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Con prisa me da un beso protocolario, y con prisa sale de casa. Me levanto y me dirijo al salón. Todo es allí diferente. Me acerco a una estantería y veo libros que, no me cabe la menor duda, son suyos, y otros que no reconozco, por lo que supongo que serán míos, de ese yo que sería si aquello no hubiese sucedido. Vuelvo a la habitación y me asomo al espejo. Sí, soy yo, aunque diferente. No sabría decir en qué, el gesto quizás. Por un instante me echo de menos, la nostalgía de la antigua desdicha. Pero es sólo un instante. En realidad siento que no podría ser más dichoso. En realidad estoy eufórico. Bien, se acabó, pienso, ahora me despierto. Pero no. Así que me visto y salgo de casa. Me dirijo a una librería y allí compro tres libros que, no importa quién sea ahora ni durante cuánto tiempo, jamás deberían faltar en mi estantería. Luego entro en una cafetería, la cafetería habitual. Tomo una mesa y pido un café. Cuando lo acabo no sólo no he despertado, sino que estoy aún más confuso. De repente, ya recuerdo la anécdota que ella rememoraba antes, y recuerdo qué es eso a lo que tengo que ir hoy, y recuerdo también que trabajo en una oficina en la que se estarán preguntando por qué no he ido. Y lo que ya casi no recuerdo es todo lo relativo al otro yo. Se me ocurre que quizás no esté soñando sino que acabo de despertar de un sueño, un sueño ucrónico, un sueño cruel.
Poco a poco la euforia va siendo sustituída por los avatares del día a día, y al cabo de un rato ya apenas recuerdo nada. Pienso que debería llamar a la oficina e inventarme algo, y enseguida pienso que, total, para qué, si en un par de horas tengo que ir a eso. No hay prisa. Así que decido pedir otro café. Y abro uno de los libros que he comprado. Entonces cae una gota de agua sobre su primera página. Está lloviendo, pienso. Pero enseguida caigo en que estoy en una cafetería. Dentro de una cafetería. No cuadra. Me fijo en la gota que cayó sobre el libro y veo que todo lo escrito se desparrama como una acuarela. Luego cae otra gota sobre la mesa, y la mesa comienza a difuminarse. Después cae otra gota sobre mi brazo, y mi brazo... El cuadro. El baúl. Las sábanas negras. Mierda.
Mierda.