
Mientras voy en el metro me lo pienso mejor y me acerco al bar donde están estos. "¿No ibas a cenar con tu hermana?", preguntan, y me hacen un hueco en su mesa. Pienso en hablarles de un anuncio que he visto en una valla publicitaria y que me hace mucha gracia, pero al final no encuentro la ocasión. La conversación versa sobre los recuerdos. Antiguas parejas. JM habla de una novia que tuvo y que años después, tras hacerse muy famosa, le llamó para ofrecerle dinero por olvidar determinado detalle escabroso. Reímos. Yo hablo de una novia a la que mientras dormíamos le gustaba cogerme la mano y ponérsela bajo la cara, y de cómo me la llenaba de babas. Alguien dice "qué lindo", pero a mí el recordarlo me ha puesto mal cuerpo así que les digo que estoy cansado y que me voy a casa. Susana me dice "que duermas bien". Nerea me dice "a ver si te dejas ver más a menudo". JM me dice "eres un maricón".
Llego a casa pero ya no tengo sueño. Abro el "Revelación de un mundo" de Clarice Lispector. Apenas leo un par de páginas y lo dejo. Enciendo la televisión. Voy de canal en canal, pero no encuentro nada y la apago. Tampoco me apetece escuchar música. Me tumbo en el sofá y en silencio escruto las imperfecciones del techo. Pienso en el anuncio de la valla publicitaria. "Los hombres sólo piensan en una cosa. Y si es con asientos de cuero, mejor". Ya no me hace tanta gracia.