Sí, ya sé que les prometí el primer capítulo de la guía sado-maso de bolsillo, pero habrán de disculparme ya que sucede que estos días anda por esta nada santa casa una bella doncella revisando por encima de mi hombro lo que escribo, y aquí mi menda se ha lanzado a tratar de demorar en la medida de lo posible el descubrimiento por parte de la gachí de lo obvio: que soy un tarado. Entenderán por tanto que por ahora trate de marear la perdiz recitándole el "me diste la intemperie, la leve sombra de tu mano pasando por mi cara" y esas cositas que tanto les gustan, en vez de dejarle ver el lado oscuro de la luna, ese donde duendes klismafílicos se entretienen con descargas eléctricas genitales y roces de cuerda pelada. Y es que uno es de los que prefiere que le den la patada por lo que hace y no por lo que dice o escribe, y además prefiere, en este caso, que esa patada se la den lo más tarde posible, si puede ser, porque he de decir que la doncella en cuestión tiene un paso de boca, unos taninos y un retrogusto de los que merecen denominación de origen. Que cómo sé que lee lo que escribo, se preguntarán. Pues, primero, porque la veo deambular por el pasillo haciendo como que barre y de cuando en cuando entra en la habitación y con una agilidad que ni la Sharapova levantando una dejada se inclina la jodía para desviar mi mirada enferma hacia lo importante, la carne, y así ella mientras lanzarle un rápido vistazo a lo accesorio, la letra. Y segundo porque el otro día al volver del curro noté su mirada un tanto esquinada y deduje que, dado que sé que recuerda el tatuaje de aquella camarera, ahora anda tratando de adivinar quién demonios será la tal Laura. Además, ayer le dije que mañana por la tarde había quedado con Eva, que se viniese, que así la conocía, que no seas tonta que te vas a divertir, y se inventó una excusa de las que me pongo yo para no ir al dentista, temerosa quizás de enfrentarse a un psicoanálisis casual que la acabase convirtiendo en pasto de estas páginas. Pues lo siento, baby, pasto, como ves, ya lo eres.
Se masca la tragedia.
La fotografía se llama 'Adoration', y la hizo en 1988 Jan Saudek.
viernes, enero 27, 2006
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