martes, marzo 07, 2006

Los muertos odian el número dos

Se conocían a consecuencia de los eternos veranos gastados en pandilla adolescente y, al interesarles desde siempre cosas parecidas y disfrutar de un sentido del humor muy parejo habían tratado de mantener el contacto a lo largo de todos estos años, y lo cierto es que lo habían logrado. Ahora disfrutaban de una agradable amistad salpicada de complicidad, que mantenían viva él invitandola de cuando en cuando a acompañarle a algún concierto, y ella invitándole a alguna de esas fiestas que organizaba como modo de ganarse la vida. Hacía poco que se habían visto por última vez, por lo que a él le sorprendió oír un mensaje suyo en el contestador diciendo que la llamase. Lo hizo, y fue entonces cuando ella le comunicó que se casaba, así que tras la primera explosión de risas decidieron quedar el día siguiente para tomar algo y celebrar así el enlace.

Ese día se acercaron a un bar y rieron con las viejas bromas de siempre, luego decidieron alargar la tarde acudiendo a cenar a un restaurante cercano, y al final acabaron en un club imaginando el futuro con ironía, hablándose muy alto por el elevado volumen de la sala y muy despacio por el abundante alcohol consumido. Al salir de aquel bar, él le dio dos besos y con una sonrisa le dijo "bueno, nos llamamos antes, ¿vale?", pero ella con gesto gélido respondió "¿eso es todo?". El dijo entonces "no entiendo" y ella con un movimiento brusco dió media vuelta e iniciando una carrera le espetó un "vete a la mierda". El la alcanzó, y agarrando su hombro preguntó "¿qué ocurre?" y ella se giró y tratando de contener las lágrimas le replicó con una dicción nerviosa "chico, con lo listo que pareces para unas cosas, hay que ver lo tonto que eres para otras". El bajó la mirada, se otorgó unos segundos de silencio, y al levantar sus ojos dijo de nuevo "no lo entiendo...", y ella sentenció: "yo sin embargo ahora ya lo entiendo todo", para a continuación alejarse colocándose incómoda el abrigo, del que de repente se sentía extranjera. En verdad, de repente se sentía extranjera de todo. Esta vez, él no hizo la menor intención de ir detrás de ella, sino que encendió con parsimonia un cigarrillo y se sentó en un escalón a preguntarse qué hubiera sido de su vida si...

Título extraído del 'Pequeño poema infinito' de Lorca ("pero el dos no ha sido nunca un número, porque es una angustia y su sombra..."). Fotografía de Erin Frost.
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