No iba a hacerlo porque le abrumase la soledad ni tampoco por el horror de un desengaño. De hecho, su vida social sería calificada por cualquiera de envidiable, y la amorosa estaba exactamente donde él quería que estuviese. No, si lo iba a hacer era porque padecía un aburrimiento mortal. Ya no se le ocurría nada de nada, se había quedado sin objetivos, sin ilusiones. Trataba de pensar y a su mente no llegaba ni un sólo pensamiento nuevo. Ni uno. Nunca. Estaba seco. Y se aburría, se aburría hasta sufrir un dolor insoportable, tan insoportable que ni dolía. Durante unos días el fantasear con el suicidio le había dado un motivo, algo con lo que era capaz de sobrevivir, de tal modo que incluso llegó a caer en la cuenta de cuan irónico era que el planear un suicidio fuese lo que le servía para evitarlo. Pero ya incluso eso había dejado de funcionar, así que allí estaba, en lo alto de aquel puente, mirando las luces de la ciudad reflejadas en el río, con la decisión tomada. Y ni tenía prisa por hacerlo ni pretendía demorarlo. Como tampoco le apenaba ni le alegraba. No sentía nada, y lo iba a hacer por inercia, simplemente porque ya no se le ocurría qué otra cosa hacer.
Estaba decidido a saltar y de hecho llegó a poner un pié sobre la barandilla, pero en ese momento escuchó unos pasos que se acercaban. Era el sonido de unos tacones. Como tampoco quería causarle ningún mal a nadie, decidió esperar a que aquella mujer atravesase el puente hasta quedarse de nuevo a solas. Levantó entonces la mirada hacia el origen de aquel sonido y no pudo creer lo que vio. Porque lo que vio fue ni más ni menos que un ángel, sin duda era un ángel, y si lo supo con total certeza fue no ya por sus alas, grandes, moradas y brillantes, balanceándose a cada paso de su portadora, sino por su forma de caminar. Parecía que se deslizaba. O mejor dicho: parecía que volaba.
Cuando la mujer, el ángel, llegó a su altura, él hizo un gesto para que se detuviese, y preguntó:
- ¿Has venido a salvarme?
y la mujer, el ángel, respondió:
- ¿Cómo dices? ¿Yo? Yo no he salvado a nadie en mi vida.
(Continuará. O a lo mejor no).Ilustración de
Vera Brosgol.