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viernes, agosto 29, 2008
Cae fiebre como nieve
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jueves, agosto 21, 2008
Luciano y el sexo
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martes, agosto 12, 2008
Tejiendo lunas
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Sí, estos días duermo poco y a deshoras, soslayo mis obligaciones, muestro una peligrosa tendencia a meter la pata, y en general mi existencia viene siendo lo que se dice una zapatiesta. Para rematarlo, hace unos días un desalmado me hizo una oferta laboral muy jugosa, una cosa con muchos ceros, lo cual me obligó a volver a explicar que no, que a mí no se me compra con dinero, cosa que me pone de muy mala leche. Y sospecho que fue ese estado de malhumor, junto a otras tres o cuatro cosas que ahora no vienen al caso, las que motivaron que el mismo día, unas horas más tarde, en casa, mi chica me lanzase a la cabeza un paragüero. Exacto: intento de homicidio por agresión con objeto contundente. Esto marcha. El caso es que esquivé como buenamente pude el paragüero, uno bien macizo, que acabó estrellándose contra un ventanal, el cual saltó hecho añicos. Y ahí lo tengo, cubierto con un plástico hasta que el cristalero vuelva de Calpe, localidad donde pasa unas merecidas vacaciones. Y aunque he de reconocer que estos arrebatos de violencia incontrolada a mí me ponen cachondísimo, no es menos cierto que los suelo preferir si no llevan aparejado semejante dispendio. Que a mí no se me comprará con dinero, pero los cristales tampoco se compran con besos.
miércoles, agosto 06, 2008
A golpes de calor
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Hola, pasad. Besos. Juego con mis sobrinos a la pelota, juego a ponernos ramas en el pelo y juego a vamos a tocarle los cojones al tío. Mi hermana saca unas ensaladas y preparamos unas hamburguesas. ¡Mira que olvidar los pepinillos! ¡La sangría está riquísima!. Luego los niños corren, los niños se pegan, los niños lloran, los niños se calman. Y el pequeño se queda dormido, la mediana se tira en el cesped a pintar y la mayor se va al salón a jugar con la nintendo. Marta y mi hermana se van al extremo opuesto de la piscina y se sientan en el borde, los pies en el agua. Y charlan. Mi cuñado me pone una copa y acerca su silla a la mía.
- Los tomates de hoy en día son como uvas gordas, sólo agua.
¿De qué habla? ¿Será una indirecta? Lleva todo el día comportándose conmigo con inusual amabilidad. Demasiada. Ni rastro de su habitual hostilidad, de su semblante de desaprobación. ¿De que va esto? Me pregunto qué sucede. Y se me ocurre que quizás sufra una enfermedad terminal que mi familia ha decidido ocultarme, y que mi cuñado se ha propuesto ser amable conmigo, al fin, durante los últimos días de mi vida. Sí, eso es: una enfermedad terminal.
Miro a Marta y Eva. Siguen hablando. Una conversación seria, de gestos intensos, sin espacio para una sonrisa. Parece que hablan de algo importante. ¿De qué cojones estarán hablando?
Mi sobrina se cansa de pintar y se levanta y se sienta en mis rodillas. Pasa las yemas de sus dedos por mi antebrazo.
- Tito, ¿cómo te hiciste esto?
- Con una reja, cariño, tú nunca intentes saltar una reja.
Héctor celebra mi respuesta con una sonrisa. Una sonrisa amable, un gesto de gran empatía. Mierda, ¿de qué demonios va todo esto? Se me ocurre que quizás se haya desatado una guerra nuclear, una noticia que mi familia ha decidido ocultarme, y que mi cuñado se ha propuesto ser amable conmigo, al fin, los días previos a que nos frían a todos como a sardinas. Sí, eso es: una guerra nuclear.
Vuelvo a mirar a Marta y Eva. Ya no hablan. Sólo miran el agua en silencio, y con los pies provocan ondulaciones que se extienden por el resto de la piscina. Me fijo en sus manos, en sus ojos. Sí, eso es. Hablaban de mí. Esto se acaba.
Dios, yo no sé qué sería de mí si no existiera la música.
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