jueves, mayo 25, 2006
Désormais on ne nous verra plus ensemble
Ahí arriba, donde mora Frank Sinatra, hay un hueco para Charles Aznavour, grande entre los más grandes, poseedor del magnetismo de las grandes personalidades (sí, a pesar de su físico, feo, pequeño, ojos diminutos y grandes orejas), y autor de canciones tan inolvidables como "La Boheme" (esto es interpretar una canción), "Que c'est triste Venise", "A ma fille" (qué preciosidad), "Emmenez-moi", o el maravilloso retrato de un homosexual que vive con su madre y se traviste en un espectáculo nocturno que es "Comme ils disent" (J'ai un numéro très spécial qui finit en nu intégral après strip-tease). Este brutal "Désormais" corresponde a un concierto en el Olympia parisino, año 1972, y es una interpretación plena de declamaciones al límite y cuerdas épicas que bien podría situarse junto a otras inolvidables monstruosidades como el "Jackie" de Scott Walker o el "Mathilde" de Jacques Brel. Palabras mayores, que diría un cursi.
A mí esto, aún hoy, sobre todo hoy, me pone los pelos de punta. Esa caja de resonancia perfecta que posee entre el esternón y la punta de la nariz, esos gestos rotundos, esa mirada que levanta al final de la actuación, abandono entre un mar de cuerdas... Y además, qué demonios, alguien capaz de subirse a un escenario con una chaqueta como esa, estampado de flores sobre fondo verde, está claro: no es de este mundo.
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