Llegó hasta mi mesa, apartó una silla y se sentó frente a mí. Me dijo que de niña su madre le ponía coletas, que le encantan las coletas, pero que se ha cortado tanto el pelo que tendrá que esperar al menos seis meses para poder volvérselas a hacer. Me dijo que los cajeros automáticos de la ciudad le adoran, pero no así los tornos de las estaciones de metro. Me dijo que es en las tácticas conservadoras utilizadas en tiempos de paz donde se comienzan a fraguar las derrotas, y que el concepto de inconsciente colectivo siempre le pareció una memez. Me preguntó si follábamos. Respondí que no. Me habló de los síntomas que revelan una campilobacteriosis, de lo fascinante de la tábula peutingeriana, y de las innegables ventajas prácticas del Fairy sobre el Mistol. Me dijo que la civilización cristiana siempre será moralmente inferior a la musulmana debido a que no entiende como es debido el concepto del azaque, y me dijo también que en Tulsa, Oklahoma, va contra la ley besarse durante más de tres minutos seguidos. Me dijo que una vez demostrado que pi es un número trascendental no tiene sentido seguir intentando cuadrar el círculo, y que siempre que se detiene junto al escaparate de una zapatería siente unas ganas irrefrenables de ir a mear. Me preguntó si follábamos. Respondí que no. Se levantó y se marchó. Ví que llevaba unos pendientes triangulares. ¿Os lo podeis creer? ¡Unos pendientes triangulares!
Fotografía de Karina Taira.
martes, mayo 09, 2006
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