viernes, octubre 06, 2006

Acordarse del agua en la sequía

En mi casa hay una gotera que ha sobrevivido a cuatro arreglos de tejado. La verdad es que no me molesta, primero porque es muy difícil que a mí me importune cualquier inconveniente doméstico, y segundo porque tampoco gotea mucho y además lo hace a través de una zona, el tambor de la persiana de una ventana interior, que no resulta demasiado evidente. Me he acostumbrado a la gotera, a la que un par de veces he pensado incluso en darle un nombre, uno de mujer, claro, y he resuelto hasta ahora la situación colocando debajo a modo de atrapafluídos un albornoz pasado de kilómetros y también la olla express, que no utilizo por razones filosóficas, porque me gusta que las cosas duren lo que deben. Diana en cambio no es tan indulgente con el entorno, por lo que ha acabado llamando a un especialista en cubiertas. Así que se ha presentado un chaval que ágil se ha encaramado al tejado y que tras cosa de media hora de golpes y paseos ha bajado. A Diana le hablaba apoyándose en la pared que tenía más cercana y metiéndose las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros. A mí me miraba de soslayo. Ha dicho que ha forrado un par de tejas que amenazaban problemas y que ha cambiado el vierteaguas. No estoy seguro de que haya sido esa la palabra exacta que ha utilizado, pero me gusta pensar que sí. Luego ha dicho que el agua una vez que llega hasta tí es imparable, que es capaz de gastar años abriendo camino, centímetro a centímetro, hasta que encuentra una salida, y que su lugar de entrada puede perfectamente encontrarse a unas decenas de metros de su destino, lo que convierte su encauce en una tarea titánica. Yo he prestado mucha atención al razonamiento, intentando metaforizarlo. Diana, mientras, asentía, apoyada en una puerta y con las manos en los bolsillos traseros de su minifalda vaquera. Luego me ha mirado por encima del hombro, con un punto cómico, y más tarde me ha lanzado una media sonrisa de complicidad. Entonces el operario, percatándose de la mofa, me ha mirado como diciendo "vaya" y yo he enarcado mis cejas como respondiendo "ahí tienes tus dos tazas".

Fotografía de Manuel Libres Librodo Jr, vía Нотатник.
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