Pase que le echen un vistazo a la foto, la chica es guapa, pero lo suyo sería que a estas alturas ya estuviesen ustedes en otra parte. ¿iPod love? ¡Venga ya! ¿Que cabría esperar de algo con un título tan baboso? A saber: ella, pelirroja, melena rizada y sedosa al viento. El, de mirada apoteósica. No se conocen. Se cruzan, ambos llevan sus auriculares puestos y escuchan su música. Al unir sus miradas comprenden que algo extraordinario sucede. Comienzan a cantar la canción que en ese momento resuena en sus oídos, y entonces sonríen al descubrir que están tarareando exactamente la misma estrofa, que escuchan exactamente la misma canción... ¡Pero por Dios, hombre, venga ya!
¿Que a cuento de qué el calambre? Pues a cuento de que hoy me he sometido a una sesión de tortura pekinesa al, en un arrebato de inconsciencia, decidir ver de un tirón los tres últimos capítulos de la primera temporada de 'Prison Break'. Hasta llegar al momento de la definición dicho serial había sido, en fin, sí, entretenido. No es 'The Wire' ni 'Studio 60', pero para pulirse un tiempo muerto y vaciar una bolsa de palomitas sirve. Hasta que llega el desenlace, claro, los tres últimos capítulos. No les destriparé el final por si alguien aquí presente está inmerso en el mismo. Tan sólo diré que el responsable de tal serie es un apologista de la idiotez, alguien poseedor de una miseria intelectual de dimensiones cósmicas, un hombre sin pene. Qué sucesión de imposturas, de imposibilidades, de tensión mal entendida y peor resuelta. Qué espanto. En más de una ocasión me he visto obligado a apartar la vista del pudor, y no he dejado de quejarme y gritar como un crítico taurino en un mal día.
Ya está. Hoy, definitivamente, me siento expeditivo. Así que voy a aprovechar para dejar mi opinión sobre Fito, el de los Fitipaldis. A ver, a todos nos resulta enternecedor que alguien a quien habitualmente acompañan calificativos como 'currante de la canción' o 'anti-divo' alcance siquiera un modesto nivel de gloria. Pero, por Dios, Fito, que camión rima con otras cosas además de con avión, y camisa con algo más que con repisa. Que sí, que el lenguaje es muy de miércoles, muy del barrio, pero, coño, se supone que eres un artista, alguien que hace canciones porque tan sólo de esa manera puede librarse de su veneno, alguien que canta no para ganar un concurso de rimas infantiles sino para saciar el genio interior. Y no digo que el mensaje que envía, que no es otro que "no te preocupes si no posees ni un sólo talento destacable, siempre podrás ser una estrella del rock", no tenga su aquel. Pero conmigo, que he besado las brillantes, brillantes botas de cuero, y he contemplado maravillado tu famosa gabardina azul, y he sentido gotas de lluvia cayendo sobre mi cabeza, conmigo que no cuenten para esto.
Mucho mejor ahora. Una visita al terapeuta que me ahorro.
La fotografía es de Naomi Kaltman.
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