Hay dos tipos de agujeros, los que invitan a meter un dedo y los que invitan a acercarse y mirar a través. Este es de los segundos. Está situado en mi cocina, entre la nevera y la freidora. Hoy me he asomado. Al otro lado he visto a Sebas, fumando y leyendo el Marca. Juraría que por la estructura de mi vivienda ese agujero debía de dar al baño. Allí me he dirigido. No había nada. Ni agujero recíproco, ni Sebas.
(Inciso: comprar papel higiénico).
He vuelto a la cocina. Me he vuelto a asomar al agujero. Hay dos tipos de amigos, los que en los momentos duros te prestan su hombro y los que en los momentos duros te dan una colleja y te dicen que espabiles. Sebas es de los segundos. Este tipo de amigos tienen muy buena prensa, todo el mundo quisiera al menos uno. Hasta que te toca, claro. Entonces te das cuentas de que son unos hijos de puta. Me ha dicho que ahora voy a estar 'mejor' porque yo no sirvo para 'eso'. Que pase página. Que llorar es de madres aburridas y perdedores de finales olímpicas. Me ha dicho que le enseñe 'el blog ese'. Le ha echado un vistazo desde el otro lado del agujero y ha dicho ¿te das cuenta?, y ha dicho ¿ves en lo que te estaba convirtiendo?, y ha dicho que ese que escribe ahí no soy yo sino un tipo sin pene y un atolao. Menudo cabrón. Tiene razón. Si alguien quiere hacer fotos de la capilla, que las haga ahora que mañana la quemo.
(Inciso: buscar el soplete).
Me ha dicho que despierte. Que no tengo edad para amarguras adolescentes. Que estoy hecho una ruina. Que las niñas guapas y decentes son para directores de recursos humanos del sector servicios y cantantes de rock desenganchados. He intentado rebatirle. He intentado defenderme. He mirado mi reflejo en el lateral de una cacerola. El pelo sucio, mal afeitado, ojeras, un pantalón de chándal.
(Inciso: quemar también el pantalón de chándal).
"Me cago en mi sangre", he exclamado. Sebas me ha dicho que me duche y me cambie. Que me espera abajo en media hora. Para salir a tocarle el culo a las chicas con novio y contarle chistes racistas a los porteros de discoteca y darle besos en la frente a nuestros camellos y beber anís hasta que nos saquen a empujones del último piano bar. Como antes. Como ayer. Hay dos tipos de ayer, el que transcurre convirtiéndose en pasado y el que se funde con el hoy y el mañana sin llegar nunca a abandonar su condición de presente. Este es de los segundos. El puto día de la marmota. Hey, ho, let's go!
martes, diciembre 19, 2006
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