jueves, febrero 01, 2007

Las cosas que te han pasado son de lo más normal

Sueño que soy un desatascador, ventosa negra y mango blanco, perteneciente al paisaje de un cuarto de baño repleto de azulejos en tonos azulados y griferías monomando. Me despierto. La boca me sabe a tubos de escape y la cabeza me duele, aunque de una manera en cierto modo reconfortante. No sé si me explico. Comienzo a sincronizar estómago y esternón, dispuesto a soltar un profundo erupto liberador, pero en el último instante me detengo. No estoy sólo. Al otro lado de la cama hay una chica de pelo corto y moreno. Me asusto. No es la primera vez que en los últimos meses despierto junto a alguien a quien no recuerdo haber acostado, y esta costumbre comienza a resultarme un tanto peligrosa. Alargo el brazo y toco su cabeza. Despierta. Tiene los ojos hinchados y el rimmel corrido.
- Oye, ¿hemos follado?
- (Mirada perdida) ¿Eh? (gesto resacoso) ¿Cómo?
Entonces hace un movimiento íntimo que por caballerosidad no reproduciré, y continúa:
- No me acuerdo. No. Creo que no.
Se da la vuelta y sigue durmiendo.
Me recuesto y miro al techo. Decido que esta vez no culparé de este desaguisado ni a mi esencia ni a mi educación. Esta vez no me comportaré como un adolescente que responsabiliza de todos sus errores a sus padres. No, esta vez me comportaré como un adulto: le echaré la culpa al alcohol. Por otra parte, al menos en esta ocasión quien hay a mi lado no es una desconocida. Su nombre es Ruth, y es una vieja compañera de canalladas. Tambien es una de esas personas que en frío dan mucha pereza, ya que tienen un concepto del salir extremadamente irreflexivo y las sabemos capaces, al menor descuido, de conducirnos a las fosas más abisales.
Antes llevaba el pelo muy largo. Ahora lo lleva cortísimo, pero también le queda bien.
A ver, ¿que hice ayer?
Estuve en la inauguración de un bar. El dueño había puesto unas botellas a nuestro nombre. Luego tuvo que poner más. Al rato apareció Ruth, con unas amigas. Dichosos los ojos, dijo. Me he enterado de que miss mundo se hartó de tí, dijo. Supongo que entonces nos podemos volver a acostar, dijo. Luego se pasó toda la noche tarareando a mi oído canciones que hablan de pérdida, incluída esa de Mecano que dice "tu novia te ha dejado plantado y se ha ido con un soldado muy formal". La muy puta. El caso es que me hizo reir. Y cuanto más te ríes, peor, más abisal la fosa.
Luego todo se difumina.
A saber. Nos fuimos a otro bar, y luego a otro más. Bebimos mojitos. Perdí a mis amigos. Perdí mi bufanda. Estuve jugando al parchís con la hija de un camello. Ruth rompió el tacón de una de sus botas y la llevé en brazos. Nos metimos en un puticlub y nos echaron.
No recuerdo más. Ni falta que hace.
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