martes, agosto 12, 2008

Tejiendo lunas

Pues sí, soy yo. El encargado de todas las mañanas subir a encender el sol. Así que lo siento, pero entiendan que yo jamás pedí esta responsabilidad, por lo que no les extrañe si tres, cuatro días al año no puedo cumplirla, porque tenga algo mejor que hacer, o simplemente porque se me olvide. Y además lo de hoy ni siquiera ha sido un olvido, ha sido que ayer me acosté tarde y hoy me he quedado dormido, y cuando me he despertado el responsable de plantar las nubes había aprovechado mi ausencia para poner lo suyo, a pesar de que en el programa venía especificado con absoluta claridad que hoy tocaba sol. Aqui el que no corre, vuela. Pero bueno, que ya está arreglado, que ahí tienen su sol y aquí no ha pasado nada.
Sí, estos días duermo poco y a deshoras, soslayo mis obligaciones, muestro una peligrosa tendencia a meter la pata, y en general mi existencia viene siendo lo que se dice una zapatiesta. Para rematarlo, hace unos días un desalmado me hizo una oferta laboral muy jugosa, una cosa con muchos ceros, lo cual me obligó a volver a explicar que no, que a mí no se me compra con dinero, cosa que me pone de muy mala leche. Y sospecho que fue ese estado de malhumor, junto a otras tres o cuatro cosas que ahora no vienen al caso, las que motivaron que el mismo día, unas horas más tarde, en casa, mi chica me lanzase a la cabeza un paragüero. Exacto: intento de homicidio por agresión con objeto contundente. Esto marcha. El caso es que esquivé como buenamente pude el paragüero, uno bien macizo, que acabó estrellándose contra un ventanal, el cual saltó hecho añicos. Y ahí lo tengo, cubierto con un plástico hasta que el cristalero vuelva de Calpe, localidad donde pasa unas merecidas vacaciones. Y aunque he de reconocer que estos arrebatos de violencia incontrolada a mí me ponen cachondísimo, no es menos cierto que los suelo preferir si no llevan aparejado semejante dispendio. Que a mí no se me comprará con dinero, pero los cristales tampoco se compran con besos.
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