para tanto.
Y descubro que, ahora sí, me estoy divirtiendo. Estoy en medio de una discusión que se asemeja a las que surgen a los pocos meses de iniciada una relación, cuando el otro ya ha descubierto que por dentro estás roto pero aún piensa que es posible ser arreglo o siquiera alivio, cuando aún hay estruendo; después llegará el silencio y más tarde la nada. Así que me animo a entrar en el cuerpo a cuerpo, con todo, en una discusión dura, cruenta, sólo nos falta agarrarnos de los pelos y echar a rodar. Yo hablo de su maquillaje y ella de mi acento. Yo hablo de su trabajo y ella de mi pasado. Yo hablo de sus orejas y ella de mis manos. ¿Dije pianista? Ya te gustaría, como mucho carterista. Y entonces me río. Y ella parece que va a explotar, pero al fin relaja el gesto, y también se ríe. Mucho. Y echa la cabeza hacia atrás y da patadas en el suelo. Y después, teatral, deja de reír y me mira a los ojos y sitúa una mano en mi nuca. Y me besa. Un beso que también sabe a nada, pero tras el que nadie hablará de lo que hacía ayer, ni con quién lo hacía, ni cuanto dolía. Porque ya existe una historia suficiente. Una historia que es aquí y es ahora y lo demás no existe.
viernes, septiembre 05, 2008
Buenas tardes: aquí un gilipollas

- ¿Estás bien? Ay, pobre. No sabes como lo siento.
- ¿Ha sido su hijo? Vaya disparo, está usted criando un figura.
- Ya, lo voy a matar, mira que le tengo dicho... ¿De verdad que estás bien?
- Sí, no se preocupe, no pasa nada.
La madre se ha girado y le ha gritado al niño "¡ven aquí ahora mismo a disculparte con este chico!", pues aunque transito ya la segunda mitad de mis treintas aún sigo siendo al parecer un chico, está visto que aquí no ayuda nadie, y el niño ha venido y se ha disculpado y le he dicho que no pasa nada y he echado a andar. Y mientras andaba he recordado aquel día en que siendo yo el niño que jugaba con un amigo le dí un balonazo a un señor muy alto, y éste recogió la pelota, se acercó hasta mí, me la ofreció, y cuando fui a cogerla la agarró con las dos manos y me la estampó en la cara, y cuando llegué a casa le dije a mi madre que me había caído, y ella no se lo creyó y pensó que me había pegado con algún otro crío. He recordado aquello, y antes de torcer la esquina me he girado y ahí estaban los niños jugando de nuevo, y las madres riendo, y aquí no ha pasado nada. Y he pensado que no es que estos tiempos sean peores que los anteriores, es sólo que éstos los habitamos gente mucho más de mentira.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)