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lunes, marzo 31, 2008
No importa quién seas, sino cómo vistas
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miércoles, marzo 26, 2008
Desayuno
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domingo, marzo 23, 2008
El vals de la señorita de ojos verdes
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martes, marzo 18, 2008
Como los flanes de arena
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¿Por dónde iba? Se me ha ido el santo al cielo.
Ya. Lo que les quería contar es que ayer estuve cenando en un japonés muy elegante con una ex a quien hacía al menos tres vidas que no veía. Y la velada resultó deliciosa, plena de complicidad y compenetración, salpicada de sonrisas, bromas privadas e ironías en su sitio. Juntos pasamos una noche maravillosa, y cuando llegué a casa me puse una copa y comencé a pensar. Pensé en las mujeres que calzan zapato bajo de color metálico. Algo que me provoca sensaciones encontradas, una de esas cosas que me impiden definirme, que no sé si me parecen bien o mal, si estoy a favor o en contra. Como lo de comer con cerveza, las canciones con theremin, las autoinmolaciones en lugares concurridos o las segundas oportunidades.
jueves, marzo 13, 2008
De utilidad
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martes, marzo 11, 2008
Una ceguera que roza la perfección
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Otra cosa que les podría contar es que me he descubierto un nuevo fetiche: las mujeres que arrastran una maleta. Las encuentro irresistibles. En cuanto diviso una el corazón me da un vuelco y corro a ofrecer mi ayuda. Pero, claro, entonces yo arrastro su maleta y ellas dejan de hacerlo, y el hechizo se evapora. Soy un fetichista pésimo.
También les podría hablar de mi sobrina, a quien en las pasadas fiestas regalé una de mis guitarras, una acústica decente de la que se había encaprichado, y qué mejor destino para una guitarra que las manos de un crío. Hace unos días llamó mi hermana para decirme que la niña se hallaba inconsolable pues, decía, había roto el regalo de su tío. Tan sólo había roto una cuerda. Le dijeron que no era para tanto, que las cuerdas de las guitarras se rompen y se cambian y ya está, pero nada, que no abandonaba el melodrama. Así que al final me tocó ir y hacerle el cambio in situ para demostrar que la guitarra seguía funcionando. Mientras lo hacía recordé el día en que rompí mi primera cuerda, aquello sólo tenía cuatro, y los acostecimientos posteriores. Claro, eran otros tiempos más inhóspitos, otros entornos más exigentes.
Y también les podría comentar que en unas horas estoy convocado a una celebración que me tiene aterrado. Porque aquello estará repleto de mujeres de mal vivir, hombres de peor, criaturas abisales, vampiros y aspirantes a no sé qué. Y me conozco. Muy mal. En fin, si no vuelvo díganle a mis familiares que siento lo que les he hecho pasar, y procedan a repartirse mis bienes con urbanidad y buen criterio.
viernes, marzo 07, 2008
(Des)concierto
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Por esas manos, hijas de tus manos, tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra, veré en los tuyos lágrimas un día.
Luego me disculpo y me acerco a la barra y pido una copa. Pero cuando voy a pagar la camarera me dice que no, que Blanca le ha dicho que yo no pago.Por sus ojos abiertos en la tierra, veré en los tuyos lágrimas un día.
- Genial. Pues entonces ponme dos.
Al rato vuelve Blanca, con dos amigos, y me los presenta, y mantenemos una conversación casi meteorológica, y después me pregunta por mi reciente encuentro con Leonor. Las noticias vuelan, esto no es una ciudad, esto es un pueblo. Pero yo no entro en su juego, pues no me gustan esas artimañas retóricas mediante las cuales alguien establece una conversación que luego habrá de manejar otro, como si los conocidos del otro en cierta forma se convirtiesen en propios por el mero hecho de saber de su existencia. Pero ella es quien a esto me ha invitado, y por lo tanto estaría feo el hacerle evidente mi incomodidad, así que me limito a esquivar el guante y, ya que me habla de Leonor, dedicarle al oído un poema adecuado propiedad de no me acuerdo quién:
Bella, no te caben los ojos en la cara, no te caben los ojos en la tierra.
Hay países, hay ríos en tus ojos, mi patria está en tus ojos,
yo camino por ellos, ellos dan luz al mundo, por donde yo camino, bella.
Muchas copas después, algunas horas después, una luz tenue entra por mi derecha, por su izquierda, la izquierda de Blanca, quien situada debajo de mí exclama "¡hazme daño!". Es la tercera vez que me dicen algo así en muy poco tiempo, algo que no acierto a comprender. Yo cuando me miro al espejo lo último que esperaría de aquel a quien miro es un conato de violencia. Pero está claro que no se parece en nada el cómo nos ven al cómo nos vemos, y pensarlo demasiado es embarcarse en el tren de la bruja, así que me limito a pensar "¿cuánto daño?, y luego "te cambio un diciembre cualquiera, el que tú me digas, y entonces sabrás lo que es el dolor", y luego "en fin, supongo que de momento bastará con que utilicemos lo que guardo en el cajón que descansa bajo mi cama".
Hay países, hay ríos en tus ojos, mi patria está en tus ojos,
yo camino por ellos, ellos dan luz al mundo, por donde yo camino, bella.
martes, marzo 04, 2008
El gusto es mío
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Cosas de la naturaleza, esta escasez de olfato tiene su reverso en un muy desarrollado sentido del gusto, de tal manera que soy capaz de distinguir sabores que al resto se le escapan, al punto que llego incluso a distingirlos en cosas que en principio cabría pensar que no lo tienen. Así, soy capaz de afirmar que el deseo sabe a fruto seco y marisco, y la infidelidad, ambas infidelidades, a la última copa de la noche. Y la ausencia sabe a sangre, a sangre propia, un chuparse un rasguño, y la pérdida a plomo, a bala mordida. Y el desengaño a muela picada, y la decepción a agua sucia, y la mujer a siempres.
Ayer me ofrecieron un trabajo, uno de alta consideración social, muy pintón, envidiable, apropiado y de mareante remuneración, una oferta que sólo un loco rechazaría. Naturalmente, lo rechacé. Pero cada vez me cuesta más hacerlo, cada vez me cuesta más saber por qué hago lo que hago, saber qué toca a continuación. Y sospecho que se debe a que, a diferencia del desengaño o el deseo, de la ausencia o la pérdida, la duda, y por tanto la certeza, son sustancias insípidas pero muy olorosas. Y por eso los que me rodean me preguntan "¿pero acaso no lo notas?", y yo lo intuyo, me huelo que a mi alrededor existe un olor evidente, que a mi alrededor huele a certeza que apesta. Pero yo no percibo nada. Porque a mí, ya digo, me sobra gusto pero me falta olfato.
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