jueves, febrero 16, 2006

Las raíces amargas, pero muy dulces los frutos

Pocas combinaciones recuerdo que inviten tanto al aturdimiento y la plejia mental como la de un jueves de resaca + una ex-novia llorona. Y como me conozco, y sé que bajo tales circunstancias acabo rematando textos de los que no tardo en arrepentirme, me limitaré en esta ocasión a dejarles una recomendación, un blog que visito a diario y de cuya existencia fui advertido por otro que lamento no recordar ahora, y que son de esos que le empujan a uno a desear imprimirse todas y cada una de sus palabras y a encuadernar el resultado en formato rústico. Este blog lleva por nombre Historias de la Ciencia y se dedica a hacer un repaso de curiosas historias de, eso, el mundo de la ciencia, prestando especial atención a su inevitable interacción con otros campos como el de la religión o la política. Lo que distingue sin embargo a este blog, y lo que le distancia de otros también magníficos que se mueven en su mismo espectro, es la cercanía de su lenguaje, un lenguaje casi Zweig. Pero no sólo eso: también la clase de su autor. Sí, clase, eso que afortunadamente no se puede comprar ni fingir: o se tiene o no se tiene. Echenle un vistazo, y ya me dirán. Como aperitivo les dejo estos párrafos de una de sus últimas entradas, que lleva por título "¿Dos científicos o dos locos?":

"Un día, allá por el año 1890, en la Academia de Ciencias de París, un famoso médico daba una conferencia llena de palabras griegas y vocablos latinos sobre las causas de la fiebre puerperal. De golpe, la conferencia fue interrumpida por una voz que bramó desde el fondo de la sala:

- ¡Lo que mata a las mujeres de fiebre puerperal no es nada de eso: sois vosotros, los médicos, que lleváis los microbios mortíferos de las mujeres enfermas a las sanas!

El ponente respondió:

- Es posible que tenga usted razón, pero me temo que no encuentre nunca ese microbio.

Intentó reanudar su ponencia, pero aquel hombre de cerca de 70 años ya caminaba cojeando de su pierna izquierda ligeramente paralizada hacia donde estaba el ponente. Agarró un trozo de tiza y gritó al enojado ponente y a la escandalizada Academia:

- ¿Dice usted que no encontraré el microbio? ¡Bien, hombre! ¡Pues lo he encontrado, y es una cosa así!

Y garrapateó una cadena de circulitos. La reunión se interrumpió.

Si os dijera esto sin deciros nada más podríais pensar que ese anciano hombre era un loco, pero si os digo que era Louis Pasteur, ¿a que os estáis planteando cambiar de opinión?. Y es que Pasteur con 70 años era tan impulsivo, impetuoso y entusiasta como cuando tenía 25. Pero esta historia empieza unos 50 años antes...".

Apetece, ¿verdad?

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