miércoles, abril 09, 2008

Clear C_MOS

El médico me dijo que lo mío era gravísimo y que me quedaban tres meses de vida. Abandoné el hospital, y que si esto y que si aquello, y cuando me quise dar cuenta ya sólo me quedaba una semana. Se me había ido el santo al cielo, siempre me pasa lo mismo. Me dije "¿y mi soñado viaje a Australia qué?". Pero, claro, sería un día para ir, otro para volver, más el del jet lag. No compensa.
Ya ven qué gilipolleces se me ocurren estos días.
También pienso mucho, no sé a cuento de qué, en una antigua novia que en la hora de la despedida me reprochó que fuese demasiado poco celoso. Yo, desorientado por lo peregrino del argumento, le pregunté si no se había planteado el que no fuese ausencia de celos sino de amor. Pero ella dijo que no, que imposible, que yo la quería mucho, pero que era poco celoso, y que adiós. Más tarde he vuelto a toparme con más mujeres de esas para las que los celos son una exigencia, y que no conciben más desamor que el propio. Siempre traen problemas.
Ya ven las insustancias que llenan mis pensamientos estos días. Insustancias y gilipolleces. La culpa es del entretiempo. Yo detesto los entretiempos, en lo estacional, lo climatológico y lo filosófico. En los entretiempos todos andan ensimismados, planificando sus futuros más inmediatos, ensayando cambios de imagen, prisioneros de un optimismo desmedido, pero yo en cambio pienso en bobadas y camino mirando al suelo, ausente, y me empeño en transitar la peligrosa linea que separa melomanía y coprofagia. En los entretiempos todos miran al frente, pero yo, al contrario, me entrego a la nostalgia. Y la nostalgía es una carretera cortada, un despeñadero. Si se me apareciese el genio ese que concede deseos y me concediese uno sólo, sería por supuesto el de pasar un día en el interior de la cabeza de Paris Hilton. Pero si se me concediesen dos, el segundo sería el de ser sometido a uno de esos lavados de cerebro que abundan en la ciencia ficción mala, esos mediante los cuales un letal asesino se transforma en humilde relojero. Y olvidarlo todo. Hacer un reset y empezar desde el cero más absoluto. Yo por deshacerme de todos mis recuerdos estaría dispuesto incluso a renunciar a los buenos, incluso a tener que volver a aprender a hablar y a caminar y a hacer mis necesidades en los lugares indicados. Por olvidarlo todo yo estaría dispuesto incluso a dar un par de extremidades.
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