En mi casa se pueden echar en falta algo de mesura y sentido común, pero lo que nunca falta es una buena botella de vino blanco. Eso me parece fundamental. Mi casa puede parecer en ocasiones un lugar anclado al infierno o la guarida de un majara, pero los colchones son de una calidad excelente y el plato de ducha traga perfectamente. Es cuestión de dónde sitúe cada cual sus prioridades. Efectivamente, en mi casa hay cosas que no se pueden tocar, ese tablero de ajedrez, esa funda de violín, ese álbum de fotos, y no se puede porque lo digo yo y punto, y se acabó la discusión, y no te pongas pesada que no te voy a decir quien es la chica del retrato. Cuando cierren el último bar y a nosotros aún nos quede noche podemos ir a mi casa, y escuchar discos viejos y hacer el amor como si estuviésemos cometiendo un delito, pero luego no me pidas que sólo tenga ojos para tí, que yo los ojos me los dejé mirando al sol.
Hoy Diana, con el pelo revuelto y las mejillas encendidas, bellísima, lejísimos, ha fijado sus ojos en los míos y me ha dicho "te quiero". Y a mí, que en otra de esas no me pillan, me ha faltado tiempo para aguantar la mirada y, sin pestañear, sin permitirme el menor titubeo, responder "ni la mitad de lo que te quiero yo".
Dicen que en esta vida todos tenemos lo que nos merecemos. Yo tengo bastante más.
miércoles, diciembre 02, 2009
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Qué popero le ha quedado la frase del último bar.
ResponderEliminarAy amigo, es que esto no es otra cosa que una sucesión de estribillos.
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