viernes, noviembre 23, 2007

Prayers on fire

Estos días apenas paro en casa. Estos días voy con el portátil a la oficina y allí pido un café y mientras desvalijo un wifi me detengo en las piernas de las camareras, el largo de los abrigos de los transeúntes o el olor a fritanga que desprende la cocina, cualquier cosa que me permita ausentarme de la tiranía de las fechas de entrega y los compromisos acordados. Luego cae la noche y participo en debates en los que vehemente defiendo cosas que me importan demasiado poco, y asisto a conciertos que disfruto pero que al día siguiente olvido. Y trato en todo momento de evitar a los seres que me quieren, y acabo durmiendo vestido en casa de desconocidos. E imagino catástrofes íntimas y corazones a romper mientras acumulo tareas para ayer. Y sólo soy capaz de hacerme gracia cuando me reconozco insignificante, y sólo soy capaz de soñar cuando me sé trivial. Ayer soñé con una mujer de corazón puro y mirada sincera, alguien a quien nadie en su sano juicio dejaría escapar, y cuando desperté esa mujer estaba a mi lado. No es licencia poética, es que en efecto estaba a mi lado. Y al verla recordé la primera mirada y la primera sonrisa y la primera palabra y el último suspiro, y por suerte apenas me costó nada el comenzar a odiarla. Hoy en cambio he soñado con un gato, un gato gordo que dormía a los pies de mi cama. Pero esta vez cuando desperté el gato no estaba. Ni el gato ni la mujer de la mirada sincera. Allí tan sólo había, sobre la mesilla, una botella medio vacía, un vaso manchado de carmín y restos de farlopa barnizando el anverso de una fotografía en la que una pareja sonríe y dice "patata" y hay una noria detrás. No es metáfora, tan sólo una foto vieja. Fotos viejas brotando de los cajones, tiradas por el suelo, clavadas bocabajo en la pared. Por eso estos días apenas paro en casa, y por eso estos días soy ese que acecha a tu novia apostado en una esquina y ese que le ofrece caramelos manipulados a tu hijo y ese que introduce tuercas en sus guantes antes de salir a boxear. Ese que cuando quiso dejar de añorar descubrió que ya era demasiado tarde. Ese.
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