De verdad que estos días pensaba dejarles un poquito de ficción de esa que no lo parece, la narrada en primera persona, esa con personajes recurrentes y anécdotas livianas. Pero es que es posible que sea estos últimos días la persona con menos gracia de todo mi portal, y aquello que escribo acaba inexorablemente cubierto de un manto de melancolía que lo vuelve todo gris. Por lo que es lógico que su destino natural no sea en ningún caso este crisol de mamarrachadas, sino la papelera de reciclaje. Al fin y al cabo, todos sabemos que este formato tan frugal que tienen delante, tan de ojear de pasada mientras uno se zampa un yogourt, premia al cínico que llevamos dentro y desprecia al asténico. Estimula la sorna y penaliza la atonía. No me digan que no.
En fin, les diré que hoy, sacando del horno un panini de campofrío - carne picada, tomate, pimiento y mozzarella, di vi no - me he quemado el dorso de la mano, al intentar extraer con mi proverbial torpeza de la bandeja un aguerrido pedacito de queso fundido. Nada, apenas un rasguñito, una tontería sin importancia, no se crean. Pero Diana se ha asustado, y he tenido que arrebatarle el teléfono de entre las manos porque ya estaba llamando a ambulancias, bomberos y sacerdotes.
Andaba en babia porque hoy me ha citado el viejo PJ en un local de Pilates que tiene a medias con su ex mujer para proponerme un negocio, un negocio que la verdad es que no veo nada claro. Y eso que él ha utilizado todas sus armas, como pronto he comprendido al ver desfilar delante nuestro unas cuantas monitoras del gimnasio, todas ellas de diferentes etnias y tonalidades, con sus pantalones ajustados y sus camisetas cortas y sus complexiones impecables. Al final no he tenido más remedio que soltarle a PJ un "qué bien que me conoces, so cabrón".
En casa, por la noche, hemos estado visionando el segundo capítulo de "Studio 60" y Diana no ha soltado ni un momento mi infortunada mano, que de cuando en cuando conducía hasta las cercanías de sus labios para soplar dulcemente sobre la abrasión. Recuerdenme que en cuanto encuentre un hueco vuelva a achicharrarme.
La foto pertenece a este Flickr dedicado exclusivamente a señoritas orientales que tampoco lo ven claro.
jueves, octubre 05, 2006
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