jueves, mayo 04, 2006

Tiempo de descuento

Esta mañana he recibido una llamada de Martina. Eres un pedazo de cabrón, siempre te tengo que llamar yo, me ha dicho. Dos semanas sin llamarte, esperando a que lo hicieses tú, y nada, eres lo peor, ha añadido. Estoy tratando de olvidarte para poder rehacer mi vida y seguir adelante, he contestado yo, y ella ha sentenciado finalmente con un tajante "vete a la mierda". Tras este entrañable cruce de cariños le he estado contando que estos últimos días me entretengo memorizando las alineaciones y resultados del Mundial de fútbol del 66, por matar el tiempo, por mantener ocupadas las meninges con la simpática fonética de una pléyade de nombres uruguayos, alemanes o coreanos. Para demostrarle mis progresos he comenzado a recitar "Yashin, Ponomarev, Shesterniev, Khurtsilava, Voronin, Danilov..." y ella ha soltado un "qué interesante" y ha cambiado de tema. Me ha contado que tiene un despertador de esos que disparan su alarma cada diez minutos a partir de una hora señalada, y que no hay cosa que más odie en la vida que ese horrible instante en el que ya en la ducha la alarma comienza a sonar de nuevo, ese instante en el que odias a muerte ese aparato pero en el fondo sabes que la culpa es tuya por no haberlo apagado. Dado que el deshacerse del despertador está fuera de la cuestión al poseer éste el valor sentimental propio de según qué cosas materiales, ha decidido finalmente ponerse en contacto con un electricista que le diseñe un sistema de botones apaga-despertadores, y que disemine los mismos por diferentes estancias de la vivienda: uno en la ducha, otro en la cocina, y otro en el pasillo que va del cuarto de baño al salón. Los grandes problemas requieren grandes soluciones, ha añadido. Yo le he hablado entonces de lo mucho que me pone el hablar de amperios, corrientes alternas y generadores electrostáticos, y he comenzado a recordar aquella simpática anécdota en la que aparecen involucrados una bailarina de origen burgalés, una japonesa de muy buen ver, el motor de una lavadora y el que esto escribe, y ella ha dicho entonces "uy, llaman a la puerta, será el electricista", y ha colgado.
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