viernes, agosto 17, 2007

Ansiolíticos y sobrasada

He dormido fatal. He soñado que trabajaba en una gestoría y el jefe me echaba, he soñado que era el principal sospechoso del asesinato de cinco campistas adolescentes y he soñado que era 10 de Diciembre. Me he despertado con una resaca terrible. Necesitaba desayunar algo. Como un zombi me he levantado de la cama, como un zombi me he duchado, como un zombi he salido de casa y por ir como un zombi ha sido que hasta la segunda esquina no me he dado cuenta de que era de noche. Aún quedaban un par de bares abiertos, pero hubiera estado fuera de lugar el entrar a pedir un café y un bollo, así que he vuelto a casa. He abierto el frigorífico y me he preparado un sandwich con lo primero que he encontrado. Una lata de atún, pimiento rojo, sobrasada, ketchup. Me he sentado en el sofá y he pensado en leer algo. He abierto un Pynchon, pero finalmente me he dedicado a releer el prospecto del Lexatin que hacía las veces de separador. Me ha vuelto a cautivar su gélida literatura, la implacable enumeración de posologías y contraindicaciones, la absoluta ausencia de retórica. Después he reparado en la presencia a mi lado de Laura, quien se dedicaba a despellejarse un moreno agotado, tiras de piel casi transparente que iba depositando en una servilleta sin mostrar el menor atisbo de drama. Inseguridades no tiene, ni falta que le hacen. Luego JM ha entrado en el salón, venía de la terraza. Ha echado un vistazo a Laura, ataviada exclusivamente con la parte inferior del biquini, y le ha dicho "pero, chica, tápate un poco". Ella le ha dedicado un "que te follen" y ha seguido a lo suyo. He dirigido mi vista hacia la terraza, a la espalda de JM, y he advertido la presencia de dos mujeres tumbadas en el suelo, dormidas. Tan sólo he reconocido a una. Y ha sido ahí cuando me he dado cuenta de que no sentía nada. Ni frio, ni cansancio, ni hambre, ni preocupación, ni miedo, ni tristeza. No sentía nada, absolutamente nada. Laura ha descubierto la perplejidad que se apoderaba de mi rostro.
- Cielo, ¿estás bien?
- No lo sé. Creo que me estoy transformando en piedra.
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