Hace tres días me encontré con Carlos. Me dijo "ayer estuve en el Sapphire y no te lo vas a creer, pero vi a un tío que era clavadito a tí, incluso en el vestir. Fíjate que me acerqué a saludarle pensando que eras tú, para tan sólo en el último momento, ya cuando estaba muy cerca de él, descubrir que no eras tú".
Hace dos días me encontré con Silvia. Me dijo "ayer estuve en el Sapphire y, ¿sabes?, al fondo de la barra, sujetando una copa, me fijé en alguien que se parecía muchísimo a tí. Sus gestos eran calcados a los tuyos, y también su risa, y su forma de mover las manos. Hubiera jurado que eras tú. Incluso llegué a hacerle un gesto con la mano al que él no respondió, pobre, debió pensar que estaba loca, y no fue hasta que me acerqué un poco más y le miré a los ojos cuando supe que no eras tú".
Así que ayer decidí acercarme al Sapphire, dispuesto a encontrarme con mi gemelo. Entré y miré alrededor desde la puerta, pero no encontré a nadie que se me pareciese siquiera en lo circunstancial. Llegué hasta el fondo de la barra y cuando iba a pedir una copa la camarera se adelantó y preguntó "¿lo de siempre?". Respondí que sí. Me senté a esperar que llegase mi bebida, y mientras esperaba me entretuve mirándome con detenimiento en el espejo que había detrás de la barra. Y fue entonces cuando descubrí que Carlos, que Silvia, tenían razón, porque necesité encaramarme a la barra y acercarme un poco más a la imagen que aquel espejo reflejaba para finalmente poder afirmar que aquel que había allí enfrente se me parecía muchísimo, sí, pero no era yo.
La de la fotografía es Julichka.
viernes, mayo 12, 2006
blog comments powered by Disqus
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)