"Un día, allá por el año 1890, en la Academia de Ciencias de París, un famoso médico daba una conferencia llena de palabras griegas y vocablos latinos sobre las causas de la fiebre puerperal. De golpe, la conferencia fue interrumpida por una voz que bramó desde el fondo de la sala:
- ¡Lo que mata a las mujeres de fiebre puerperal no es nada de eso: sois vosotros, los médicos, que lleváis los microbios mortíferos de las mujeres enfermas a las sanas!
El ponente respondió:
- Es posible que tenga usted razón, pero me temo que no encuentre nunca ese microbio.
Intentó reanudar su ponencia, pero aquel hombre de cerca de 70 años ya caminaba cojeando de su pierna izquierda ligeramente paralizada hacia donde estaba el ponente. Agarró un trozo de tiza y gritó al enojado ponente y a la escandalizada Academia:
- ¿Dice usted que no encontraré el microbio? ¡Bien, hombre! ¡Pues lo he encontrado, y es una cosa así!
Y garrapateó una cadena de circulitos. La reunión se interrumpió.
Si os dijera esto sin deciros nada más podríais pensar que ese anciano hombre era un loco, pero si os digo que era Louis Pasteur, ¿a que os estáis planteando cambiar de opinión?. Y es que Pasteur con 70 años era tan impulsivo, impetuoso y entusiasta como cuando tenía 25. Pero esta historia empieza unos 50 años antes...".
Apetece, ¿verdad?