Me he despertado de madrugada, por una mala postura, un ruido o algo, y he ido al baño, no porque tuviese necesidades noctámbulas, sino porque cuando uno pierde el hilo del sueño es mejor levantarse y reiniciar al completo la rutina, antes de que aparezcan la angustia y el abismo. He entrado en el baño, decía, me he mojado el rostro, y cuando he levantado la mirada he visto en el espejo, frente a mí, a un tipo moreno, con cara de buena gente y la mirada un tanto atormentada. No era yo. Luego he comenzado a reparar en el entorno, y he visto que mis azulejos a tonos verdes y rojos habían mutado en paredes pintadas de color amarillo, y que la mampara marfil y plata había sido reemplazada por una cortina de baño de color blanco. No, ese tampoco era mi baño. En mi brazo, mío en lo sustancial que no en lo esencial, he descubierto entonces una pulsera desconocida en la que se podía leer un "Marisa". En ese instante he oído una voz que me preguntaba "¿estás bien?", pero no me ha parecido que esa voz viniese de la habitación contigua, sino de otro lugar más lejano, como si su recepción no se produjese a través de mis oídos, sino de mi hipotálamo. No sé si me entienden.
Fotografía de Zed Nelson.
lunes, octubre 09, 2006
blog comments powered by Disqus
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)