viernes, octubre 20, 2006

Montar en globo y oler la nieve

Nada, que he visto que no había en toda la primera página ni una sóla foto de una chavala amarradita de esas que solían engalanar estas paredes no hace tanto, y he pensado que no, hombre, que no, que hasta ahí podíamos llegar. Pero que eso, que se me había pasado pero que ya está, que pueden ustedes seguir con lo que estuviesen haciendo.

Aunque, en fin, ya que estoy aquí voy a compartir con ustedes alguna tontería de las mías. Si quieren pueden dejarlo en este punto, incluso lo recomiendo, que me da a mí que de aquí no va a salir gran cosa. Están avisados. Pues verán, que ando estos días pensando a menudo lo muchísimo que me gustaría dejar de fumar, de ahí el título del post precedente. Pero no puedo hacerlo. Y no porque carezca de la voluntad necesaria ni porque sea impermeable a las campañas institucionales ni por lo de yoconmicafelito, no, nada de eso. Yo si no puedo dejar el tabaco es sencillamente porque yo no fumo. No, no soy fumador, y nunca lo he sido - algún trócolo si se tercia en eventos sociales o partidos de regional, y pare usted de contar -, supongo que debido a que eso de fumar es un hábito que se adquiere en la adolescencia, cuando te sirve para soslayar el miedo al sexo opuesto a la vez que para reafirmarte en una madurez que a falta de experiencias que la avalen se hace necesario fingir. Pero qué quieren que les diga, que uno por suerte o por desgracia ha compensado de siempre sus carencias psico-afectivas con una presencia en extremo agradable y, eso, que para practicar el grito de Tarzán jamás me hizo falta agarrar cigarrillo alguno. Ya, ya sé, menudo fantasmeo me acabo de marcar, soy consciente. Pero, nada, se fastidien, que yo ya avisé de que sólo venía a cambiar el poster de la pared. Yo sigo.

Ya les digo que me gustaría estar instalado en esa dinámica en la que uno se dice "hoy no, que he tenido un mal día, pero a partir del próximo lunes...", y tener un objetivo vital de esa índole inofensiva en el que dejarme unas cuantas neuronas e intenciones a cada amanecer. Vaya, que como entretenimiento, como ideal de logro y hasta como elemento socializador, lo de dejar de fumar tiene un no se qué que me seduce. Y por eso a veces pienso que también es mala suerte que uno haga gala y a menudo incluso apología de todos los vicios conocidos, menos del más común. Y yo del resto de vicios, la verdad, no me quiero deshacer, ni siquiera de los más tontos. No me sobra ni el de coleccionar discos de cantantes francesas de pelo largo y liso, ni el de saludar siempre a los conductores de autobús y las cajeras del hipermercado, ni el de pelármela como un mono. Por cierto, y ya que este post definitivamente no hay quien lo enderece, diré que el hecho de que, tras más de un año de andadura, en este blog no se haya tratado aún el tema de la masturbación, ni en su dimensión artística ni en la meramente pedagógica - ni hablar de la throbbingristlesca, por supuesto - da idea de que esto ni merece llamarse blog ni merece llamarse nada.

La fotografía, cortesía del embriagador William David Reichardt.
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