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Regresó con sigilo al interior de la casa y se llevó una monumental sorpresa al descubrir que la silueta que había visto era la de sí mismo recostado en el sofá, la boca ligeramente abierta y los ojos ligeramente cerrados. "Vaya, esto sí que es fuerte", se dijo en voz alta. Permaneció muy quieto, observando a aquel tipo, observándose, y mientras con un interés entre biológico y filosófico trataba de escrutar sus rasgos, sus gestos, de repente aquel yo comenzó a dividirse en dos, un yo que continuaba sentado, inmovil, y otro yo que se incorporaba. Este yo levantado pasó a su lado y salió a la terraza. Allí le vio alzar la vista al cielo, le vio después bajar la mirada con gesto decepcionado, y al rato le vio mirar hacia el interior y estremecerse. Aquel segundo yo volvió con cautela al salón y cuando estuvo a su lado dijo en voz alta "vaya, esto sí que es fuerte", y juntos se dedicaron a contemplar al yo que permanecía sentado. Como era de esperar, éste no tardó en dividirse de nuevo en dos, y en ese momento uno de los yo se volvió hacia el otro y le preguntó "¿tú entiendes esto?". "No", respondió el otro. "¿Qué fin tendrá?", preguntó de nuevo un yo. Y el otro contestó "no lo sé, pero es curioso que cuanto más me divido, más sólo me siento", mientras el tercer yo, de regreso de la terraza y aún con la huella del estremecimiento posada en su rostro exclamaba "vaya, esto sí que es fuerte".
Fotografía de Phillip Toledano.