jueves, mayo 08, 2008

This is old Tom Frost, and I am calling long distance

Cuando nos sentamos a su mesa uno de ellos comenta que acaba de aceptar un trabajo cuya remuneración es pobre pero que a cambio le servirá para darle brillo a su curriculum, y después otro apunta que hoy está donde está gracias a aquel trabajo de becario que desempeñó en una auditora durante dos intensos años. Si tuviese a mano una granada la haría detonar allí mismo. Cuánta estupidez. Casi siempre me siento más cercano a alguien que entra en un teatro con un cinturón de explosivos que a alguien que viste camisas de cuadros y manga corta, tanto despropósito no debería salir gratis, por Dios, que venga alguien a poner orden. Marta ve mis ojos inyectados en sangre y enseguida inventa una excusa menor y me saca de allí. Marta me conoce bien, yo diría que ocupa el cuarto puesto en el ranking de personas que mejor me conocen, lo suficiente para saber que es inútil tratar de explicarme desde la complejidad, pues en realidad soy simple como una bisagra. Cuando digo "tengo sed" los hay que se empeñan en adivinar una metáfora sobre el vértigo que provocan estos tiempos difíciles, pero Marta se limita a acercarme un vaso de agua. Eso es lo que digo. Hace unos días, con su cabeza en mi regazo, le pregunté si no le parecería una buena idea que tuviésemos un hijo, y me respondió, textual, "anda, llévame a cenar y deja de decir gilipolleces". Eso, eso es lo que digo. Y además a mi sobrina le cae bien, me lo dijo el pasado fin de semana. Tuvimos una de esas comidas familiares en las que todos cuentan jocosas anécdotas de mi pasado como si yo no estuviese presente, todo muy gracioso, me parto de risa, y en un momento dado mi sobrina me llevó a un aparte y me dijo que Marta le caía muy bien, y luego añadió algo así como que lo que ando buscando no se encuentra en el interior de ninguna otra persona. Y yo me pregunté: ¿pero esto que es? ¿qué forma de hablar es ésta? ¿qué clase de televisión le dejan ver a esta niña? Y luego le respondí, no supe qué otra cosa hacer, tirando de Montaigne con aquello de "yo no me encuentro a mí mismo donde me busco; me encuentro por sorpresa cuando menos lo espero", y ella se limitó a sonreir, con esa sonrisa que es clavada a la de su madre y hay quien dice que también a la mía, aunque a mí no me lo parece.
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