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Pero no es ese el único tipo de perdedor que existe. Existe también alguien que lo que despierta no es simpatía sino lástima, alguien cuya historia no motiva libros o películas, sino conversaciones de bar o peluquería en las que siempre se acaba deslizando un 'se lo merecía' o un 'le está bien empleado', alguien que lejos de contar con seguidores con lo que cuenta es con una trayectoria que todos tratan de obviar, con unos meritos pretéritos que los demás se esmeran en esconder bajo la alfombra, alguien cuya existencia se trata, en definitiva, de olvidar. A éste es al que habría que reservar el calificativo de perdedor: a aquel que perdió cuando todo el mundo apostaba por su victoria, aquel que no tenía rival, aquel cuyo asunto era pan comido.
Fotografía de Andy Metal.